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El Milagro de María

"Al celebrar a los santos Joaquín y Ana, pidamos al Señor que acreciente en nosotros las virtudes de la fe y la esperanza".
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Cada 26 de julio se celebra en la Iglesia Católica la fiesta de los padres de la Santísima Virgen María y abuelos de Jesús, San Joaquín y Santa Ana. Al celebrar esta hermosa memoria, surge la pregunta, ¿en qué lugar de la Biblia aparecen los nombres de Joaquín y Ana?, la respuesta es que los nombres de los padres de la santísima Virgen María no surgen de las sagradas escrituras, la memoria de los abuelos de Jesús la tomamos de la sagrada tradición de nuestra Iglesia, la que junto con las Sagradas escrituras y el Magisterios de la Iglesia, forman las tres columnas sobre las cuales descansa la Doctrina de la Iglesia.

Muchas veces se dice que Santa Ana y San Joaquín son los santos patrones de los matrimonios que luchan con la infecundidad, esto se debe a que un antiquísimo manuscrito, los presenta como una pareja que no tuvo hijos por muchos años, según dicho manuscrito, por largo tiempo Ana y Joaquín le imploraron a Dios que les concediera la bendición de concebir un hijo o una hija, por mucho tiempo este matrimonio tuvo una espera con fe y oración.

Sus plegarias fueron oídas; un ángel se presentó ante Ana y le dijo… Ana el Señor ha visto tus lágrimas, concebirás y darás a luz y el fruto de tu seno será bendecido por todo el mundo… El ángel hizo la misma promesa a Joaquín que volvió al lado de su esposa. Ana dio a luz a una hija, a la que llamó Miriam.

En la tradición de la Iglesia se venera a Joaquín y a Ana como personas que supieron alabar y adorar a Dios en medio de la tribulación, en medio de la desesperanza causada por la esterilidad y toda la connotación negativa que esto significaba para los judíos.

Hoy, al celebrar la memoria de los santos Joaquín y Ana, pidamos al señor que acreciente en nosotros las virtudes de la fe y la esperanza, de modo que podamos aceptar y cumplir la voluntad del Padre como hicieron estos santos y su hija Santa Maria.

Óscar Blanco Martínez

Obispo de Calama

La escurridiza realidad

"Esta situación, en medio de la pandemia, se ha vuelto más grave y contribuye de manera cierta a generar incertidumbre". César Trabucco, Sociólogo
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¿Qué es la realidad? Es un problema difícil de resolver y la filosofía ha invertido litros de tinta tratando de definirla. La física, ciencia positiva adelantada, se ha visto en duros aprietos para alcanzar consenso, y el principio de incertidumbre de Heisenberg la pone en duros aprietos. Maturana y Varela, desde la biología, afirman que la realidad depende del aparato perceptor del observador.

En lo social la realidad pasa por más aprietos aun dado que esta se construye a través del lenguaje y allí la cosa se complica hasta el infinito, así necesitamos ponernos básicamente de acuerdo a que nos referimos cuando hablamos de la realidad y esa realidad es necesariamente fruto consensuado de distintas perspectivas que en contraste construyen lo que llamamos finalmente los hechos de la realidad.

Esta situación, en medio de la pandemia, se ha vuelto más grave y contribuye de manera cierta a generar incertidumbre. El manejo de los datos estadísticos se ha vuelto una pesadilla, allí los expertos han jugado con la realidad a piacere, entre los datos que genera el ministerio, los municipios y los centros de estudio es muy difícil saber si estamos en escalada, en la meseta o en franco descenso y ya dudamos de todo y con razón.

Nuestro país fue normalizando esta incertidumbre respecto de la realidad, a partir del manejo estadístico desde hace mucho tiempo. Éste país de 25.000 dólares per cápita, vive endeudado hasta tres veces su ingreso asfixiado antes de llegar a fin de mes. País que estaba mejor preparado que Italia para enfrentar la pandemia en enero ha tenido que enfrentar los datos e intentar ponerse de acuerdo para tratar de salir de la tragedia poniéndonos de acuerdo en cuales son los hechos que podamos llamar consensuadamente la realidad. Esto sin mencionar que aún no sabemos realmente cuantos somos a partir de censos fallidos.

Esta disputa por definir los hechos de la realidad, los ciudadanos de a pie, esperamos se resuelve en los órganos políticos por excelencia para el debate y construcción de consensos básicos, la cámara de diputados y el senado. Ésta semana observamos, estupefactos, como se desarrollan estas discusiones de altísimo nivel. Cuando uno de los honorables hace uso de la palabra el resto se pasea, hablan por teléfono, chatean, conversan en pequeños grupos o derechamente ven televisión para definir el momento adecuado para hacer fila, literalmente, para dar una opinión en cámara. Así se alcanzan los consensos con monólogos que nadie escucha y pareciera a nadie importan

El drama es que allí se genera, teóricamente, el consenso para actuar sobre una realidad que nadie conoce a ciencia cierta y que nadie hace mucho por construirla colectivamente para alcanzar un mínimo de eficiencia en la generación de políticas públicas. Verlos sesionando en TV explica muchas cosas.

Un poco de calma

Hay dos cosas que siempre llaman la atención de estos tiempos: la deficiente interpretación de la "realidad" y la escasa capacidad de conversar y acordar. La falta de empatía tiene explicaciones profundas y variadas, sin duda, pero una de las fundamentales parece ser la consolidación de la subjetividad como el juicio verdadero y único frente a los demás.
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El Estudio Nacional de Formación Ciudadana, aplicado por la Agencia de Calidad de la Educación en escolares de 8° básico en 2018, mostró que uno de cada tres estudiantes cree que la violencia es un medio válido para lograr lo que uno quiere. Según el análisis, el 65% de los escolares dice que el fin justifica los medios para lograr la paz y el 66% está de acuerdo con que la ciudadanía castigue a los criminales por sus propias manos, como ocurre en las llamadas "detenciones ciudadanas".

Es decir, una parte importante de la población, tiene un desapego enorme de las formas de la sociedad, de los límites que esta tiene. Así tanto como muchos están dispuestos a recurrir a la violencia para conseguir objetivos, consideran legítima la justicia por propia mano.

En ambos casos, lo sabemos, los resultados son bien terribles. Nunca terminan bien.

El antecedente es necesario, quizás más que nunca, considerando todo lo vivido en los últimos meses y semanas. Con una violencia inusitada, pero que no es exclusiva de sectores populares, también de autoridades y especialmente de miembros del Congreso.

Diputados amenazando con la violencia en ciernes, otras corriendo por el hemiciclo, celebrando como si aquel fuera el espacio de una barra de fútbol. La emocionalidad ciega parece haber ocupado todos los espacios, al punto de opacar casi por completo cualquier intento de racionalidad y análisis algo más frío de lo que nos rodea.

El maltrato y falta de empatía que apreciamos en tantos lados tiene explicaciones profundas y variadas, sin duda, pero una de las fundamentales parece ser la consolidación de la subjetividad como el juicio verdadero y único frente a los demás. Aquello es lo que apreciamos en distintos niveles y que solo recogemos después de años de deterioro del lenguaje y de asignar un valor excesivo a la competencia por sobre la colaboración.

Al final, los seres humanos somos entes culturales, sujetos a ella (lo que no implica determinismo) y reproducimos buena parte de los patrones que la sociedad tolera como aceptables, mientras normaliza otros. Y eso es lo malo: normalizar algo que debe estar vedado, en tanto el respeto por el otro se entiende como un valor supremo que traerá los mejores efectos para la convivencia y el futuro.