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Eskobar i Karvayo

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Alejandro Escobar y Carvallo (1877-1966) es uno de esos hombres cuya vida merece más de un libro. En la historia de los movimientos populares entre 1895 y 1920, es imposible mover una página sin que aparezca su nombre.

En tiempos de definiciones ideológicas confusas, destacó como líder anarquista junto a Luis Olea y Magno Espinoza, y fue cofundador de los primeros grupos que se identificaron como socialistas. Director de periódicos, orador ardiente y autor de textos incendiarios, solía firmar jugando con la ortografía de Bello.

Surgido del mundo obrero y artesano ilustrado, sería miembro de la "Colonia de Pío Nono", época en que actuaba de "médico naturista" y homeópata.

Fue Secretario de la huelga antofagastina de 1906, dejando testimonio de la tragedia que tiñó nuestra plaza. Al año siguiente, la matanza de Iquique le haría componer su famosa y fiera maldición al gobierno de Pedro Montt.

Después, su inquietud lo haría incursionar en la teosofía.

Alejado del anarquismo, entró al Partido Demócrata para hacerlo virar a la izquierda, lo que no sucedió.

Durante 60 años escribió folletos, artículos y poemas, que muestran su voluble intelecto, siendo hoy un tesoro para entender el pensamiento de su época. A fines de los 20, fue de aquellos antiguos ácratas y socialistas que fueron seducidos por el ibañismo y la ilusión del "Chile Nuevo".

En los 50 está en Antofagasta, como parte de un "Movimiento Humanista Ecléctico". Sus cambios le ganaron la condena de muchos y el silencio de los investigadores, a pesar de haber sido uno de los primeros en organizar a un pueblo olvidado y oprimido. La historiografía de izquierda haría lo propio con él y todos los líderes libertarios.

Hallamos su tumba, la que hoy solo visita su familia.

Frente a ella, recordamos su vida novelesca. Anarquista, socialista, demócrata, ibañista, teósofo, naturista, tapicero, humanista vegetariano, poeta, periodista, y líder obrero… complejo y contradictorio. ¡Memorable jornada habría sido una conversación con este hombre!

Los historiadores y biógrafos están en deuda.

Patricio Espejo Leupin, geólogo, escritor