Es frecuente que a nivel de la población, en general, se describa a la tartamudez como un defecto o dificultad que tienen algunas personas para hablar, acotado a la repetición de sílabas o ciertas palabras.
En estricto rigor, se trata de un trastorno que se caracteriza por una perturbación en la fluidez del habla debido a interrupciones involuntarias constantes en la emisión de sílabas o vocablos, la que también se manifiesta en la forma de bloqueos o prolongaciones excesivas de algunos sonidos.
Muchas veces, además, este tipo de episodios va acompañado de esfuerzos en la pronunciación, gestos de tensión, movimientos de cabeza o extremidades y alteraciones respiratorias, lo que contribuye a acentuar dicha condición en el afectado.
En Chile no hay estadísticas respecto a la tartamudez, pero estudios a nivel mundial revelan que el 5 por ciento de los niños de entre dos y cinco años presenta problemas de fluidez en su habla, fenómeno que puede durar hasta un máximo de nueve semanas, debiendo consultarse a un especialista en caso de prolongarse más allá de seis meses.
"De ellos, un número muy reducido, cerca del 1 por ciento, llegará a desarrollar la tartamudez en forma crónica. Es importante destacar que más allá de lo lingüístico este trastorno también repercute en otros ámbitos en la vida, como son el psicológico y el social", afirma la fonoaudióloga especialista en disfluencias Anita Quintana Riquelme, docente de la Escuela de Fonoaudiología de la Universidad de Valparaíso.
Fenómeno neurobiológico
Contrario a la creencia popular, la tartamudez no tiene que ver con el hecho de que la persona con esta condición sea nerviosa o hable en forma acelerada, sino que su origen está en una combinación de factores, principalmente neurobiológicos y genéticos.
En efecto, la evidencia actual revela quelos problemas de fluidez en el habla se heredan y afectan cuatro veces más a los hombres que a las mujeres, si bien algunos niños varones que la presentan no tienen antecedentes familiares u otro tipo de indicio que pueda explicar su aparición, como, por ejemplo, una lesión o daño cerebral específicos. En todo caso, recientes estudios de neuroimagen demuestran diferencias en el funcionamiento del cerebro de una persona normofluente y otra que tartamudea. Mientras que en la primera se aprecia la activación en el hemisferio izquierdo, en la segunda se produce tanto este último como en el derecho.
"Por una parte, existe un factor de herencia en la tartamudez, habiéndose hallado a lo menos diez genes asociados con su aparición. Por otro lado, se han observado diferencias en la estructura y funcionamiento del cerebro de las personas que tartamudean que afectarían el control de los movimientos que requerimos para el habla. A esto se deben sumar las vivencias de la persona con tartamudez al relacionarse con su entorno con esta condición favorecen la incorporación de sentimientos negativos, ansiedad y conductas de evitación frente a diversas situaciones comunicativas", explica a su vez el fonoaudiólogo y magíster en Neurociencias Gabriel Olate González,quien también es profesor de la Escuela de Fonoaudiología de la UV.
Estudios y estrategias
Considerando lo anterior, ambos académicos y especialistas sostienen que en nuestro país es necesario contar con estudios que permitan entender el tránsito que realiza la persona que tartamudea durante su vida, con miras a identificar los desafíos que enfrentaen el contexto de la realidad nacional. Además,sostienen que es imprescindible desarrollar estrategias de apoyo que sean idóneas y oportunas, y políticas que promuevan una verdadera inclusión.
"Hace falta información basada en la evidencia. En este tema no solo es imprescindible para ayudar a las personas con esta condición sino, también, para erradicar aquellos mitos que dificultan el buen trato a estas últimas y su plena integración", añade Gabriel Olate.
Necesidades de apoyo
En relación con los apoyos requeridos por la personas con tartamudez, es necesario considerar primeramente aquellas ayudas provenientes desde la familia y el entorno social, facilitando una escucha respetuosa que dé a la persona el tiempo que requiera para expresarse. Para ello se debe mantener un contacto visual natural, sin completar las frases de la persona que tartamudea, y evitando darle indicaciones como "cálmate" o "respira" mientras habla.
En lo relativo al contexto escolar, la fonoaudióloga Anita Quintana advierte que los estudiantes con tartamudez requieren de apoyos que favorezcan su desempeño en actividades que demanden expresión oral, como disertaciones y lectura en voz alta. Para ello resulta fundamental el trabajo colaborativo que incorpore a la familia, al establecimiento educacional y al fonoaudiólogo tratante.
"Finalmente, desde el punto de vista terapéutico, resulta fundamental la terapia fonoaudiológica desde un abordaje multidimensional. Si bien es cierto, las personas pueden beneficiarse de la misma a cualquier edad, la intervención cercana al momento de inicio de la tartamudez permite mejorar mucho el pronóstico, tanto desde la perspectiva de la fluidez de habla, como desde prevención, evitando la incorporación de concomitantes físicos y conductas de evitación que podrían intervenir en la comunicación", asegura la docente de la UV.