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Contagios en los pueblos del interior

Pequeñas localidades de la región están registrado brotes de covid y sus habitantes claman por ayuda. Hay una realidad ahí que debe mirarse con más atención. La situación de Quillagua, Talabre, Toconao o Machuca, entre otros, es compleja, y ha quedado invisibilizada ante las cifras de las grandes ciudades, que por cierto son más elocuentes.
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En sólo cuatro meses el coronavirus logró extenderse a prácticamente todos los rincones de la región, incluidos los pueblos del interior. En estas pequeñas localidades, algunas de apenas unas centenas o decenas de habitantes, el avance del virus ha sido incluso más arrollador que en las grandes ciudades, lo que mantiene a sus habitantes en un constante y justificado estado de alerta.

Quillagua, por ejemplo, reportó hace pocas semanas más de 30 contagiados en un universo de 150 habitantes. La pequeña localidad, situada en la ribera del río Loa, en la comuna de María Elena, ya confirmó también a su primera víctima fatal, quien era la cuidadora del museo de la localidad.

La historia se repite en Talabre, donde se sabe de 21 contagiados (100 habitantes); en Toconao, donde habrían al menos 35 (650 habitantes); en la fronteriza comuna de Ollagüe, que tiene 23 contagiados (332 habitantes); y en Machuca, donde existen antecedentes de otra persona fallecida por el virus y por lo menos 5 contagios (80 habitantes).

La situación de los pueblos del interior es compleja, y ha quedado invisibilizada ante las cifras de las grandes ciudades, que por cierto son mucho más elocuentes.

Pero hay que considerar que el panorama de los pueblos del interior es particular. Se trata de comunidades escasamente conectadas y cuya población mayoritaria son personas de la tercera edad, quienes como se sabe, son las más amenazadas por la enfermedad. Muchas de estas comunidades -además- carecen de postas, ambulancias o personal capacidado que pudiera asistir a enfermos, y tampoco poseen suministro constante de electricidad o agua potable, lo que dificulta mantener medidas preventivas básicas.

Hace pocos días dirigentes de varios de estos pequeños poblados alzaron la voz para pedir ayuda urgente. Se sienten poco apoyados y ven con temor que el virus avanza rápido en sus localidades. Y a ese llamado debemos que poner la máxima atención.

El coronavirus puede causar graves consecuencias en estas localidades alejadas y en su esforzada gente, quienes corren el peligro de transformarse en las víctimas invisibles de la pandemia.

¿Piñera pasa agosto?

"Los últimos dos gobiernos tienen un antes y después que incluso se puede marcar en el calendario" Darío Quiroga, Sociólogo
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Hace unos días participé del seminario ¿Piñera pasa agosto? junto a intelectuales y pensadores de un amplio espectro político como la premio nacional de periodismo María Olivia Mönckeberg, el intelectual liberal Cristóbal Bellolio o Hugo Herrera, uno de los más brillantes pensadores de la derecha chilena. Todos ellos aceptaron participar de un seminario que tiene una pregunta que en cualquier otro momento de la historia democrática chilena pasaría o por un chiste de mal gusto o un intento casi sedicioso de socavar la institución presidencial. Hoy la pregunta sobre si "Piñera pasa agosto" es posible no solo en la calle, sino en espacios académicos, políticos y comunicacionales. Ese puro hecho es la constatación de al menos 2 cosas: el frágil estado del actual gobierno por un lado y por el otro la caída de la institución presidencial como modelo de representación política legitimado por más de un siglo.

Vamos por parte. El gobierno de Sebastián Piñera viene en caída libre desde el 18 de octubre pasado. Esto que digo no es una opinión sino una constatación. Por de pronto nunca más pudo volver a levantar alguna medida propia de su sector político y de su programa de gobierno, sino que estamos en un loop infinito de anuncios semanales o quincenales, de bonos, préstamos, subsidios y otras medidas más propias de un gobierno de la concertación. Pese a ello no hay medida que permita hacer sacar al gobierno del sotano de las encuestas, sencillamente porque la magnitud de lo que movió el estallido en la sociedad chilena, la cantidad de malestar social acumulado, profundizado con el mal manejo de la pandemia, no se corrige con esas medidas más propias de un Chile que ya no existe. La crisis sin precedente del gobierno de Piñera me lleva a una segunda reflexión más estructural: los últimos dos gobiernos tienen un antes y después que incluso se puede marcar en el calendario y que para el presente análisis implica el fin de su mandato, al menos en el sentido de presidentes con agenda, prioridades y legitimidad que permita sostener un liderazgo posible y que no solo descanse en el formalismo de decir: "fue elegido por cuatro años".

En el caso de Bachelet, el 6 de febrero del 2015 con la publicación de prensa que da inicio al caso Caval, marca en la práctica el fin al impulso presidencial de la Nueva Mayoría. 11 meses habían pasado desde que Bachelet asumiera el mando. En el de Piñera fueron 19 meses hasta el 18 de octubre del 2019. ¿Puede un país de verdad, puede un sistema llamado democrático sostenerse sobre la base de tal precariedad institucional? Ha podido durante 30 años post dictadura, pero ya lo dicen los muros de Chile, "no son 30 pesos, son 30 años", y lo que pudo sobrevivir lo hizo horadando las bases de la legitimidad presidencial y todo el complejo entramado de instituciones y normas que esta figura soporta.

Quizá es hora de salir de una vez de esta ilusión infantil de buscar al padre o madre protector y buscar gobernanzas que se ajusten más a los ritmos de la vida actual y a la posibilidad de los ciudadanos de ser parte cotidiana de las decisiones. El probable fin anticipado del gobierno de Piñera debiera abrir la puerta a una discusión más profunda y consistente que aborde de manera madura la creciente voz de la ciudadanía.

¿Por qué no dar las gracias?

"Tantas y tantas ¡gracias! que han quedado silenciadas, olvidadas, mas lo ingrato es aquella expresión de gracias negada o no dada". Raúl Caamaño Matamala, Profesor Universidad Católica de Temuco
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¡Gracias! ¿Recuerda usted cuándo fue la última vez que las expresó? ¿Fue hoy? ¿Recuerda a quién y por qué? ¡Gracias! Expresión tan valorada y tan poco brindada. El individualismo que se ha asentado en estos tiempos, estimo, es en buena medida la razón de tan poca práctica. La suficiencia de las personas en sus actuaciones, si no la vanidad han incidido en no expresar de manera graciosa, amable, la satisfacción de un simple proceder del que somos beneficiados.

¡Gracias! ¿Por qué no darlas, por qué negarlas? Lo que hacemos, lo que decimos normalmente tiene un destino, un destinatario, un propósito, es algo natural. Todos lo hacemos, y es un ejercicio que es de ida y de venida, es decir, todos, todos nos beneficiamos de manera directa o indirecta de lo que se dice o decimos, de lo que se hace o hacemos en nuestro habitual departir, compartir o convivir.

¡Gracias! Siempre, sí, siempre las debemos o las quedamos debiendo.

En este tiempo de crisis sanitaria mundial, en nuestro propio convivir, en el de nuestro país, percibo que la expresión de gratitud también está a la baja. ¿Alguna expresión nuestra, alguna acción o reacción nuestra no ha de ser digna de un "gracias"? No creo que todo sea tan malo, o que esté todo mal o tan mal. Nadie es per se malo. Algo, algo ha de merecer un ¡gracias!

Y, aquí va mi reconvención directa. ¿Por qué no dar las gracias? Estimo que más de algo que decimos es merecedor de un ¡gracias! gentil, más de algo que hacemos es digno de un atento ¡gracias! Y ¡ojo! que creo que nada hacemos intencionalmente para aguardar la expresión de gratitud donada.

¿Por qué no dar las gracias? Tantas y tantas ¡gracias! que han quedado silenciadas, olvidadas, mas lo ingrato es aquella expresión de gracias negada o no dada.

Dar las gracias es no solo buen gesto de humanidad, de solidaridad, de compañerismo, de fraternidad, es también el principio de soldar, cimentar lazos sólidos, firmes en una comunidad de personas.

¡Gracias, muchas gracias! ¿Por qué? Porque sí, no hay un único motivo por el cual expresar las gracias. ¡Son muchos los motivos, caramba!

Esta expresión de gratitud es más, mucho más necesaria en este particular tiempo de pandemia. Nuestra sensibilidad está tocada, y conviene ser expresivos en gratitud. Hoy se escuchan, se ven y se leen más expresiones que lapidan, denuestan, ensucian, sepultan. Aunque cueste, aunque les cueste, aunque nos cueste, digamos ¡gracias! Dar las gracias es una donación, un regalo, un presente, que no requiere papel ni cinta de colores.

Que no pase de moda dar las gracias. Es hora de cambiar. Estamos todos invitados.

Si han llegado al final de esta columna, ¡gracias, muchas gracias!