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"Soy una vieja feliz"

IDENTIDAD. Olga Plaza, profesora jubilada y dirigenta del magisterio.
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Olga Plaza ha dedicado su vida a la docencia, como educadora de aula, y como directora de escuelas.

La señora Olga nació en el sur, en Lebu, y como muchos otros, echó raíces sólidas en el norte, al cual -comenta- aprendió a querer poco a poco.

Hace dos años carga una gran pena en su corazón. La muerte de su compañero de vida, Armando Torres Álvarez, fue un golpe duro para esta mujer, quien pese a la amargura ha sabido seguir adelante.

¿Cómo llega al norte?

- El amor me trajo a Antofagasta. Mi marido era antofagastino, y digo era porque falleció hace dos años. Él era funcionario de Correos y Telégrafos y me trajo al norte, y me dejó anclada acá después de 50 años de matrimonio.

¿Cómo fue eso?

- Al norte yo llegué en noviembre de 1964. Tenía pocos años de servicio porque yo me recibí muy jovencita, me recibí a los 18 años en la Escuela Normal de La Serena. Y me vine primero a Pedro de Valdivia soltera, y después a Antofagasta, donde me casé y me quedé.

¿Qué le pareció esta zona?

- Al principio encontré feo, me hacía falta verde, pero mi esposo me fue enseñando a conocer el norte y así aprendí a conocer hasta el color de los cerros. Él me enseñó a querer, a mirar y a ver el norte. Aprendí a ver los horizontes, las tonalidades de los cerros en la mañana, a mediodía, en las tardes, aprendí a quererlo lentamente. Claro que me hacía falta la lluvia, me hacía falta la fruta, la verdura, me hacía falta todo aquello que es verde, pero lo fui cambiando por las arenas blancas, por el sol, y ahora soy antofagastina por adopción.

¿Dónde empieza a hacer clases?

- Primero en Pedro de Valdivia y después fui trasladada a la Secretaría Ministerial de Educación, ahí empiezo a trabajar como supervisora técnica. Después fui derivada a la Escuela D65 de la población O'Higgins en calidad de directora interina y más tarde concursé y quedé como titular. De ahí me trasladaron a la Escuela F96, una escuelita donde no teníamos nada, pero lo hacíamos todo, con un equipo maravilloso de profesores. Y posteriormente me fui a la Escuela Huanchaca, y mi carrera termina ahí, porque ya con los años de servicio, opté por retirarme oportunamente. Ya estaba un poco cansada, porque dirigir escuelas no es fácil.

¿Han cambiado mucho los jóvenes en estos años?

- Yo creo que todo niño y todo joven es un reflejo de su respectivo tiempo. Nuestra infancia era de acuerdo con la época, de acuerdo con las inocencias de la época. Hoy la tecnología se ha apropiado de la infancia y la adolescencia, también hay cambios culturales y valóricos muy fuertes. Creo que nos ha tocado tener una generación más osada, porque vienen empoderados de las tecnologías. Eso nosotros no lo tuvimos.

¿Qué es lo más importante al momento de educar a un niño?

- Lo primero, de acuerdo a lo que yo aprendí y practiqué, es conocer al niño, porque no se trata de pararse en una sala de clases y repetir dos más dos es cuatro, no. Hay que ver, mirar, observar, tocar una manito, transmitir mi sensación y yo captar la de ese niño, porque ser profesor es también transmitir amor y afecto. Cuando existe esa transmisión, creo que se está enseñando.

¿Cómo la ha afectado la pandemia en lo personal?

- Ha sido un aprendizaje brutal, porque nos sacó ese vendaje, esa capa que ocultaba la realidad, y nos hemos encontrado con una realidad muy distinta a la que creíamos que existía. Hemos tenido que aprender a usar estas mascarillas y aprender a encerrarse, que es muy difícil, porque la parte sicológica sufre mucho, sobre todo si usted tiene hábitos de juntarse con amistades, con sus seres queridos. Yo diría que ha sido un aprendizaje muy difícil de llevar.

¿Cómo cree que será el mundo después del covid?

- Si aprendimos la lección, nos uniremos más, reflexionaremos más, seremos más solidarios y nos entenderemos más como seres humanos. Si no aprendimos nada, seremos iguales que ahora, indiferentes.

¿Cómo se define a sí misma?

- Soy una vieja feliz, tengo un dolor en el alma, por la partida de mi marido, pero soy una vieja feliz, porque valoro lo que tengo, una familia, un techo, un plato de comida. Soy una vieja feliz, a pesar de todo.

¿Cuáles son sus sueños?

- Una de las metas que tengo y espero que se cumpla es que se le pague la deuda histórica a los profesores, que es una lucha que estoy dando hace años. Sé que es difícil, pero por lo menos que se haga la reparación del daño previsional que se le hizo a tantos profesores que tienen una miseria de sueldos. Profesores buenos, de vocación, que trabajaron cuarenta años para ganar una miseria de pensión, eso me duele en el alma. El día que el Estado comprenda que las deudas hay que pagarlas y se repare el daño previsional a los profesores, creo que sentiré haber cumplido mi mayor meta.