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Cosas del pan

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Regreso de compras, con el permiso que nos impone la pandemia. La bolsa del pan -tibio aún- se balancea mientras vuelvo a casa. Paso a paso, ordeno recuerdos de tiempos idos, de años en que el pan nos era difícil… Y muchas veces, escaso.

¡Con qué fiereza encaré a un compañero de la Escuela 12, cuando lo sorprendí tirando un trozo de pan al canasto de la basura! ¡El pan es la cara de Dios y vos lo tiras al tacho…! -le dije. Me devolvió una sonrisa y me regaló la otra mitad de una marraqueta que guardaba en su bolsillo.

Eran tiempos en que las panaderías mostraban las "colizas de Manteca", con arabescos y trenzas de masa dorada. De "macarenas" , "bollos" y "chocosos" que ya no están… Y del desprestigiado "Monroy". De esa dorada "Cagadita", con que los panaderos desayunaban, aprovechando el primer horneo.

En esos tiempos de estrecheces, se decía que "el que come pan se pone tonto". Era la dolorosa excusa de las madres para que el pan durara, restringiendo su consumo. En años difíciles, el pan era un tesoro que se guardaba (¿O se escondía…?) en tarros con tapa "para mantenerlo fresco". Otros, afirmaban que "al que come pan le salen piojos". El objetivo era el mismo: reducir el consumo porque escaseaban las chauchas para comprarlo.

Entonces, se recurría a las manidas sopaipillas. Fritanga que nos convocaba alrededor de la sartén. Calientes, grandotas y agujereadas, las comíamos con fruición, aún a riesgo de quemarnos la boca. Buenas sucedáneas del pan batido, de las hallullas o colizas. Una alternativa -aunque poco común- eran las "churrascas", de masa humilde y sencilla, hechas sobre una parrilla: acompañadas con queso de cabra eran una delicia que solo podíamos disfrutar "los días de pago".

Alguna vez me cuestioné. ¿Por qué el rezo nos hablaba de "el pan nuestro de cada día" si había veces que ese pan no era nuestro y no estaba en la mesa de mi casa todos los días…?

La respuesta la tuve cuando hube de trabajar para ganarme el pan "con el sudor de mi frente".

Hoy, la tibieza del pan abrió las puertas del recuerdo a la hora del desayuno

Jaime N. Alvarado García, Profesor Normalista - Periodista - Escritor