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La furia de Pablo de Rokha rescatada por Droguett

El reciente rescate de "Epopeya" (Lumen), antología de Pablo de Rokha seleccionada y prologada por Carlos Droguett, nos revela la áspera vida y obra de uno de nuestros mayores poetas nacionales.
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Epopeya es la recuperación de un grandioso hito de la poesía chilena. En 1974, Carlos Droguett publicó en La Habana una amplia selección prologada de la obra de Pablo de Rokha.

En 1986 el escritor Carlos Droguett (1912-1996) asumió una misión compleja. Antologar para Casa de Las Américas, de Cuba, una de las instituciones culturales más importantes en habla hispana, la insondable obra de Pablo de Rokha. Ese es el seudónimo que escogió para la posteridad Carlos Ignacio Díaz Loyola, nacido en Licantén, Región del Maule (1894-1968).

El volumen, editado ahora por primera vez en Chile, se empina sobre las cuatrocientas páginas. Podrían haber sido más. Hay contención en cada recorte de las decenas de libros publicados, y Droguett, como todo antologador, elige su perspectiva. Prefiere reproducir poemas maduros en su totalidad, como el himno autobiográfico "Canto del macho anciano" (1961) o la "Epopeya de las comidas y bebidas de Chile" (1965), en desmedro del ánimo vanguardista de "Los gemidos" (1922), brevemente referidos.

La lectura del poeta ha sido filtrada por antologías. En 1953 de Rokha publica su propia "Antología". Posteriormente hubo otras selecciones póstumas: "Mis grandes poemas" (1969) y "Antología poética de Pablo de Rokha" (1972). En las décadas sucesivas, ediciones que lo mantuvieron vigente.

Feroces y gemelos

"Epopeya" cuenta con la extensa presentación que le realiza Carlos Droguett, Premio Nacional de Literatura en 1970. Entrega datos y acompaña con historias de sus visitas habituales al hotel donde el poeta vivía en la Estación Central en sus últimos años. De Rokha y Droguett eran almas gemelas y feroces.

Escribe la vida del licantenino de memoria: "Desde muy niño, acompaña a su padre, jefe de resguardo de aduanas cordilleranas, en largas e interminables correrías por las provincias sureñas". Fija las pistas para entender la creación de una sensibilidad única, en su rebeldía escolar en Talca y su diversidad de intereses universitarios que incluyeron Ingeniería y Derecho.

"Trayectoria de una soledad", titula el prólogo Droguett. Así explica la elección en el propio texto: "El fuego que trae Pablo de Rokha iluminará a su época, pero finalmente lo consumiría. Talento e insolencia eran demasiado para este provinciano desconocido que llegaba abriendo a patadas el silencioso e inmovilizado templo del arte por el arte. La soledad lo esperaba".

Pese a ser parte de los cuatro grandes de la poesía chilena, de Rokha fue opacado por Pablo Neruda -al que le dedicó una serie de tercetos satíricos no escogidos en esta publicación- y excluido por su polémica forma de ser, al punto que su obra es fruto de la autoedición y la persistencia. Resulta algo inimaginable pensar en una obra de esta magnitud limitada a los propios movimientos del poeta, inédita en otros países en su época. Las pocas reseñas de sus libros son demoledoras. Droguett cita a críticos que lo tratan mal y bien, mostrando la resistencia y tibieza del ambiente.

Droguett define a de Rokha como "Un dolor estético, por la asombrosa novedad de su poesía, y en un dolor social por su coraje para defender sus puntos de vista". Como contraste a las dificultades de su camino literario, el poeta halló joven el amor de la vida con Winnétt (Luisa Anabalón Sanders). De esa unión nacieron nueve hijos, algunos con destinos fallidos, incluso Carlos que escribió breve e intensamente.

El defensor

La valoración que da Droguett a de Rokha es inmensa: "El más profundo e innovador de los creadores chilenos del presente siglo, seguramente de los americanos, probablemente de los de lengua española". Lo antologa desde sus comienzos, desde 1916. Lo contrasta con la tradición de poetas débiles y enajenados que campeaban en la poesía entonces, que morían por enfermedades que hoy nos parecen simples o tenían problemas mentales. En el hombre detrás de (y en) los poemas, describe una figura sólida y honesta. La fusión entre antologado y antologador es tal, que en determinados momentos la escritura de Droguett podría ser la del poeta: "Sí, Pablo de Rokha fue aislado y calumniado, fue de hecho expulsado de nuestra sociedad espiritual, su muerte fue pensada tal vez por él, pero fue antes pensada por los otros, fue sembrada por los otros, su mano esgrimió el revólver, pero este había sido colocado en ella por los otros, ni siquiera por sus enemigos en persona, sino por los asalariados free-lancer, por los secretarios de los secretarios de los secretarios de sus resbaladizos enemigos".

Pese a que de Rokha recibió el Premio Nacional en 1965, Droguett reclama por las más de dos décadas de silencio que lo posponen frente a nombres varias veces menores. Paradójicamente, los más amplios poemas recogidos en "Epopeya" corresponden a la década de la distinción y quizá ese rechazo epocal más incentivó la escritura rebelde.

Al borde del español

Ambos -Droguett y de Rockha- comparten la profundidad de la visión nacional, que los coloca junto a escritores como Carlos Pezoa Véliz, Manuel Rojas, José Santos González Vera o Alfonso Alcalde. Lo que descubren para la literatura está aún hoy enquistado a nuestra propia identidad, con el polvo de la tierra encima.

"Epopeya" es rematada por "Vocabulario", texto poco conocido de interés por su forma alejada de la poesía y escrito el mismo año de su muerte. Las definiciones son realmente un glosario del habla nacional, al borde del español. Una de ellas le cabe como anillo al dedo al autor: "Amarditarse: proceder como se conoce y no se conoce el sentido de las cosas, atrincherándose en su actitud prevista, a fin de golpear seguro y profundo".

El prólogo está firmado en 1975, en Santiago, pero hay uno posterior firmado un año después en Suiza -donde Droguett terminó sus días- publicado en la revista española Cuadernos Hispanoamericanos: agrega un capítulo final, un largo párrafo sentido y demoledor, que narra la forma en que se vincularon y la muerte del poeta, por propia mano, rodeado de imágenes que le recordaban la familia perdida. Droguett se evoca como un trabajador asalariado de fiscalía que tras su jornada visitaba el hotel, donde "Claro que conversaremos, es decir, hablará él y yo lo esperaré en sus silencios".

En su puesto de trabajo, Droguett recibiría la noticia y lo imaginaría: "Hacía cuarenta minutos que la radio había dado la rápida y fatal noticia, yo estaba sentado en mi pequeño rincón de la fiscalía y desde el otro extremo me miraba Guillermo Maggi, manejando estupefacto el dial, acaban de anunciar, Droguett, que su amigo Pablo de Rokha se suicidó hace un rato en su casa, Pablo había venido a veces a buscarme en la oficina, Maggi lo miraba ahora con la boca abierta y se ponía de pie sin experiencia ahí estaba a mis pies, sólo yo y él en la desmantelada habitación, y el retrato de Winett, joven y esplendorosa, que lo había estado mirando todo el tiempo mientras él se sentó en el escritorio y cogió el revólver y lo dio un poco vuelta, como si se fuera a afeitar…".


Epopeya

Selección y prólogo de Carlos Droguett

Lumen

442 páginas

18 mil

"El fuego que trae Pablo de Rokha iluminará a su época, pero finalmente lo consumiría. Talento e insolencia eran demasiado".

"Llegaba abriendo a patadas el silencioso e inmovilizado templo del arte por el arte. La soledad lo esperaba".

documentación el mercurio

Recuperando fragmentos de tres generaciones

"Kintsugi" (Kindberg) la nueva novela de María José Navia cuenta en once historias mínimas la trama de una familia completa.
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"La familia es una máquina de producir ficción sobre sí misma". La cita pertenece a Ricardo Piglia y es una de las cuatro frases que la escritora chilena María José Navia (1982) escogió para abrir "Kintsugi" (Editorial Kindberg). El libro describe a una familia, a lo largo de tres generaciones. Es la misma en los once relatos que componen la obra. Se trata de una familia convencional marcada por el abandono, el abuso, la enfermedad y el desarraigo. Va diseccionada a través de cuentos que funcionan como universos independientes.

Navia -quien también es autora de los libros "Sant", "Instrucciones para ser feliz" y "Lugar"; además de traductora de "Nevada", libro de la estadounidense Claire Vaye Watkins- logra que las vicisitudes de sus personajes duelan gracias a una narración detallista. Kintsugi es una palabra que remite al arte japonés de restaurar cerámicas rotas sin ocultar las fisuras, remite a las heridas de los personajes pero también a la forma en que se construye la misma obra. Son historias independientes que juntas componen un todo.

"Cuando escribí el cuento 'Rebajas' que está en mi libro anterior, 'Lugar', me pasó que por primera vez se me quedaron los personajes dando vueltas", cuenta la escritora. "Antes de esa experiencia, yo contaba en un cuento todo lo que quería contar y no me paraba a pensar qué les habrá pasado a los personajes al día siguiente, o diez años después. Era como abrir una ventana y volverla a cerrar. Pero con 'Rebajas' me pasó que sí quería saber qué pasaba con esos niños en el futuro, o qué había pasado con sus padres en el pasado y, como un juego, para mí, sin pensarlo todavía como libro, me puse a escribir cuentos sobre esos personajes en distintos momentos de sus vidas y algunos personajes 'satélites' a esa familia también".

-Hay una coherencia conceptual entre las grietas que esconden los personajes y el ensamblaje fragmentado, o resquebrajado, que ofrece la obra en su integridad.

-Al principio solo fui siguiendo mi curiosidad: ¿De qué personajes quiero yo saber más? Luego del primer borrador, fui agregando o sacando cosas pensando en otros lectores y posibilidades. El mundo se fue armando desde los relatos. La escritura la enfrenté como un juego. Un experimento de saber dónde me lleva este cuento y luego este otro. Fue también lo que me permitió seguir escribiendo. Si me hubiese propuesto 'voy a escribir una novela sobre una familia' creo que me habría agobiado el tema y el formato. Lo que sí tengo siempre, y con este libro no fue la excepción, es una manía por el sonido. Yo escribo cada cuento y luego lo grabo en mi teléfono. Por días lo escucho y voy editando de a oídas. Eso pasó con este libro también.

LECTURAS

- La familia y sus vínculos es un gran caudal en la literatura, como en John Cheever o toda la saga de los Glass, de J.D. Salinger. ¿Qué te interesa particularmente de este universo?

-Son dos escritores, y dos universos, que admiro y a los que recurro mucho. Mientras escribía 'Kintsugi', de hecho, me fui releyendo los 'Cuentos Completos' de Cheever a razón de uno al día, así que supongo me fue nutriendo de a gotitas. Sin embargo, para mí, los dos grandes referentes de este libro son novelas-en-cuentos de dos mujeres que admiro enormemente: "Olive Kitteridge", de Elizabeth Strout y "A visit from the goon squad", de Jennifer Egan. Sobre la familia, me interesa la imposibilidad de realmente conocerla. Y, tal vez por eso me servía esta estructura de fragmentos, de instantáneas o fotos en un álbum. Me interesaba el cliché de las películas de detectives que siempre recurren a los familiares de una víctima o asesino en busca de información. Pensando: "son quienes los conocen más". Y, cómo en realidad pasa que nunca conocemos realmente a nadie.

Me interesa también porque es un espacio que nos marca, pero que también inventamos y recreamos, como una ficción. Creo que hay poco de mi familia en este libro, pero sí hay mucho de mi experiencia de pertenecer a una familia y haber conocido otras.

Fue más un ejercicio de distancia que de exploración en mi historia familiar. Me desafiaba "desfamiliarizar" lo familiar, por decirlo de algún modo. Mostrar todas esas galaxias y recovecos que habitan en una familia y las formas en las que la tecnología nos permite conectarnos y desconectarnos de nuestras familias también.

-El de "Kintsugi" es un mundo de hombres casi ausentes y personajes femeninos potentes desarrollados lejos de cualquier tipo de "ismos". ¿Qué importancia le das a la construcción de personajes?

-Me interesa mucho meterme en la cabeza y los corazones de los personajes femeninos, ahondar en sus contradicciones, en sus complejidades. Son el centro de todo lo que escribo. La historia tiene que estar en esas cabezas, en esas formas de ver el mundo y enfrentarse al dolor o insatisfacción.

NADANDO EN PISCINAS

-Has incursionado en la novela y en cuentos. ¿Por qué?

-Siento que la gente tiene la tendencia a inclinarse más por las novelas. A mí me suelen pedir recomendaciones de libros para leer en el verano y, lo que están buscando, es una novela, ojalá "contundente" que les dure todas las vacaciones. Y me imagino que eso se refleja también en las compras de libros y, por lo mismo, muchas editoriales apuestan más por este género. A mí me gustan mucho los cuentos. Son el formato en el que me siento más cómoda y desafiada a la vez: me gusta explorarlo, ver las posibilidades que me ofrece su brevedad y, por lo mismo, las posibilidades de trabajar el lenguaje en ese espacio acotado. Creo que esto lo leí en otra parte, pero escribir un cuento es como nadar en un lago chiquito, en donde siempre estás viendo la orilla, mientras escribir una novela es nadar en el medio del mar. Hasta ahora, me resulta mejor nadar en laguitos, en piscinas incluso.

kintsugi (ed. Kindberg) es una novela que describe a una familia en varias generaciones.

Por Andrés Nazarala R.

"Un cuento es nadar en un lago chiquito, en donde siempre estás viendo la orilla, mientras escribir una novela es nadar en el medio del mar".

@mjnavia