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El día en que Anne Carson vino a leer en una azotea

Parada sobre unas botas rojas de cowboy, la poeta canadiense Anne Carson (1950) leyó en el Centro de Humanidades de la UDP una rutina de ejercicios en torno a Proust y varios fragmentos de su libro "Red Doc<".
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"Sombrías motas celestes destiñen blancamente", es una línea de Anne Carson que habría aplicado perfecto al clima que hubo el miércoles pasado cuando la escritora subió a la azotea de la Biblioteca Nicanor Parra de la UDP, vestida con una vieja casaca de cuero y rojas botas de cowboy, para leer en grupo con algunos estudiantes fragmentos de su novela en prosa "Red Doc>", tomo recientemente publicado en Chile por Lom y traducida por la poeta chilena Verónica Zondek.

Safo y apio

Con un bachiller, un magister y un doctorado en Literatura Clásica de la Universidad de Toronto, Carson cuenta que su primera aproximación a este mundo la tuvo a los quince años, cuando en una librería de Ontario encontró una edición bilingüe de Safo que la fascinó.

Dos muchachos

En otro de sus libros, "Autobiografía en rojo: una novela en verso" (1998), dos muchachos recrean a Hércules y Gerión, protagonistas de uno de los diez trabajos que el semidiós tuvo que realizar para convertirse en dios. En el mito, Hércules debe matar a Gerión, un monstruo rojo y alado a quien además roba su rebaño. En la ficción de Carson son dos colegiales de Ontario que comienzan a enamorarse y viven también el desamor al tiempo que pasan los años. Luego viajan a Buenos Aires donde se les suma un tercer personaje, Ankash, el amante de Hércules. La continuación de este libro es "Red Doc>" (2013), un poema en prosa donde Hércules ha mutado en el veterano de guerra Sad But Great y Gerión es G, a veces Gerry o Gerr en boca de Ida, una artista que no suelta su bloc de dibujo y los acompaña.

Carson es especialista en estudios clásicos y académica de escritura creativa de la Universidad de Nueva York.

Anne Carson Editorial LOM 182 páginas

$10 mil.


"Red Doc>"

Por Amelia Carvallo A.

Zondek cuenta que descubrió a Anne Carson en un viaje que hizo a Washington gracias a un amigo mexicano que la llevó a una librería y le mostró su libro "Nox" (2010). Sobre la traducción, explica que la hizo porque no estaba traducido al español. El trabajo le tomó dos años. "Fue muy atractivo por la manera en que está compuesto el libro, hay una mezcla de poesía, ensayo, teatro, temas muy ligados a lo mitológico, a lo literario, todo muy culto pero también con lenguaje cotidiano. Esa mezcla -que le sale totalmente natural- es una fascinación para mí. En cuanto a los personajes que aparecen, son los mismos de obras anteriores pero ahora los años han pasado, están desencantados, han sobrevivido a la guerra, la droga, la muerte, al siquiatra y están escépticos", dice Zondek.

Además de las múltiples capas de lectura que presenta, otros rasgos de la autora que también destaca la traductora son su innegable humor negro. "Uno de los grandes desafíos de la traducción fue encontrar para nuestro castellano un ritmo y una forma que haga sentido al ritmo y la forma que en inglés ella construye para este poemario".

El día anterior Anne Carson había presentado su conferencia "Albertine, rutina de ejercicios", una deliciosa reflexión en forma de apéndices sobre Proust y su monumental novela en siete tomos "En busca del tiempo perdido", que confesó haber leído en francés durante seis años, todas las mañanas cuchareando su cereal, hasta que llegó a la última palabra y se sintió en un "desierto".

Con un atuendo más wildeano para la ocasión -oscura chaqueta entallada, camisa blanca y corbata granate- Anne Carson leyó con su agradable timbre esas 59 disquisiciones nacidas de su lectura de Proust. Párrafos breves donde evidencia los mecanismos de sujeción y dominio, lo "incognoscible" que es Albertine para el narrador y la teoría que sugiere que ese personaje es realmente el chofer de Proust, Alfred Agostinelli, quien murió al caer con su aeroplano en mitad del Mediterráneo.

Al año siguiente fue a un colegio donde la profesora de Latín sabía griego y se ofreció a enseñarle en su hora de almuerzo. Se llamaba Alice Cowan y según contó Carson hoy es una especie de ermitaña que vive en Montreal. "Era una persona muy inusual. Olía a apio siempre. Después de un año desapareció. Renunció, creo, y alguien me dijo que había terminado en África."

Los primeros mitos que aprendió cree que fueron los que Safo refiere en su poesía. Por ejemplo, la historia de Níobe, que se convirtió en roca de tanto llorar a sus hijos e hijas asesinados por los dioses y la del bello Titono, que enamoró a Eos, la diosa del amanecer, a quien luego le pidió que le diera la inmortalidad, la que consiguió pero no la eterna juventud por lo que terminó arrugadísimo y encogido en forma de cigarra.

En 1986 publicó "Eros el dulce - amargo", su tesis doctoral sobre Safo que la llevó fuera del mundo académico y la proyectó a las letras, donde recaló con esta reflexión en formato poesía sobre el amor, un sentimiento que oscila entre la presencia y la carencia de lo deseado. Con citas a Nietzsche, Stendhal y Barthes -entre otros- seguimos el devenir no lineal de sus protagonistas: Jenny y Marina, muchachas del ahora que yuxtaponen sus parlamentos con una larga tradición de reflexiones sobre amor y deseo.

Muchas veces el texto adopta el formato de una columna alineada en el centro, justificada y sin comas, donde pastan los bueyes almizcleros de "G" encabezados por la vaca que come cuatro semillas de granada y delira, pasajes tan evocadores junto a los antidepresivos y el aguamiel en copas de oro que son parte de estas vidas, estas "cargantes memorias traumáticas" que avanzan hacia un norte glacial, mientras se alude a Edipo, los cereales Lucky Charm, Emily Brontë, Nat King Cole y el poeta surrealista ruso Daniil Kharm.

Otra oportunidad de leer a Carson en español la tenemos con "La caída de Roma" que Alquimia publicó este invierno bajo la traducción de la poeta chilena Soledad Marambio, quien también tradujo "El ensayo de cristal" y "Variaciones sobre el derecho a guardar silencio".

Carson cuenta que su gran aproximación al mundo clásico la tuvo a los quince años, cuando en una librería de Ontario encontró una edición bilingüe de Safo que la fascinó.

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