"No tengo ganas de retirarme"
ANTOFAGASTINIDAD. Oscar Panozo Tordoya, el último sastre de la capital regional.
Oscar Panozo Tordoya nació en Cochabamba, Bolivia, en 1949, entre tijeras, telas y cintas de medir.
Su padre, Ángel Panozo, además de dirigente sindical, era sastre con estudios en Buenos Aires y, por lo mismo, desde pequeño Oscar estuvo familiarizado con esta actividad.
Su llegada a Antofagasta fue, podría decirse, apresurada y compleja. Su padre fue exiliado por el gobierno boliviano de Víctor Paz Estenssoro y así pone rumbo obligado a Antofagasta, donde se establece en 1953 con el negocio de la confección de trajes.
Un año después lo sigue la familia completa, pero luego ésta regresa a Bolivia. Lo mismo ocurre en 1958, hasta que finalmente, en 1963, el grupo completo, compuesto, además de Oscar, por su madre Modesta Tordoya Conde, y sus hermanos Yolanda, Antonio, Luis, Erminia, José y Alberto, logra reunirse definitivamente.
En la ciudad Oscar Panozo ingresa a la exEscuela 12, ubicada Latorre, y luego al Liceo de Hombres, donde termina el Sexto de Humanidades, para posteriormente iniciarse como sastre, actividad que 48 años después, sigue ejerciendo.
¿Cómo llega a Chile y cómo se inicia en este oficio?
- Mi padre se había venido antes por los motivos que le comenté, y tenía una casa arrendada que era el lugar donde trabajaba, y ahí nos instalamos con la familia. Estudié en el Liceo de Hombres, y cuando salí ya sabía bastante de sastrería. Me ofrecieron trabajar en el banco, que era bueno en esos años, pero no quise, y me puse a trabajar con mi padre.
¿Qué le atrajo?
- En ese tiempo la sastrería era como una ingeniería, uno siempre tenía trabajo. Mi padre tenía varios trabajadores y a mí me gustó. A esa edad ya me había enseñado a cortar, a confeccionar, y el resto lo perfeccioné con el tiempo.
¿Cuál es la diferencia entre un sastre y alguien que hace arreglos?
- Mucha, yo soy experto. Yo corto a medida, trazando en la tela y puedo cambiar modelo, hago ropa. Por eso mi negocio afuera dice sastrería, no dice "hacemos arreglos". Es difícil ser sastre, usted necesita saber coser, cortar, terminaciones, lo que hacemos tanto por dentro como por fuera tiene que quedar perfecto.
¿Cómo ha cambiado su clientela en estos años?
- A la gente le gusta vestirse bien, el chileno en general. Hasta hace poco había una casa comercial en calle Baquedano que vendía ternos a 800 mil pesos, hasta que se quemó. La persona que le gusta vestirse bien, se viste bien, eso no ha cambiado. Ya no hacemos las cantidades de trabajos de antes, pero sigue habiendo.
¿Cómo lo ha afectado la pandemia?
- La primera cuarentena no tuve problemas, pero en la segunda no hice nada y tuve pérdidas. Los hijos me decían que cerrara, pero no lo hice. Abrimos después de tres meses y la gente está volviendo. Hay cosas que no hago, pero es porque no tengo telas, ni personal. Lo otro que afecta es que ya no hay casamientos, ni licenciaturas por la pandemia.
Y en lo personal, la cuarentena me afectó montones, estar encerrado, no poder salir, eso realmente me afectó.
¿Qué le gusta de Antofagasta?
- Antofagasta para mí es una ciudad fantástica, me ha dado todo. No tengo de qué quejarme realmente. Me gusta el desierto y el mar. Pero al mar no hay que mirarlo desde la avenida, hay que meterse a la orilla. Hay qué ver cómo se mueven los peces, los pulpos. Eso me gusta mucho. Y cuando he ido a Calama, la arena, los colores de los cerros, es fabuloso. También he estado en el sur, donde los cerros están llenos de árboles, pero para vivir, me gusta el norte.
¿Cuáles son sus planes?
- A estas alturas quiero lograr que este trabajo sea más moderno. Tengo hace años la idea de tomar medidas acá y mandar a hacer las cosas a otro lado, que lleguen las cosas hechas. Y lo otro es enseñar, preparar gente. Quiero hacer una especie de escuela de sastrería y moda, una carrera técnica, hay campo para eso.
¿Hasta cuándo planea trabajar?
- Tengo 71 años y voy a estar hasta dónde me dé, no tengo ganas de retirarme, o sea ahora lo abandoné un poco por la pandemia, pero lo estoy haciendo renacer. Yo creo que estaré unos diez años más, si me da la salud y no me lleva la pandemia, por qué no. Es lo que domino y lo que me gusta.
¿48 años después, qué piensa de su elección?
- Ha sido una vida muy sacrificada. Antes era bien bueno, hasta que llegaron las grandes casas comerciales y las tarjetas de crédito. Ahí bajó, pero muchos clientes se quedaron y otros volvieron después.
Pero estoy feliz. Una hija me dijo una vez: papá me acuerdo que en mi vida nunca, nunca, nos cortaron la luz o el agua, y yo tuve compañeros que sus papás eran ingenieros y a ellos sí se las cortaron... y tú eres un sastre nomás. Así que eso me hizo bien, creo que he cumplido totalmente lo que la vida me dio para hacer.