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La antología del antologador

El poeta y profesor de Filosofía Naín Nómez publica sus "Historias del reino vigilado" (LOM), antología que reúne los poemas que escribió desde el año 1964 hasta el 80. Al antologador de Pablo de Rocka y de cuatro tomos con lo mejor de la poesía chilena del último tiempo le ha llegado su turno.
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Naín Nómez es master of Arts de Carleton University y PH.D de la u. de Toronto. Actualmente es académico de excelencia de la UsACH y profesor de filosofía de la u.de chile.

¿Cómo sobrevive la poesía en tiempos de mercado? En antologías. Algunos poemas, sin ellas, estarían perdidos. Entonces estas publicaciones se convierten en brazos que rescatan obras literarias del subterráneo de las bibliotecas. Naín Nómez ha estado en ambos lados, como antologador y antologado. Primero, estirando los brazos hacia Pablo de Rokha (de quien escribió varios libros) y luego hacia casi todos los poetas chilenos en los cuatro tomos de la "Antología Crítica de poesía chilena" (1996-2007). Ahora le toca a él ser rescatado en "Historias del reino vigilado".

El libro fue editado por primera vez en 1981 en Canadá, en una serie de ediciones bilingües que consideraban otros autores entonces en la diáspora, como Gonzalo Millán. Ya no era la obra que originalmente pensaba publicar en Chile con Quimantú, bajo el título "Los nuevos mitos". Ese proyecto compilaba su obra desde los sesenta, cuando comenzó a escribir siendo estudiante de Filosofía. El Golpe Militar impidió que ese libro saliera y Nómez siguió engrosando a mano su escritura inédita.

Así, las páginas de esta flamante antología editada ahora por LOM nos dirigen a varios momentos creativos distintos. A veces hasta se acerca a la prosa, como explica Nómez: "Leíamos prosistas como Samuel Beckett o poetas que eran también de una poesía versicular como el caso de T. S. Eliot, o Ezra Pound. Nosotros hicimos el grupo poético Escuela de Santiago y publicamos un manifiesto en 1968 en la revista Orfeo. Ese grupo no estaba de acuerdo con la generación, que se dividía entre las tendencias de la poesía lárica siguiendo a Jorge Teillier y la antipoesía de Nicanor Parra. Nosotros éramos poetas urbanos, defendíamos escribir del mundo de la ciudad latinoamericana, a partir de ahí hacíamos una poesía muy prosaica".

-En la Escuela de Santiago, ¿eran poetas de una misma generación autoformándose?

-Sí, exactamente, de la misma generación. Éramos todos estudiantes universitarios, la mayor parte de la generación del sesenta lo era y funcionaron cerca de la universidad, como también en Valdivia, Concepción. Oscar Hahn estaba en Arica en ese tiempo. Nosotros funcionábamos en el Pedagógico, éramos poetas del Pedagógico de la Universidad de Chile.

-También participó en el Grupo América. ¿Cómo era la reacción de la gente en las poblaciones cuando ustedes iban a leer poesía?

-Era muy entusiasta, a veces coincidíamos con el Quilapayún por ejemplo, o íbamos con ellos también. El grupo América hacía una poesía más realista, más directa, más vinculada a lo que estaba ocurriendo en la sociedad en los años sesenta. Era un mundo bastante convulsionado. Lo que leíamos en las poblaciones era diferente a lo que hacíamos en la Escuela de Santiago, que era más elitista, más para especialistas, más vinculado al esteticismo. Con el grupo América íbamos también a colegios y a otras universidades. Los públicos eran muy diversos.

-¿Cómo fue formarse poéticamente en los sesenta?

-Había mucho grupo, Trilce en Valdivia, Arúspice en Concepción, Tebaida en Arica y Antofagasta; América, la Tribu No, de Cecilia, y Claudio Bertoni en Valparaíso y Viña del Mar. Por allá también estaba el grupo Amereida, con el que nos contactábamos por el tema latinoamericanista, mucho con Godofredo Iommi, que hacía poesía también. La poesía tenía cierto carácter colectivo. Éramos menos individualistas tal vez. Eso venía del ámbito político, la mayor parte eran poetas comprometidos, pero la poesía no necesariamente reflejaba lo político sobre todo en el caso nuestro. Nosotros decíamos que la poesía tenía que innovar desde la poesía y lo político era otra cosa distinta. Entonces a veces coincidían, a veces no. Hacíamos ambas cosas y podían estar relacionadas o podían estar no relacionadas.

-Destaca en "Historias del reino vigilado" la presentación de sus poemas.

-Sí, claro, había esta idea de continuidad. Pablo de Rokha era uno de los poetas que nos habían influido, pero nuestras fuentes eran muy distintas, por ejemplo los poetas beatniks, como Allen Ginsberg, pero también Walt Whitman, que es uno de los primeros en realizar esa especie de poesía de las grandes oleadas, que a nuestro juicio debía seguir su propio ritmo, y se repetían ciertos elementos. Era una poesía un poco turbulenta desde algún punto de vista. También hay cierto barroquismo, porque a pesar de que hay un elemento narrativo, también hay un elemento metafórico muy fuerte. Es una mezcla. Un poco como hacía Gonzalo Rojas mezclando lo metafórico y lo narrativo también, pero también hay un cierto retorno a las vanguardias que hacían poemas largos, que a veces adquirían carácter narrativo, como el caso de "Altazor" de Vicente Huidobro, "Alturas de Machu Picchu" de Pablo Neruda o algunos poemas del ya mencionado Pablo de Rokha.

-Hay un elemento con la memoria en su poesía, más evidente mientras pasan los años en esta antología. ¿Cuál cree que es la función de la poesía?

-Es complicado definirla. Puede que haya muchas funciones, pero de algún modo la poesía, a propósito de la memoria, nos remite al pasado. Nos devuelve al pasado desde un presente que también se proyecta al futuro. O sea los tres tiempos funcionan en la poesía. Y eso es muy interesante porque desde ese punto de vista también se conecta con la historia y por supuesto que se conecta con la memoria que es fundamental para el poeta. Pero es la memoria inventada, una memoria que tiene elementos de realidad pero en general es lo que pudo ser o lo que el poeta quiere que sea. El poeta ve el pasado mitificado.

-Usted es clave en la relectura contemporánea de Pablo de Rokha por su trabajo antológico. ¿Lo conoció?

-Fui muy amigo de su hija mayor, Lukó de Rokha, y de su yerno Mahfúd Massís, pero no lo conocí.

-Y si tuviera la oportunidad de tener una conversación con Pablo de Rokha, ¿cómo la empezaría?

-A lo mejor me quedaría en silencio y solo lo escucharía.

-También usted realizó importantes rescates de escritores casi olvidados en los tomos de la "Antología Crítica de la poesía chilena". ¿Cree que hay un destino común para los poetas chilenos o son vidas disímiles?

-Justamente uno de los trabajos importantes que hacen las antologías es juntar a los poetas, ponerlos en acción y hacerlos dialogar. Eso es fundamental, porque muchas veces los poetas están separados, fragmentados cuando viven. Y también se estudian por separado. El trabajo de una buena antología (no hay ninguna antología perfecta), pero digamos que las mejores antologías, es hacer dialogar incluso a los poetas después de muertos. Eso es bien interesante, porque así el lector puede establecer nuevas relaciones con los poetas.

-Con ese trabajo usted recupera el concepto de antología.

-Las antologías en general no son perfectas, hay mejores, hay peores, hay regulares, pero de algún modo te permiten que la gente conozca a los poetas sin tener que estar leyendo los libros completos. Esa es una buena manera de entra en la poesía, porque así el lector puede elegir los poetas que le interesan más, los que son más cercanos a su propia percepción, y luego creo que es una buena manera de hacer leer poesía, porque leer poesía es una de las cosas más difíciles del mundo, debido a que no es un lenguaje directo. Y las antologías permiten eso.

-¿Piensa realizar nuevas antologías?

-Tengo la idea de realizar antologías más populares, que sean para gente que no ha leído nunca poesía, es fundamental hacerlas.

-¿Con qué autores haría esas antologías?

-Con poetas que son más fáciles de escuchar, que pueden ir de Carlos Pezoa Véliz, Diego Dublé Urrutia, poetas muy antiguos hasta poetas muy actuales. Pero en este momento no se lo puedo especificar, porque pueden ser cincuenta o sesenta nombres.


Historias del Reino Vigilado

Nómez participó en el consejo editorial de varias revistas.

"La poesía tenía cierto carácter colectivo. Éramos menos individualistas tal vez. Venía del ámbito político, la mayor parte eran poetas comprometidos"

universidad de chile

archivo del escritor

Las ciudades errantes

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Navegan pesadamente a través de los mares soñados

alzan sus minaretes de diamante en torno a las cúpulas dormidas

sus atalayas donde el vigía aún espera al enemigo del desierto

sus recuerdos de polvo y sangre que nos asombran por su color inmutable

Ellos tenían obscuros sótanos y entre todos discutían las leyes permanentes

las leyes mágicas que otras caravanas extenderían por el mundo

Yo te dije partamos

y esa noche arrendamos un bote de coral y un címbalo mordido por el tiempo

y entre la sombra y la pared de adobe nos fuimos quedando ciegos

derritiéndonos bajo el calor de la ciudad bajo el calor ululante de la ciudad

Estamos en verano y los dientes del sol se aceitan en el alquitrán de santiago

de chile de donde diariamente queremos huir hacernos topográficos

puntos del páramo verde perspectiva de colina verde

de donde diariamente los ojos borronean los puntos cardinales las selvas

brasileñas los vientos sahareños los gritos de protesta no gritados

estamos en verano y tomamos cerveza en los bares del centro

Por sus bordes los peces saltaban renacían las ansias subían al levante

las escamas niquelaban los muelles por donde descendía el vino del

crepúsculo

las mujeres corrían con alcanfor y mirra a esperar el retorno del guerrero

otras ciudades habían caído la guerra proseguía victoriosa los aviones

zumbaban en el panal del miedo

la piel se retorcía

Yo te dije ya es la hora

y nos subimos a un tren de cuarta clase y estuvimos largo rato solos sin

detenernos a mirar la vida entre cigarrillos que se prendían

se acumulaban en el pasillo entre vendedores de miradas oleaginosas

entre leyendas de monstruos fulgurantes y caricias

Ellos piensan borrosamente en los límites hacia el mediterráneo cubiertos

de escamas metálicas centelleantes y luminosos

escribirán la historia o no la escribirán pero estarán pensándolo y traerán

copistas para llenar las páginas doradas

navegan las ruinas entre los páramos nebulosos con las jarcias torcidas

por los siglos

cubiertas de óxido rojizo tendidas dislocadas desgastándose cubriéndose

de olvido de asesinos

Nuestra ciudad empieza a hincharse de turistas los sonajeros de lentes

fotográficos cuelgan agobiados las veredas transpiran extranjeros

No me miraste mientras corríamos entre médanos y dunas entre

poblaciones de arena derritiéndose entre granos de arroz quemándose

retorcidos

no me miraste pero pensaste está loco y a cada paso la duda te acariciaba

y se fijaba más obsesionante y te repetías sin mover los labios y hasta

sonriendo está loco y tus pisadas zigzagueantes formaban frases de

protesta en esa arena ya sin color casi medular casi extraña a toda

forma terrestre y caminábamos buscando sin sentido hacia delante un

adelante que era atrás o al lado que era cualquier parte y tú sonriente

y temblando de terror y caminábamos buscando en la blancura

interminable los muros y el vigía que nos aguardaría para anunciar los

enemigos a su pueblo acechándonos hacia el desierto donde la nave

erizada de torres se bamboleaba y después se hizo todo más fácil

hasta avanzar repitiendo lo mismo uno al lado del otro

no me miraste pero ya no era posible detenernos y no pude articular palabra

Los hombres que trabajan se han parado y beben esperando el domingo

leo el diario en la esquina mientras pasa la muerte y el tecleo es más rápido

Ellos tienen mendigos auténticos y no es necesario sacarles los ojos

ellos entierran a los muertos y no los devoran glotonamente ni se ponen

máscaras para recibirnos

ellos recorren las estrechas callejuelas de sus ciudades sepulcrales aullando

de furor o riendo de tristeza mientras el polvo las cubre para siempre

las ciudades bajan las velas y anclan en cualquier lugar del tiempo mientras

el polvo las cubre para siempre

Ya te dije ya es la hora

y nos tocamos mutuamente para despertarnos y empezar a sonreír

Poema del libro "Historias del Reino Vigilado"

Por Naín Nómez