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Viajando con los ojos de Gumucio

A través de crónicas en las que desliza su particular mirada, el escritor Rafael Gumucio construye en «La piel del mundo» una cartografía etnográfica de lugares tan disímiles como Nueva York, Puerto Príncipe o Barcelona.
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Este año Gumucio se ha dedicado efusivamente a escribir teatro, que la compañía Cow Company estrena vía zoom.

En el inicio de «La piel del mundo», Rafael Gumucio reconoce que sufre lo indecible ante una frontera y que ha pasado tardes de auténtico dolor frente a los cajeros automáticos que no se comunican con su cuenta corriente en Chile o soportando el acoso y la mala onda de los agentes de policía internacional, pero a la vez admite que: "Mirando con frialdad mi vida, pude muchas veces arrancar del destino de ser un forastero, pude instalarme y ser chileno y sólo chileno, pero decidí seguir viajando y perseverar".

De esa perseverancia nace este conjunto de crónicas en las que Gumucio pasa revista a lugares en los que vivió fuera de Chile. A medio camino entre el oficio del etnógrafo y del cronista, el novelista despliega una mirada que mezcla la agudeza, la ironía y la biografía propia para dar cuenta de Nueva York, de Haití y España. Así nos enteramos de cómo Kristina, su novia de entonces y actual mujer, intenta limitar el instinto de Gumucio de comprar todo tipo de ternos de colores en Harlem; que su madre vivió siete años en Haití y que ahí se sometió a una cirugía estética en una clínica ubicada encima de una rotisería, o que en Barcelona, la ciudad donde se puede jugar con más libertad a ser escritor, no escribió ni una sola línea.

Gumucio escribió la primera versión de "La piel del mundo" en Barcelona, en 2006. La llamó "Páginas coloniales" y recogió un período de cinco años en el que el autor vivió en Santiago, Madrid, Barcelona y Nueva York. Los textos de esta nueva entrega abarcan desde agosto de 2003 hasta abril de 2020 y se agrupan en tres grandes capítulos: "Nueva York", "Haití" y "España: el nuevo Viejo Mundo". E incluye un epílogo que lleva por nombre: "Coronavirus en Nueva York".

-Si bien escribes sobre Nueva York, Haití y España porque son lugares en los que viviste, ¿qué es lo que une a estos tres territorios aparentemente tan disímiles?

-Los une el contraste. Nueva York es la capital del imperio actual, Madrid es la capital de un imperio fenecido (del que los chilenos fuimos parte) y Haití es el país que se rebeló contra todos los imperios y quedó al margen de la historia. Nueva York es una ciudad tremendamente próspera porque vive y piensa como una ciudad latinoamericana en muchos aspectos. España es un país que acaba de salir de una sempiterna pobreza, pero que conserva aún el recuerdo vivo de ella, aunque sea hoy una sociedad más o menos igualitaria. Haití es la pobreza misma, el agujero negro en el centro del mapa.

-¿Dirías que hay alguna otra ciudad en la que "la vida te suceda" de una manera parecida a Nueva York como apuntas en el libro?

-La vida te sucede también en Linares o Temuco, lo que pasa es que quizás en Nueva York uno esta más dispuesto a mirar y admirar este suceder. O más sucede como en una película en que uno es a la vez espectador y actor. Algo parecido ocurre en París o en cierta medida en Londres, donde uno también está viviendo en una película. El problema empieza

cuando tiene uno que vivir una serie de escenas de esas que no salen en la película y el mito cede a la realidad. Es algo que me sucedió con París cuando niño y en Nueva York ya de adulto.

-Cuando hablas de los negros te refieres a ellos como la mancha original, la que confirma que el lugar en la escala social no es producto de la voluntad. ¿Dirías que el conflicto que se da entre blancos y negros en Estados Unidos es uno que no tiene visos de solucionarse en el corto plazo?, ¿qué tendría que ocurrir para que eso cambie?

-Yo creo que la esclavitud marca a las sociedades de un modo irreparable. El ser esclavo y el tener esclavo presupone una visión del mundo y de los hombres que es incompatible con la modernidad, la democracia y el mercado. Es creer que otro ser puede pertenecerte y tú pertenecer a otro hombre. En ese sentido lo que pasa en el sur de Estados Unidos y en Haití no es distinto. El pecado original de la esclavitud no permite a estas sociedades integrarse a la modernidad y salir de la miseria (los Estados del sur son más pobres que los del norte en Estados Unidos). Que la esclavitud esté asociada a una raza prolonga sus efectos porque lo hace visible y heredable. Esto puede curarse con un buen sicoanálisis, pero no veo a la sociedad norteamericana o la haitiana dispuesta a sentarse entera en el sillón de Freud.

-¿Cómo explicas que siendo Haití el primer país en abolir la esclavitud y el primer país latinoamericano en lograr la Independencia se haya convertido en un país donde la pobreza, la corrupción y la desigualdad campean por sus calles?

-Fue un país que se independizó sin organizaciones sociales, sin iglesias, sin una élite suficientemente educada, sin un plan concreto y que fue sistemáticamente expoliado, maltratado, invadido y robado por el resto de las naciones. La desmesura de su audacia la pagó con gobernantes que, tarde o temprano, tuvieron la idea de volverse reyes o emperadores vitalicio.

-En uno de los textos sobre Haití dices que es la quintaesencia de todas las otras repúblicas de América Latina. ¿Dónde ves esos puntos de encuentro con Chile, por ejemplo?

-La corrupción, la grandeza, la elegancia, la belleza del discurso, además de la miseria física y real es algo que Haití comparte con el resto de Latinoamérica. Aunque también hay que decir que en algunos aspectos Haití, a pesar de su lugar en el mapa, es parte del continente africano.

-Barcelona, en tu mirada, ofrece una contradicción: ninguna otra ciudad permite jugar a ser escritor con más libertad que ella, pero es el lugar donde menos escribiste. Más allá de esto pareciera ser la ciudad que más te cautivó de todas aquellas en las que viviste, ¿es así?

-Es que para escribir necesito aburrirme un poco y en Barcelona no me aburrí nunca. Ejercí en esa cuidad el milagro de tener amigos que no me conocían de niño ni de adolescente y con los que podía hablar de libros como de un milagro, pero también como un negocio o un trabajo. Disfruté intensamente de la vida editorial catalana donde los libros son normales, pero creo que eso mismo debió bloquearme de algún modo. Siempre he sido competitivo e inseguro y al lado mío había demasiada gente escribiendo en Barcelona su "gran" libro y estaba Bolaño cerca también. Pienso que eso me aproblemó, aunque de una manera suave y mediterránea, lo que se parece a cualquier cosa menos al dolor.

-En el libro detallas tu visita al "origen" al pueblo de Gumucio, en España. Por lo que cuentas, pareciera no haber tenido mayor relevancia. ¿Fue así?, ¿pasó sin pena ni gloria o te guardaste alguna revelación?

-No pasó nada más que lo que cuento en el libro. Esperaba quizás un caserío, un castillo. Pero creo que pensando en el artículo que escribí cuando emprendí el viaje, era mejor que no hubiera nada. Por lo que conozco a mi familia tampoco me sorprende ese vacío.

-¿Qué vería en Chile (o en Santiago) ese viajero que vivió en Nueva York, Haití y España?, ¿en qué ciudad se quedaría para echar raíces por largo tiempo?

-He vivido casi toda mi vida, salvo los muchos momentos en que he vivido en otra parte, en Santiago de Chile, ciudad que decidí encontrar bella cuando era todavía asustada y terrible. Ahí transcurren muchos de mis libros, ahí hice mis amigos y vive gran parte de mi familia. En mi caso, Chile ha sido una fatalidad elegida, aunque quizás el país del que hable ya no exista. Quizás los 50 sean una edad en la que uno empieza a vivir para siempre en lugares que ya no existen.

-Sobre el final del libro dices que tus dotes de adivino no son algo de lo que te enorgullezcas, pero, ¿crees que podrás volver a viajar como lo hacías hasta antes de la pandemia?

-No creo que vuelva a hacerlo con esa impunidad, con esa ansiedad, con esa confianza. No hay vacuna contra el miedo, una vez inoculado nada puede derrotarlo del todo. Es como la malaria, está en tu cuerpo, se manifieste o no.


«La piel del mundo»

Rafael Gumucio

Literatura Random House

224 páginas

$14 mil

Por Marcelo Simonetti

"La vida te sucede también en Linares o Temuco, lo que pasa es que quizás en Nueva York uno esta más dispuesto a mirar y admirar este suceder".

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Alfonso Gonzalez Ramirez