Desde el 18 de octubre ha sido un solo coro que se repite por todas las calles y plazas de nuestro país: "Chile despertó". ¿es que el país estaba dormido? Al decir de la gente sí, sumido en un eterno adviento sin navidad. Las promesas del Arcoíris no llegaron, fue creciendo en la conciencia de los chilenos un sentimiento de indignación ante la injusticia, la degradación, el sufrimiento y que despertó "con el pie izquierdo". En el corazón de la gran mayoría de los chilenos se DESPERTÓ un NO + una sociedad tan inhumana. NO + una sociedad del rico epulón versus el pobre Lázaro. NO + una Élite privilegiada versus una clase media y baja olvidada, NO + un centralismo versus provincias sin poder de decisión. Porque los chilenos queremos y tenemos derecho a vivir en una sociedad más humana y con dignidad.
En este contexto cobra actualidad la llamada que Jesús nos hace en el evangelio al comenzar el adviento: "Vigilad", "vivir despiertos," "estad en vela". Es la actitud del que quiere vivir un cristianismo como lo vivió Jesús. Escuchar los gemidos de los pobres que sufren, de los enfermos sin remedio, de los abuelos abandonados, de los jóvenes sin sentido, de los encarcelados coartados de libertad, del pueblo mapuche sin sus tierras, de las familias que no concilian el sueño y de la vida que está en el vientre materno que también tiene derecho a vivir y en paz.
Quien ama de verdad y se siente solidario de todos los seres humanos, sufre al ver que todavía una inmensa mayoría no puede vivir de manera digna. Quien ama, vive animado por la esperanza, no cae en el escepticismo y la indiferencia ante lo que está pasando a su alrededor, al contrario, se esfuerza por cambiar la realidad y hacerla mejor. Quien ama no se encapucha, "no hace las obras de la noche, sino que se reviste con las armaduras del día" y "con la cabeza alzada", dando la cara y sin violencia lucha, por la justicia y la paz. Ante el panorama actual, la sensación térmica de la esperanza se ve baja, como de otoño. Sin embargo, el motivo fundamental de nuestra esperanza no está en lo que nosotros podemos hacer, sino en lo que Dios puede hacer en nosotros y con nosotros".
Oscar Blanco,
obispo de Calama