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Adiós General

"La justa distribución de la riqueza es lo que nunca pudo entender la clase política que administró el modelo de los Chicago Boys". "Es el momento para que el mundo político cumpla su palabra y permita que los representantes de la ciudadanía tengan una opción real".
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Así lo cantaba Sol y Lluvia en los ya lejanos ochentas, y lo tarareaba la mayoría del país como deseo y voluntad por acabar con la dictadura de Pinochet el 5 de octubre de 1988 y el triunfo de la campaña del NO. En lo político, se acabó con la dictadura y se dio paso a una "democracia protegida" la cual lentamente mostró los acuerdos secretos y las negociaciones a espaldas de la ciudadanía, que se resume en no haber tocado el modelo económico y que nosotros en Chile llamamos "modelo neoliberal". Entonces, la importancia del plebiscito del 25 de octubre del año 2020, pasará a la historia como el hito que nos permitió, luego de 32 años, poner fin a la herencia política económica desarrollando un proceso para una nueva constitución, ahora escrita por una mayoría íntegramente ciudadana. El pueblo de Chile por primera vez en algo más de doscientos años de patria escribirá las reglas de un nuevo pacto social que nos permitirá transitar a una sociedad más justa y desarrollada, más equilibrada. Dicho pacto redefinirá al actual Estado subsidiario por uno más solidario. La macro economía no tendrá una mirada fundamentalista y el crecimiento económico estará al servicio de las mayorías con una buena calidad de vida, incorporando el desarrollo social, dimensión hasta hoy ausente.

La justa distribución de la riqueza es lo que nunca pudo entender la clase política que administró el modelo de los Chicago Boys y como buenos nietos del dictador, hoy ven morir a su abuelo. Asisten a su segundo duelo y final, como una saga terrorífica que duró los últimos treinta y dos años, y 210 años de un grupo de poder que desde el origen de la patria sometió a su pueblo a una permanente pobreza. "Aristocracia" los llaman algunos historiadores, categoría o apelativo generoso para definir a un grupo de huasos con plata que gobernó sin mundo y sin mucha cultura. De esa mirada retrograda nos libramos. Los resultados así lo dicen 80% dijo Apruebo.

Para las regiones cobra una vital importancia estar visibilizadas, ahora descentralizadas y desconcentradas del hoyo negro en que se convirtió el área metropolitana, al considerar a los territorios como meros productores de insumos y zonas de sacrificio, al servicio de un ineficiente y arcaico modelo concentrador. Una nueva forma de hacer país, más diversa culturalmente, reconociendo naciones y pueblos milenarios negados en la historia oficial. El uso adecuado de las riquezas regionales permitirá el tan famoso y manoseado "valor agregado". Seguiremos siendo la región que sostiene la economía del país, ahora con una mayor capacidad productiva y sustentable con el medio ambiente, fruto de un nuevo trato, de una nueva mirada. Hay tanto por hacer y con mucho futuro en la región más rica de nuestro Chile.

Hoy en la noche desempolvaré mi viejo cassette ochentero para cantar por última vez y con más fuerzas que antes, Adiós General, Adiós Carnaval.


La grandeza que necesitamos

Sin duda lo que se vivió este 25 de octubre en Chile es un hecho histórico que quedará registrado y que será material de estudio en los próximos años en todos los establecimientos educacionales del país.

El fervor que sintieron todos los chilenos previo a este plebiscito era demasiado evidente, así lo pudimos notar en las redes sociales y también en el ambiente que se vivió desde las primeras horas de este plebiscito.

Desde que se pactó la fecha, la mayoría de nuestros compatriotas tenían la convicción de que la opción Apruebo se impondría sobre el Rechazo, ya que posterior al 18-O se hicieron patentes las exigencias de la ciudadanía a través de las miles de manifestaciones que se produjeron en distintos puntos del país y que si no hubiera sido por la pandemia, todavía las estaríamos experimentando.

Ahora bien, la tarea que se viene para los próximos meses no es menor. Redactar una Constitución a través de los representantes de la ciudadanía será un verdadero desafío para todos los chilenos y también para el oficialismo y la oposición, que durante todo este proceso han intentado imponer su preferencia.

En esta oportunidad pudimos ver a la derecha superada por la realidad y dividida por los intereses propios de la política electoral, y en este contexto intentó encontrarse en sus bases seculares y trató de tener un papel digno en una votación que jamás pensaron vivir. Cumplieron entonces su rol, defendieron su legado y cuestionaron a vox populi lo que a todas luces era evidente: los chilenos votarían Apruebo.

Por su parte, la centro izquierda ingenuamente trató de canalizar el descontento para sus postulados. Al contrario de sus oponentes no defendieron su legado y se sumaron a la crítica al sistema completo, pero ya era tarde, la crisis de representatividad también los alcanzó y tuvieron que apoyar a regañadientes acciones y opiniones, que sin la evidente molestia social hubieran sido motivo de varias pasadas a los tribunales supremos de cada partido.

Entonces este es el escenario que espera a la redacción de la nueva Constitución, sectores que intentarán de cualquier forma poder influenciar en la elección de los constituyentes. Es el momento para que el mundo político cumpla su palabra y permita que los representantes de la ciudadanía tengan una opción real de participar en la futura Convención Constitucional, que fue la clara opción que prefirieron los chilenos.

¿Podrá éste ser el inicio del reencuentro entre el mundo político y el ciudadano? Finalmente la respuesta la tiene la clase política, quien tendrá que tener la grandeza de ceder a los dirigentes sociales, deportivos y gremiales los espacios necesarios para construir el Chile de las próximas décadas. De no hacerlo las futuras elecciones serán como las anteriores, con escaso interés ciudadano por participar en un proceso que se mantendría con los graves problemas de representatividad e identificación de nuestra sociedad.

Hernán Velásquez Núñez

Sociólogo calameño

Osvaldo Villalobos Corante

Analista político

Escuchar a Chile

Con un resultado tan ejemplar como contundente, conviene ahora echar racionalidad a un debate que debe ser amplio y dotado de legitimidad. El Chile verdadero y mayoritario es el que se expresó ayer en paz, con la democracia y no facciones que buscan la violencia u otros que solo protegen sus propios beneficios o sus cuotas de poder.
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Como se hace en las sociedades democráticas, Chile cumplió uno de los ritos más profundos de la vida en una sociedad moderna: un proceso electoral, con un resultado absolutamente previsible, mucho antes incluso del 18 de octubre de 2019.

Es notable que la participación haya sido contundente, ya que ese dato legitima el proceso y confirma que la gran mayoría de los chilenos optó por la institucionalización del diálogo y las demandas. De eso no hay dudas. Por supuesto que la expectativa es alta, pero a ella habrá que poner algo de contención, independiente de la contundencia misma del resultado.

De este último dato pueden leerse varias cosas. Para muchos, puede resultar una paradoja que a pesar de los avances económicos y sociales, el país no estuviera satisfecho; esto, probablemente, tiene que ver con los sabidos reclamos de dignidad y mejor trato. Pero también es un efecto inconsciente de la propia modernidad, que ni la elite ni menos la institucionalidad han sabido interpretar. Ni Chile ni los chilenos son los mismos de hace 30 años, pero el mundo tampoco.

Ahora el país entrará en una dinámica que ha sido un tanto ajena en los últimos años, pero que es absolutamente indispensable: comenzar a conversar una vez que los constituyentes sean elegidos. Y eso es sano y positivo porque el encuentro siempre será mejor que una nación dividida entre facciones, con lenguajes tan distintos y que se observan como enemigos.

Con los resultados a la vista ya no es aconsejable hablar de triunfadores o perdedores, sino de la voluntad soberana que empujó el proceso. Ahora se puede dar un salto adelante, sólo si hay voluntad, ánimo y confianza para trabajar con todos. Es hora de dejar atrás las divisiones.

Será un encuentro difícil, que encima debe tener presente los contextos internacionales, que incluyen las migraciones, el cambio climático, los avances de inteligencia artificial y robotización, más la globalización, entre otros factores, las que serán más fáciles de afrontar con un sociedad civil comprometida y un Estado y sector privado fuertes. Aquello es obvio, pero se olvida fácil.

Será muy interesante el debate y esperemos que abunde la racionalidad y no solo las pasiones que hemos vivido durante los últimos meses. Eso no será suficiente para el país y el mundo que vienen.