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René Olivares, traductor de "dolores de cabeza"

Mark Twain en la boca de un chileno

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-¿Cómo aprendiste alemán?

-De niño agarraba un diccionario y "traducía" algunas frases y ya más grande me interesé por autores como Kafka y Rilke, así que quise leerlos en su idioma original. Pero lo que realmente me impulsó a profundizar el estudio del alemán fue una pérdida. Una amiga muy querida había muerto y tuve en mis manos por entonces "Requiem para una amiga" de Rainer Maria Rilke. Ese poema realmente significó mucho para mí. Quise leerlo directamente en su versión original.


En resumen

-¿Qué es lo más bello de la "horrible lengua alemana"?

-Es la lengua de autores importantes como Nietzsche, Marx y Freud, es el idioma en el que escriben Kafka, Brecht, Rilke. Es un idioma bello por la elasticidad que le da su precariedad, lo hablan millones de personas, pero apenas existe. El alemán que conocemos es una estandarización hecha por Lutero que tiene gran flexibilidad expresiva. Hay una gran cantidad de palabras que designa "lo que queda de la manzana: sólo en una zona de Renania del Norte hay 17 palabras distintas para eso.

¿Compartes lo que opina Mark Twain sobre el idioma alemán?

-Comparto sus apreciaciones, como las dudas que generan los géneros gramaticales que son tres: neutro, femenino y masculino donde, por ejemplo, la luna es masculina y el sol es femenino. Las declinaciones son un verdadero dolor de cabeza ya que se cambia el final de las palabras según su función en la frase. Otro problema son los verbos separables. Twain se fascinaba por las palabras kilométricas y encontró una que tiene noventa y cinco letras.

el chileno RENÉ OLIVARES es Poeta y Doctor en Romanística de la U. de Potsdam, Alemania.

3 preguntas

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René Olivares tradujo el libro de Mark Twain "La horrible lengua alemana" (La Pollera) donde el autor de "Tom Sawyer" formula jocosos descargos contra el idioma que lo entusiasmó y -al mismo tiempo- le dio dolores de cabeza por su dificultad. Un idioma que le despertó sentimientos ambivalentes y al que calificó como "la lengua de los cuentos de hadas".

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cedida

"Ema": el baile que le prende fuego una ciudad

Tras su paso por Venecia y Toronto, llega a las salas chilenas la séptima cinta de Pablo Larraín, un cineasta que reivindica el reguetón a la luz del feminismo.
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Aunque "Ema", la última película de Pablo Larraín, está a años luz adelante de "Fuga", su ópera prima, comparte con ella una serie de características: Valparaíso como locación, el despliegue algo efectista de epifanías visuales y la disección de una disciplina artística como es, en este caso, la danza contemporánea (en la cinta de 2006 era el mundillo de la música docta). Ema (Mariana di Girolamo) forma parte de una compañía y es pareja de un coreógrafo con aires de superioridad (Gael García Bernal) con el que intentó formar una familia a través de la adopción de un niño que les trajo más problemas que satisfacciones. No hay nada peor que una madre que rechaza a su hijo y, desde que decidió devolver al niño, Ema carga una cruz imborrable. El hecho hace sucumbir también su relación. Todo impulsa a la joven a transformarse en una suerte de Lilit encendida que escapará de las casillas que pesan sobre ella en relación al comportamiento social, el género, la clase social e, incluso, su rol como artista. La emancipación de Ema y sus amigas (un grupo de chicas libres y desprejuiciadas) se dará a través del reguetón, género resignificado que funcionará como una verdadera revolución del cuerpo y el deseo.

Larraín narra el filme en fragmentos, articulando libremente las escenas, entre la acción y las digresiones pauteadas al ritmo de la música. Adopta los incendios porteños para introducir la piromanía como acto terrorista, remite a los horrores del Sename y abraza el feminismo más salvaje a través de un personaje insurrecto que bebe tanto de modelos actuales de disidencia como del sexualizado Terence Stamp de "Teorema" (Pier Paolo Pasolini, 1968). Si su cine busca siempre merodear por la oscuridad más densa, en este caso se ve matizado por un sentido del humor que se vuelve necesario para tragar tanta intensidad.

Más allá de sus elucubraciones (pensadas exclusivamente para una generación en estado de recambio), "Ema" brilla como experiencia visual por la fotografía de Sergio Armstrong, un montaje rítmico que bebe de las visualidades difundidas por el reguetón y una selección de locaciones que demuestra las singularidades de Valparaíso, por lo general ignoradas por los porteños; entre otras, la retrofuturista Población Márquez (uno de los primeros condominios sociales del país bajo la Presidencia de Gabriel González Videla) o la Galería Tres Palacios, repleta de espejos y salones de belleza.

Más allá de todo, "Ema" confirma los riesgos de un cineasta que, de distintas maneras, ha radiografiado los conflictos pasados y presentes de un país.

Ema, la nueva cinta de Pablo Larráin, transcurre en diversas locaciones de valparaíso, como la población marquez.


en resumen

"Ema" es la séptima película de Pablo Larraín. Estrenada en el Festival de Cine de Venecia, cuenta con las actuaciones protagónicas de Gael García Bernal y Mariana di Girólamo.

Por Andrés Nazarala R

fotograma de ema