"me ha costado muchísimo escribir desde el yo", cuenta Camilo Marks.
En los 23 capítulos que componen El sol del Pacífico, el nuevo volumen de sus memorias, Camilo Marks nos lleva por mil y un temas: su familia materna y paterna, recuerdos de niñez y adolescencia, las facetas de su vida como abogado de derechos humanos y su quehacer de tres décadas como crítico literario. También, aportan color y sabor sus apreciaciones musicales y cinematográficas, los momentos históricos que ha vivido y otras entretenidas minucias como su amor por Henry James, su admiración por José Donoso, los viajes al extranjero y su afición al psicoanálisis, además de las alusiones al amor y la amistad.
Marks cuenta que la foto de la portada, donde aparece sonriente y esbelto, quizás la tomó una amiga periodista a la que visitaba en Roma mientras vivía exiliado en Londres. "Quizá sucedió a fines de los 70 o ya entrados los 80. Estoy recostado en uno de los murallones del río Tíber y al fondo se divisa el Castel Sant'Angelo, mausoleo del emperador Adriano, después iglesia, más tarde prisión. Desde ahí se arroja Tosca a la muerte, al final de la ópera de Puccini".
-¿Qué le impulsó a escribir un segundo tomo de sus memorias?
-Tal como en el primer tomo ("Indemne todos estos años"), la idea no fue mía, sino de Vicente Undurraga, director literario de Penguin Random House. Jamás se me habría ocurrido escribir la primera parte y mucho menos la segunda. El proceso, esta vez, fue mucho más arduo y complejo, me tomó más de tres años porque no quería repetirme, y si bien ambos libros son parecidos -mal que mal soy yo quien escribe-, pienso que también son distintos, pues el último está centrado en la literatura y en mí, en mi yo.
-¿Qué es lo mejor y lo peor de escribir en primera persona?
-No puedo contestar esa pregunta de modo claro o categórico. Como lo digo varias veces en este libro, me ha costado muchísimo escribir desde el yo. Estas memorias son lo único mío escrito en primera persona, han pasado décadas -llevo más de 30 años escribiendo en público- para que yo pueda conquistar a esa esquiva primera persona. Pero yendo derechamente a lo que planteas, pienso que lo peor de escoger esta perspectiva para narrar, es caer en el narcisismo, en la autorreferencia. Y lo mejor, al menos en mi caso, ha sido haber descubierto la súbita libertad, la casi total falta de constreñimiento que te da la maldita primera persona. Entonces puedo entrar y salir del relato, moverme de un tema al otro, incorporar lo que quiero -historias, personas, episodios, reflexiones, diálogos, hasta pequeños ensayos- sin complicarme, en fin, relatar básicamente a partir de la memoria y la asociación libre de ideas.
-Sorprende en Chile que alguien hable sin ambages de los defectos de su familia, ¿cómo logró esa feroz sinceridad?
-Mira, sin modestia, pero también sin jactancia, te diría que siempre he percibido con claridad los defectos míos y los de las personas que me rodean, sean o no familiares. Y posiblemente ello se deba al feroz espíritu crítico que predominaba en mi pequeño y hereje grupo familiar, en especial la lucidez y clarividencia que siempre caracterizaron a mi madre. Por supuesto que me engaño y que me paso películas, como todo el mundo, aunque siempre me doy cuenta muy luego que se trata de una farsa. Y si miento, como lo digo en mi libro, lo hago a sabiendas; por lo tanto, no miento, sino que incurro en otra cosa distinta, quizá algo así como inventar historias. Por desgracia, la inmensa mayoría de la gente vive en la mentira, en el ocultamiento, en el olvido. Y yo no tengo la culpa de que sea así ni menos de mi capacidad para descubrir de inmediato el fraude. Es curioso y sin embargo revelador, que menciones a Chile: creo que pocos países tienen tantísima gente mentirosa y si me pongo a darte ejemplos, no paro.
-¿A qué cree que podemos enfrentarnos mejor: a la resignación del no pude o a la recriminación del cómo pude?
-Personalmente, nunca me he resignado al no pude y me revuelco de ansiedad al constatar mi impotencia, sobre todo en las relaciones interpersonales. En cuanto al cómo pude, eh, mm, ejem, tengo la impresión de ser alguien generoso, abierto, que doy mucho, que entrego más de lo que recibo, así que mal puedo arrepentirme de mi pasado pecador. Por cierto que todo esto podría ser un vil autoengaño, aunque, a estas alturas, ¿hay algo de malo en engañarse, un poco siquiera?
-Luego de esta visita al ayer, ¿cómo percibe el ahora y el futuro?
-Otra vez, me planteas algo muy difícil de responder, porque no soy cientista social, ni menos adivino o futurólogo. El ahora me parece, no sé bien cómo decirlo, árido, sin gracia, a ratos un desbarrancadero. Así y todo, el hombre ha resistido a lo largo de millones de millones de años, han desaparecido civilizaciones enteras, ha habido catástrofes globales y hemos sido capaces de levantar la cabeza, así que tampoco soy pesimista. Tengo la inmensa suerte de estar rodeado por gente joven, muy, muy joven y si bien la generación actual tiene muchas carencias, que están a la vista, es muy superior a la mía en numerosos aspectos. En cuanto al futuro, para serte franco, me es imposible vislumbrar algo muy distinto al aquí y ahora, salvo, claro, el progreso tecnológico, que me parece una soberana idiotez.
El eventual lector
Cuenta Camilo Marks que lo primero que le preocupa al momento de escribir es que haya un vínculo poderoso, "íntimo, casi indeleble" entre lo que escribe y él mismo. Sólo entonces cree que pueda establecer una relación con un eventual lector pero jamás pensando en gustar o complacer.
-Tenía 20 años en 1968. ¿Cómo define ese año tan comentado?
-Ese año fue decisivo después de la última guerra, un año en que el mundo efectivamente pudo haber cambiado para mejor. Y me detengo especialmente en la revolución de mayo en París, porque se trató de un movimiento de jóvenes, casi niños, que después arrastró consigo a obreros, campesinos, trabajadores, dueñas de casa, profesionales, en fin, toda la sociedad francesa. A cinco decenios de esa fecha, poseo la cuasi certeza de que fue un momento único, que inclusive perduró en el futuro próximo a 1968. Si comparas eso a lo que vemos en la actualidad, una actualidad sin líderes, sin referentes, sin organizaciones, sin programas, sin destino, un planeta a punto de estallar, bueno,… mejor no nos pongamos tremendistas.
-¿Qué libro de memorias es su favorito y cuál considera un fiasco?
-No es uno, sino varios. Las "Confesiones" de Rousseau y de San Agustín, las "Memorias de ultratumba", de Chateaubriand, las "Memorias íntimas", de Simenon, los diarios de Marie Bashkirtseff, la serie autobiográfica de Simone de Beauvoir: son obras magistrales por su sinceridad y por la maravillosa forma en que están escritas. En cuanto a los fiascos, son demasiados, comenzando por todos los libros memorialistas de políticos chilenos y extranjeros, las biografías confeccionadas en vida de sus autores si se trata de gente célebre, las hagiografías de luminarias mediáticas que pasan ipso facto al olvido… ¿sigo?
-¿Hay algún género narrativo que le guste poco?
-Definitivamente detesto el microcuento: me parece un pretexto para la flojera y una forma encubierta de pasar gato por liebre, de estafar a los participantes en talleres literarios.
-De lo que va del siglo XXI, ¿qué libros le han gustado?
-Elena Ferrante ha sido una revelación, un genio de la prosa y estoy embelesado por ella. Hay varios más, sobre todo los nuevos policiales escandinavos. Y algunos poetas norteamericanos que me fascinan, quienes, si bien nacieron y publicaron en la segunda mitad del siglo XX, continúan produciendo obras excelentes: Charles Simic, Mark Strand, Sharon Olds, W.S. Merwin, James Tate.
-Una pluma femenina y otra masculina olvidada
-Las femeninas son numerosas, de modo que me limitaré a unas pocas nacionales: Violeta Quevedo, Stella Díaz Varín, María Elena Gertner, Isidora Aguirre, María Asunción Requena. En cuanto a hombres, y sólo en el campo local: Óscar Castro, Nicomedes Guzmán, Joaquín Edwards Bello, Pedro Prado, Benjamín Suberscaseaux, Salvador Reyes. Y conste que los cuatro últimos son premios nacionales.
"El sol del Pacífico"
Camilo Marks Editorial Lumen 456 págs.
$ 16 mil.
Para marks 1968 fue "un año en que el mundo efectivamente pudo haber cambiado para mejor".
Por Amelia Carvallo
Dinko Eichin Frost
"Me ha costado muchísimo escribir desde el yo. Estas memorias son lo único mío escrito en primera persona", asegura Marks.
" Chile: creo que pocos países tienen tantísima gente mentirosa y si me pongo a darte ejemplos, no paro", afirma Camilo Marks.
Dinko Eichin Frost