Medito, en cuán grandioso es conocer a Dios y estar en su presencia; es la más sublime experiencia que día a día puede experimentar un ser humano. Sin embargo, me resulta extraño, cuando pienso en el profeta Jonás, quien al principio se resistió a oír la voz de Dios, buscando escapar de la presencia de Dios, éste sube a un barco, y escapa para estar lo más lejos posible de esta presencia, que muchos anhelamos día a día.
No puedo evitar pensar en Jesús, en Dios hecho carne, de quién el profeta Isaías tan bien nos enseña; en este punto, medito, en la virtud de Dios hecho carne y hueso: "El Padre me abrió el oído, y yo no fui rebelde, ni me volví atrás"(Isaías 50:5) imaginar a Dios como un ser natural no es tarea fácil, menos vislumbrarlo como niño o adolescente o incluso de adulto, a Jesús hombre cuenta Isaías, Dios le abrió el oído, y él no fue rebelde ni volvió atrás, siempre adelante en su sed infinita. Lo imagino escuchando muchas voces, de toda índole, de varias fuentes, discerniendo e identificando las palabras de diversa naturaleza, que oía en sus oídos abiertos, incluyendo mandamientos, incluyendo tentaciones, incluyendo maldiciones; ninguna logró romper el vínculo, Jesús aprendió a oír al Padre, no volvió atrás.
Su voluntad logró alinearse con la voz del Padre, cultivó su presencia. Insto a vivir esta experiencia sanadora, conciliadora, redentora, amorosa; en todo momento sea lo principal en el vivir cotidiano.
No nos resistamos a oír su voz en su presencia, sin rebeldía, sin volver atrás. Es fácil confundirse, a veces resulta inevitable, pero debemos aprender a oír y obedecer en su presencia, con perseverancia y tesón, como Cristo.
No tengamos miedo de pedir a Dios, que abra nuestros oídos para oír mañana tras mañana la palabra que sale de su boca, no tengamos miedo de oírle, de buscar su presencia, no pretendamos escapar embarcándonos en naves extrañas que nos alejan, pues donde quiera que vayamos, allí en donde estemos, esta su presencia.
Sergio Lagos Luciano,
pastor evangélico