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Ya no somos ese Chile que mostrábamos antes Soy optimista de poder inyectar una mira social Hay que pensar más allá del abismo presente Comprobé cómo el Estado puede ser el actor más violento Tener acceso a información confiable fue un desafío Fue un llamado de atención a repensar nuestro futuro La nueva constitución es una luz al final del túnel Queda un largo camino para generar transformaciones Ya no hay vuelta atrás, nadie puede ahora mirar a otro lado

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Hoy tenemos un país con ciudadanos más demandantes y exigentes, cansados de tanto esperar. Hoy cuando decimos "Chile despertó" significa que los jóvenes dieron el primer paso para que cambios reales fueran más que un discurso. No debemos desconocer que ha habido mucha violencia, pero todo eso es el fruto de tantas desigualdades y tantas promesas incumplidas que arrastra nuestro país, como lo son tener el "derecho" a educación de calidad, acceso a la salud, vivienda, tener un trabajo y una jubilación digna para nuestra tercera edad. El país ha cambiado, ya no somos ese Chile que mostrábamos ser. Hoy sin duda tenemos una gran tarea, lograr equidad, solidaridad y el reconocimiento a la igualdad de género, a los pueblos originarios, y a todos los que necesitan más respeto y reconocimiento. Debemos estar convencidos de que es nuestro deber participar en este proceso para que los anhelos sean plasmados en una nueva carta constitucional , de lo contrario todo será en vano. "Chile cambió", y esta frase debe ser de bronce sólido.

El día 18-O muchos chilenos no dieron para más. Frente a demandas históricas y reales, millones de chilenos en todas las regiones del país empezaron a movilizarse exigiendo una mejor calidad de vida. Se repetía en los carteles pensiones, educación, abusos. Un estallido social que venía acumulándose sin que muchos se dieran cuenta. Desde nuestra región veníamos planteando un Nuevo Trato con nuestras comunidades. Sin embargo hechos de violencia y la comisión de delitos, en gran medida a manos de jóvenes chilenos, se tomaron los movimientos sociales y pacíficos. Algunas voces decían, actúan así porque no tienen nada y por tanto no tienen nada que perder. Estamos frente a una crisis social, institucional, a una profunda crisis de confianza. Fui parte del acuerdo nacional firmado en la madrugada del 15 de noviembre que permitió dar una salida institucional a la crisis que estamos viviendo. Soy optimista de lo que hemos avanzamos estos años y soy optimista de poder inyectar una mirada social a las políticas públicas.

El 18 de octubre de 2019, fecha del estallido social por el aumento de tarifas en la empresa estatal Metro, y no obstante la lejanía aparente, quedé perplejo como tantos ciudadanos que inicialmente vimos con indignación la quema de estaciones, o vivimos la destrucción de mobiliario urbano, pues: A grandes ideas, prácticas realidades también, y hoy como adultos vivimos en una "deudocracia representativa", con su normalización de conductas cívicas a través de la presión crediticia, y sus CAE superiores al 35% anual en tiendas de retail, que en la UE sería condena por usura.

Cómo vivir con indiferencia, si tenemos una crisis moral y de legitimidad, donde el principio de autoridad está claramente deteriorado transversalmente, y todo está bajo cuestión con bajos niveles de adhesión: la Justicia con sus decisiones, el Parlamento con sus acuerdos; el Poder Ejecutivo por su capacidad de gobernar; las Empresas por su capacidad de aportar al progreso, las iglesias para cohesionar voluntades y espíritu, y las familias para ser la base fundamental de la sociedad. Quizás en Ercilla, Bello, Bilbao, Mistral, o Neruda está el Alma de Chile, que nos permita pensar el país, más allá del abismo presente, con la perspectiva de futuro.

Sandra Berna

Consejera regional

Paulina Núñez, Diputada, Daniel Guevara, Abogado

El 18 de octubre de 2019 yo estaba en Santiago, dormíamos en casa de un amigo literalmente a cien metros de La Moneda. Era la hora de almorzar y queríamos llegar a un restaurante del barrio Italia. Tuvimos que caminar porque era imposible tomar el transporte público.

Empezamos a comer bien avanzada la tarde, solo estábamos nosotros en el local y, cuando quisimos regresar, tuvimos que pedir ayuda para arrendar bicicletas y poder regresar a La Moneda.

Había un ambiente muy raro en la calle, mucha gente caminaba con urgencia, nosotros aún desconocíamos el motivo. Mi sorpresa fue cuando cruzamos "La Alameda" para llegar de nuevo a La Moneda y era como atravesar una bomba de humo.

Yo no entendía nada, solo quería recoger mi equipaje e irme a Curacaví donde, supuestamente, iba a pasar el fin de semana. Nunca llegamos. Tuvimos que arrendar una pieza cerca de Bellas Artes y el sábado, por primera vez en mi vida, vi arder la ciudad.

Observé atónita cómo saqueaban el edificio del Comercio, destrozaban las micros y extraían centenares de productos de tiendas y supermercados. Trataba de comprender lo que veía. No fue fácil. Nunca estaré a favor de la destrucción o los saqueos, sin embargo, y después de muchos años viendo los niveles de desigualdad existentes, sobre todo en Antofagasta, puedo comprender el nivel de rabia de las personas.

Además, con el tiempo, comprobé cómo, incomprensiblemente, el Estado es el actor más violento de todos. Quizá no fue de la mejor forma, pero celebro que la población estallara, que dijera "basta", que cuestionara un sistema que es a todas luces injusto, que desconfiara de los políticos existentes, que, en definitiva, aquello desembocara en un proceso constituyente que abre la posibilidad de un Chile más equitativo y promueva de verdad derechos tan básicos como salud, la educación o la vivienda. Espero así sea.

El estallido social puso en primer plano demandas muy justas, presentadas de maneras complejas e intensas. Tener acceso a información confiable fue uno de los desafíos más difíciles pues la automatización de noticias falsas en redes sociales y la desconfianza a los medios tradicionales subieron la vara de una prueba que ya en condiciones normales cuesta superar. En ciencia enfrentamos esto todo el tiempo, viendo cómo bajo la misma dinámica muchas veces se confunden ciencia y pseudociencia, afectando la calidad de vida. Debemos evitar esto, por medio de contrastar fuentes y evaluando por qué aceptamos como ciertos algunos hechos e ideas. Nuestro pensamiento será más robusto mientras más lo sometamos a la crítica racional de quienes piensen distinto. Los cambios tendrán mayor chance de llegar para quedarse si al proponerlos superan este escrutinio.

El estallido social del 18 de octubre de 2019, será recordado como un hito del fin de una etapa de la historia reciente de Chile, y el inicio de un nuevo camino de cambios en la sociedad chilena a partir de la nueva Constitución.

Para los antofagastinos, el estallido significó la visibilización del descontento social con las condiciones de vida y la precaria situación económica que afecta a cientos de sus habitantes, fue un llamado de atención a repensar el futuro de las ciudades y las desigualdades. Tampoco la región estuvo al margen de los desbordes , la violencia y la destrucción, pero no bastará con condenar aquellos hechos, sino que va a requerir abrir cauces reales de diálogo y concertación con una sociedad que se percibe excluida del desarrollo.

Más allá de la pandemia, que ha venido a alterar nuestra cotidianeidad, el momento histórico que vivimos puso en evidencia que la estabilidad social de nuestro país pendía de un hilo. Las instituciones no funcionan y no queríamos enfrentarlo, porque eso implica asumir la responsabilidad de hacer algo al respecto. No tengo respuestas del por qué permitimos que nos hicieran sentir una y otra vez que éramos engañados. Supimos de colusiones, corrupciones, represiones y nos enojamos con las vulneraciones a nuestros derechos básicos. Pero solo hicimos eso: enojarnos y acumular cada vez más rabia. Era una olla a presión que finalmente no aguantó más. Este colapso nos obliga a reflexionar y re-pensarnos. Cada uno de nosotros debiera preguntarse qué hace o deja de hacer para construir un mejor país. Frente a ello, una nueva Constitución aparece como una luz al final de túnel, como un salvavidas moral que solo funcionará si nos involucramos. Si nuevamente tomamos palco, ponemos en riesgo la esperanza y anulamos el merecido protagonismo de nuestras propias vidas.

Conchita de la Corte

Exdirectora del SJM

Eduardo Unda Sanzana, Astrónomo, Cristian Rodríguez, Director IPP-UCN

Sin duda el estallido social constituyó un remezón no solo para la política, sino que también para toda la sociedad chilena, que vio como en un abrir y cerrar de ojos el modelo chileno, que supuestamente había generado progreso y bienestar, se venía abajo producto del descontento y frustración acumulada por años.

A partir de lo ocurrido se ha generado un espacio importante para volver a discutir los temas centrales que como sociedad no habíamos resuelto: la desigualdad y la falta de oportunidades, quedando un largo camino por recorrer a fin de generar las transformaciones que el país necesita en pos de construir un Chile en el que todos se sientan parte integrante. El plebiscito constituye un paso importante en este camino, ya que permitirá encausar la lucha y la esperanza de que podemos avanzar en verdaderos cambios que construyan el Chile que todos soñamos.

No parece que hubiese pasado un año desde que nos despertamos el 18 de octubre. Si es que compartimos esa sensación de despertar, compartimos que durante décadas todos aceptamos las brechas, las desigualdades, las injusticias. Somos cómplices cada uno de nosotros y en nuestro rol, de no haber relevado, de no haber visibilizado aún más a nuestra real sociedad.

Ya no hay vuelta atrás , nadie podría hoy mirar a otro lado. Tenemos el problema y debemos enfrentarlo. Sólo me pregunto si seremos capaces todos de superar el diagnóstico y heredar un mejor Chile a las futuras generaciones. Ya sea por la vía legislativa, como proponen algunos, o por la vía constitucional; espero despertar un día y que no hayan pasado 30 años .

Pedro Araya, Senador, Carolina Gallo, Periodista ATV, Luis Núñez, Artista plástico