Cien novelas publicadas sin bombos ni platillos
El argentino César Aira ha escrito más de 100 historias que ha publicado en distintas editoriales del mundo. Muchas de ellas eran inencontrables, hasta ahora, que se editaron 10 de ellas juntas en un solo tomo.
Ese espacio de libertad fue el motor de las primeras novelas modernas. Ese fue el espíritu de Gargantúa, de Rabelais, de El Quijote y de Moby Dick. Eran libros que no se parecían en nada a otros, que narraban historias casi sin límites y que no le rendían cuentas a nadie. Eso no tiene por qué pasar con las novelas, por suerte, y quizás esa sea la gracia y el futuro de quienes las escriben. Por esa misma razón, se ha vuelto muy notorio cuando un escritor es capaz de entender que existe ese espacio de libertad a la hora de escribir y usarlo para jugar con él.
Quizás, en Latinoamérica, el caso más claro es el del escritor argentino César Aira. Ya tiene setenta años, pero ha permanecido durante los últimos veinte años como uno de los escritores más frescos y originales de nuestra literatura.
Recientemente Literatura Random House publicó "Diez novelas de César Aira", que es la expresión más representativa de la obra completa del argentino. La recopilación abrevia la mayoría de los temas, los tópicos y las obsesiones de Aira, y, en ese sentido, verlos juntos es una gran noticia.
Aira escribe y escribe novelas pequeñas (lleva más de 100) que aparecen sin premeditación, sin bombos, sin anuncios de lanzamiento. Tampoco ha ganado concursos literarios importantes ni se la pasa yendo a Ferias del Libro. No está en la primera línea de la discusión literaria, pero no es ajeno a ella. No pasa dando entrevistas, pero tampoco es un ermitaño que las rechace.
desde los años noventa, aira viene publicando de dos a cuatro novelas al año, de unas 100 páginas de extensión cada una.
César Aira L. Random House. 544 páginas
$16 mil
Diez novelas de César Aira
Por Cristóbal Carrasco.
Que no exista la obligación de leer novelas no significa que alguien no tenga el derecho a escribirlas. Y como ya muy pocos leen novelas, quienes las escriben tienen la posibilidad de hacer en ellas lo que deseen.
Para lograrlo, ha moldeado una obra que es extraña en varios sentidos. En primer lugar, escribe y publica de forma constante en todos los países de Latinoamérica. Aquello no debería pasarse por alto. Poco sabemos de lo que están escribiendo los autores ecuatorianos o colombianos, pero sí sabemos de Aira porque, básicamente, ha traído sus obras a nosotros. No es fácil que los libros traspasen fronteras, pero Aira, en alguna medida, las ha olvidado. En Chile ha publicado en editoriales como Cuneta, Lom y UDP y con eso, logra que sepamos de él.
La constancia es también relevante, y nos recuerda a otros autores, como Woody Allen. A Woody Allen, por ejemplo, solo les bastó tener tres o cuatro historias y reescribirlas una y otra vez -con brillantez y éxito en algunas de ellas-, mientras que a otros autores solo con una novela, o menos aún, un cuento, se ganaron el aprecio de la historia. el pianista rechazado
El escritor Juan Pablo Villalobos, que seleccionó los relatos, dice al comienzo del libro que Aira "abreva de otras tradiciones literarias y de otras maneras de entender el arte". Eso es, justamente, lo que queda tras leer sus historias: uno siente que ha abierto una puerta hacia un lugar donde la vida y el arte funcionan de modo distinto. Y, con ello, sentimos que nos volvemos mejores lectores, mejores personas incluso. Quizás el mejor ejemplo está en la primera novela del libro, "Cecil Taylor", que cuenta en 15 o 20 páginas la historia de un pianista de jazz que es expulsado de todos los lugares en que apenas toca una nota. El pianista se sabe virtuoso, y lo es, pero solo recibe y recibe rechazo. No es nuestra vida, pero es fácil empatizar con la sensación de rechazo injustificado, de injusticia arbitraria que vive en cada actuación.
Cecil Taylor, por cierto, existió y tuvo éxito, pero poco importa en la historia, porque el foco está centrado en el absurdo que se produce entre un esfuerzo descomunal, como el del pianista, y el fracaso estrepitoso del día a día. En la novela, Cecil busca y busca fórmulas para triunfar, pero ninguna resulta, ni siquiera por un instante. Sabe también que el premio vendrá después de su muerte, pero aquello no es un premio real, sino solo una fantasía. Esa tensión es la que producen todas las historias de Aira, y al escribirlas, nos permite pensar sobre esas cosas pese a que solo estemos leyendo una historia pequeña.
las 100 novelas
En sus novelas hay, por cierto, motivos recurrentes, pero quizás la gran gracia de su obra es que, pese a eso, no se agota. Sus historias no se parecen las unas a las otras, al menos no en el sentido que sucede con las películas de Woody Allen. Hay historias sobre santos, pianistas, burócratas panameños, sobre curas que hacen edificios inmensos, sobre actuaciones de payasos en circos, sobre costureras y sobre escritores. O sobre autores que hablan de que no pueden escribir. Por una parte, parecen historias llanas, como las de los cuentos de hadas, pero por otra encierran vuelcos y rodeos sorprendentes e inverosímiles, que no se adecúan a ningún género. No son fábulas, pero se parecen mucho a ellas. No se tratan sobre el oficio de escribir, aunque por instantes la figura del escritor, la imposibilidad de escribir o los "tormentos" de la literatura se toman el libro.
Se ha dicho que la verdadera obra de Aira no son las novelas, sino su forma de publicarlas, casi negligente, como si lo que menos le importara es la coherencia o la unidad de sus libros. Hay novelas desaparecidas, libros que apenas circulan y otros que aparecen y reaparecen sin fin. Hay, a la vez, diccionarios, ensayos, obras casi académicas, relatos que solo porque aparecen en un libro tienden a llamarse "novelas", como si lo único que identificara a ese género, en realidad, fuera que él las llama así. Un autor que hace de los libros su juguete.
SEBASTIAN BELTRAN GAETE/archivo AGENCIAUNO