Mineras
Mamiña es un pequeño poblado termal en la precordillera de la I región. Unos pocos habitantes que se ven muy sobrepasados en cantidad por mil contratistas de una empresa minera cercana en periodos acotados. Hace años era un caos, alcoholismo, desorden, camionetas estacionadas en cualquier parte, alta velocidad, etc. Los habitantes con sus Juntas de Vecinos intercedieron con la minera y hoy vuelve a ser un poblado tranquilo.
En Antofagasta, donde muchas empresas mineras obtienen su riqueza, vemos camionetas con baliza y pértiga que poco le importa la ciudad. Alta velocidad, se estacionan donde pueden o quieren, obstruyen pasos de cebra. En faena tienen reglamentos muy estrictos, la obtención de licencia interna de conducir es mucho mas exigente que la licencia municipal. ¿Qué les pasa cuando llegan a la ciudad?
Mención aparte el lavado de vehículos mineros que dejan barro en las calles, que al secarse el viento esparce por todos lados polvo que tiene seguramente metales pesados.
Que las mineras tomen cartas en este asunto con sus colaboradores propios y de terceros.
Emilio Lagos
Seremi
El lunes de la semana pasada, el seremi de Educación, Hugo Keith, en un gimnasio de Tocopilla, ante madres, padres, apoderad@s y profesor@s, dijo: "Es una situación que bueno, a mi me tocó vivirla hace muchos años atrás y nunca pensé que la iba a tener que volver a repetir. Pero ojo, ni en esos tiempos (dictadura) fue tan violenta como ahora".
"Yo viví el tiempo duro y en ningún momento en ese tiempo duro se quemaron las cosas en el centro de Santiago… perdón, de Antofagasta".
Seremi, discúlpese por tergiversar la historia, para distorsionar lo que ocurre hoy, que son terribles y sistemáticos atropellos a los DD.HH. en la Región y en Chile. Y mis respetos a los y las tocopillan@s que lo pifiaron inmediatamente, recordándole que en Chile murieron casi 4.000 personas, asesinadas y torturadas durante la dictadura.
Andrea Merino, pdta. regional PS
Nueva Constitución
¿Cuál es la necesidad de una nueva Constitución en circunstancias que la actualmente vigente, que ha traído un innegable progreso para Chile es -según lo declaró el Presidente Ricardo Lagos Escobar el 17 de septiembre del año 2005, durante la ceremonia de promulgación del decreto supremo que estableció el texto de la Constitución de 1980 refundido, coordinado y sistematizado- "una Constitución democrática, acorde con el espíritu de Chile, del alma permanente de Chile. El nuevo texto constitucional se pone a la altura del espíritu democrático de todos los chilenos y hoy el país se une tras este texto constitucional"?
La única explicación plausible es la pretensión de desmantelar la actual institucionalidad que nos rige -que establece las bases de una sociedad libre y un orden público económico- y sustituirla por otra que establezca una sociedad colectivista, igualitarista y estatista; un sistema que lleva en sí el germen del totalitarismo.
Adolfo Paúl Latorre
Más que piedras
Los últimos hechos han sido como un tsunami social, pero una vez que nos revolcó la ola, balbuceamos hipótesis, armamos relatos y elevamos plegarias. Que se veía venir, que era evidente, que estaba latente, cómo no lo vimos; sí, todas las anteriores quizá. Lo que nunca formó parte de las premoniciones son la furia y la violencia desatada; los insultos y escupos, el desprecio y el pago de inocentes. La lluvia de piedras de chilenos contra chilenos es una escena conmovedora; las piedras representan la furia contenida, la ira desgarrada, la cobardía de la mano que se esconde y arranca, la desproporción de las emociones, el querer pulverizar al otro; no son precisamente una lluvia de ideas, son la irracionalidad concentrada en su dureza, no son en realidad las piedras angulares de los constructores. Podemos cambiar las estructuras, las leyes, los sueldos, el gobierno completo de diestra a siniestra, pero si no cambiamos nosotros, el país seguirá en una inercia, acumulando energía para el próximo terremoto social. La división más profunda no radica solo en la clase social y en las injusticias reclamadas, sino en el no poder mirar al otro desde la empatía y la humanidad, simplemente no verlo. Cambiar el corazón humano no sucede en la revuelta social, porque es una decisión propia, apagando la televisión, saliendo de las redes sociales y entrando en lo profundo de mi hábitat, donde, a veces, descansa la gran piedra: el propio yo. Ahí cabe justamente la pregunta: ¿Qué espera hoy Chile de mí? Parafraseando a André Frossard se puede decir que, hoy más que nunca se necesita una dulzura activa que quiebre, que exceda a toda violencia, capaz de hacer que estalle la piedra más dura y, más duro que la piedra, el corazón humano.
María Solange Favereau C Académica UANDES