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Paz positiva para Chile

"Los pueblos indígenas han buscado durante años el reconocimiento de sus identidades".
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Paz, en términos simples, se refiere a la ausencia de conflictos y se deriva del orden y la armonía en todas sus partes. No obstante, en palabras de desarrollo económico y social existe el concepto de paz positiva. Esta es la presencia de actitudes, instituciones y estructuras que construyen y sostienen sociedades pacíficas, de acuerdo con el Instituto para la Economía y la Paz (IEP).

Bajo este concepto, se ha realizado un análisis estadístico que mide a 162 países, a través de ocho pilares: Gobierno funcional, libertad en el flujo de información, distribución equitativa de los recursos, bajos niveles de corrupción, buenas relaciones con los vecinos, altos niveles de capital humano, ambiente propicio para negocios y aceptación de los derechos de otros. Por lo tanto, la paz positiva apunta a la capacidad de una sociedad para crear las bases sólidas que permitan cubrir las necesidades de sus ciudadanos, y al mismo tiempo, disminuir los agravios que surjan y solucionar los desacuerdos, evitando la violencia y generando formas de tolerancia para vivir en armonía.

Es así que, en medio de la pandemia, el estallido social, el desprestigio de las instituciones, la crisis económica y recientemente la violencia en La Araucanía, hoy más que nunca debemos construir imperiosamente, entre todos, una sociedad con cimientos de paz positiva.

Mientras en agosto se conmemora el día internacional de los pueblos indígenas, resulta imposible no reflexionar en torno a nuestros pueblos originarios y, en especial, a la violencia desatada entre seres humanos indistintamente sea su origen. ¿Cómo es posible que en más de medio siglo no hemos sido capaces de establecer un diálogo fecundo y encontrar soluciones concretas al conflicto que cada cierto tiempo emerge con más fuerza?

Lo cierto, es que no debemos permitir la violencia venga de donde venga, y nuestras autoridades tienen la enorme responsabilidad de convocar y fortalecer el diálogo con el pueblo mapuche tras los tristes episodios. La solución al conflicto no solo pasa por instaurar la seguridad pública para una paz efímera, sino más bien, hay que construir esos cimientos: conversar, respetar las diferencias, bajar la tensión, reestablecer las confianzas mirándonos a los ojos y abrirnos hacia un espacio que quizá aún no ha sido explorado y debemos descubrir. Resulta entonces un deber moral, abordar la problemática desde un enfoque multidimensional, con énfasis en la interculturalidad y el respeto incondicional al ser humano.

Los pueblos indígenas representan más del 5% de la población mundial, y han buscado durante años el reconocimiento de sus identidades, su forma de vida y su arraigo a territorios tradicionales, manteniendo sus culturas y formas de vida. Por ello hay que enfrentar con decisión, debemos reconocer el aporte que brindan a la sociedad chilena.

El mundo empresarial lo está intentando y hay que destacar que hace un tiempo han iniciado el camino de integrar la dimensión de los pueblos originarios en su estrategia de negocio, desarrollando programas, con herramientas y recursos a lo largo del país. En muchas zonas se fomenta la contratación y formación de personas indígenas en las comunidades donde la empresa tiene operaciones, respetando la cultura local a toda la cadena de valor. Es así, con acciones concretas, que se puede contribuir al desarrollo y dignificación de las comunidades indígenas, para que todo ello contribuya a crear las bases de la anhelada paz positiva.

Margarita Ducci

Directora Ejecutiva Pacto Global Chile, ONU

Madre de Guadalupe, mi hogar es tu santuario

"Este año el desafío es pasar de la devoción de lo extraordinario a una devoción de lo cotidiano..."
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A quince días de celebrar la fiesta de la Natividad de la virgen María, bajo la advocación de Nuestra Sra. Guadalupe de Ayquina, la invitación es a no subir al poblado de Ayquina, como era costumbre. En esta ocasión y debido a la contingencia, nuestra casa se convertirá en un pequeño santuario de fiesta y devoción a nuestra madre.

"Virgen, doncella joven/ madre, si tú no vuelves a aparecer/ también Dios se entristecerá" (David M. Tiraldo). Si tú no vuelves aparecer, pero no en las grandes apariciones ya existentes, no a nuestros ojos necesitados de visiones, sino en el corazón de la fe; si tu no reapareces en los gestos, en los pensamientos, en la vida cotidiana de la casa, de la familia, cambiando el modo de creer y vivir la fe, toda nuestra vida cristiana se entristecerá.

"La verdadera devoción consiste en la imitación de las virtudes humanas y evangélicas de María, su destino es nuestro destino" (LG Cap.VIII). Nuestra devoción mariana, nos debe llevar a parecernos a ella; personas a quienes se nos ha anunciado el evangelio, personas de Dios, anunciadores del reino, que cuidan al Dios niño presente entre nosotros, que salen a ponerse al servicio de los demás, como en casa de Isabel, que animan la alegría y la fiesta como en Caná, que están a los pies la cruz, de sus hermanos los pobres, los enfermos, migrantes, las víctimas de la violencia. La verdadera devoción no consiste en muchas devociones, sino en convertirnos en madre de Cristo y ayudarle a Dios a encarnarse en estos tiempos, en estas circunstancias de crisis, en esta mi casa y en la casa común.

La Guadalupe de Ayquina, como mujer de casa, nos hace el gran desafío para este año: pasar de la devoción de lo extraordinario a una devoción de lo cotidiano, que es sencilla, familiar, humilde, traspasada por el amor de Dios. La devoción de la casa: del lugar de las necesidades, de comida, de salud, de paz, del gusto por las cosas ricas, donde se transforman los frutos de la tierra, la lluvia y el sol, donde Dios sabe a pan nuestro de cada día.

La casa no es solo la morada que acoge y resguarda, es el espacio del encuentro de la Iglesia doméstica, donde Dios se hace presente, te acaricia en un día de alegría, de lágrimas, de duelo, de incertidumbre, en el cansancio de la rutina, en el abrazo pleno de amor de madre y padre, de hermano y amigo.

Este año no subiremos a la casa de María Guadalupe de Ayquina, pero ella vendrá a la nuestra, trayendo en sus brazos a su hijo Jesús. Será un encuentro donde la alegría dará paso a la danza y la fe se hace hospitalidad de un Dios cercano y encarnado, enamorado del ser humano, en quien se puede confiar y esperar en tiempos mejores. "Para que tu hijo crezca, Chinita, y yo disminuya".

Óscar Blanco Martínez

Obispo de Calama

Pocos liderazgos

El país -y el planeta- sufren los efectos de una casi completa destrucción de la legitimidad de las instituciones. Si eso no es aceptado y corregido, las crisis continuarán. Hemos toleramos que personas sin vergüenza, con pasados oscuros, lleguen al Parlamento, a los gobiernos regionales, a los municipios. Todo se ha relativizado, los estándares han caído.
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No cabe duda de que buena parte de las causas de las crisis que vive el país -y también el mundo, hay que agregar- es por la ausencia de liderazgos potentes, creíbles, creativos, honestos, conectados al mundo y a la sociedad y ciertamente, trabajadores.

Chile -y todo el planeta, debemos enfatizar nuevamente- coquetean entre los extremos de uno y otro lado, con un centro que desaparece, mientras se impone el debate pueril, inocente e ignorante de la izquierda más extrema, fundamentalmente representada por el Frente Amplio y una derecha muy insensible a las demandas sociales y con mínima capacidad para proponer una construcción de país que supere solo los aspectos económicos.

Un buen ejemplo es el ejecutivo, que ya tiene un escaso nivel de administración y está sujeto a un cogobierno desde el Congreso, desde la calle e incluso ante un autodenominado machi, condenado, nada menos, que por el asesinato de dos ancianos en La Araucanía. Peor aún, ni siquiera parecen ser conscientes del poder que tienen y que deben ejercer.

Pero esto no es solo exclusivo de lo político. Sacerdotes pederastas, pastores corruptos, empresarios que se coludían o mienten para tener más utilidades, que abusan del medioambiente y sus trabajadores, son parte de una realidad que se ha hecho recurrente y tolerada.

Ante tal escenario el poder asumido por grupos anómicos no es extraño, pero sí peligroso, porque la administración no puede ejercerse desde la calle, sino desde la estructura que debe recuperar la legitimidad perdida casi por completo.

Hemos toleramos que personas sin vergüenza, con pasados oscuros, lleguen al Parlamento, a los gobiernos regionales, a los municipios. Todo se ha relativizado, los estándares han caído, el individualismo galopante ha hecho mella enorme, dando al éxito económico una supremacía enorme por sobre otras características más profundas e igualmente necesarias para la construcción y modelación de la sociedad.

¿Qué clase de orden, algo básico y elemental para la vida en cualquier sociedad, podemos esperar con este tipo de liderazgos mediocres o ausentes?

El esfuerzo debe ser conjunto, en todos los planos. Buena parte del momento es explicado por este deterioro evidente y reconocer que esa pobreza que hoy campea es el primer paso para comenzar a salir del fango.