Respeta la velocidad y salva vidas
José Luis Domínguez C.
Treinta y cinco metros. Esa es la distancia aproximada que necesita un automóvil que se desplaza a 60 kilómetros por hora para detenerse completamente. Si de manera intempestiva, un niño apareciera en la ruta del vehículo, moriría atropellado por la fuerza del impacto.
En cambio, si la velocidad hubiera sido de 50 km/h, la detención se alcanzaría en 23 metros y, lo que es más importante, esa muerte se podría haber evitado.
El ejemplo, que puede sonar fútil ante una desgracia así, es decidor: la velocidad mata y debemos ponerle freno. Con esa convicción, como Gobierno defendimos y promovimos la reducción de velocidad máxima en zonas urbanas de 60 a 50 kilómetros por hora. Según estudios de la OECD, el exceso de velocidad constituye un tercio de los accidentes fatales y es un elemento agravante en todos en todos los siniestros, sin excepción.
Al cumplirse un mes de la entrada en vigencia de dicha norma, estimamos que las multas cursadas ascenderán a 5 mil a nivel nacional.
Sabemos que la implementación de una norma como ésta implica un cambio cultural y confiamos en que paulatinamente será internalizada e incorporada por los conductores.
No obstante, también es un hecho que los cambios normativos requieren de medidas preventivas y de fiscalización que incentiven su cumplimiento. Es por ello que resulta vital la implementación del Centro Automatizado de Tratamiento de Infracciones (CATI), iniciativa que estamos impulsando en el Parlamento y que operará mediante cámaras ubicadas y debidamente señalizadas en los puntos de mayor accidentabilidad.
Su funcionamiento permitirá, por un lado, cursar multas a los infractores pero, a su vez, servirá como elemento preventivo al disuadir a los automovilistas de superar el límite de velocidad.
Bajar la velocidad en nuestros autos, y por qué no en nuestro ritmo de vida, no sólo nos puede regalar más tiempo para disfrutar y compartir: nos ayuda a salvar vidas.
Subsecretario de Transportes