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Juan Gabriel Valdés, excanciller y exembajador de Chile en Estados Unidos:

"Cada día que pasa sin que Trump reconozca la victoria de Biden, es un saco de peso para las instituciones de EE.UU."

Cree que el coronavirus fue importante en la derrota del actual mandatario y observa un país cultural, social y políticamente muy dividido. Junto con analizar las elecciones, proyecta el futuro cercano de ganador y vencido.
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La crisis sanitaria y la consiguiente crisis económica siguen mostrando su rostro más duro en los Estados Unidos. Ambas relacionadas constituyen probablemente los mayores desafíos para quien gobierne el país. Mientras tanto, el Presidente Donald Trump sigue sin reconocer el triunfo electoral de su oponente Joe Biden, lo que agrega una cuota de incertidumbre institucional en la potencia.

Juan Gabriel Valdés ha estado, por supuesto, atento a lo que ocurre en Estados Unidos, y además tiene un conocimiento acabado de la realidad de ese país, tanto por su experiencia diplomática (fue canciller de Chile y embajador de nuestro país en Washington), como por haber vivido allí, antes de su labor diplomática, como estudiante en la Universidad de Princeton y, más tarde, como profesor en la Universidad de Columbia.

Valdés, actual director de desarrollo estratégico y relaciones institucionales de la Universidad de Chile, ve a Estados Unidos como un país dividido cultural, social y políticamente, y a Biden como un presidente de transición que podría calmar a un país en ese estado de división, aunque reconoce que tiene una tarea muy difícil. Biden podría también recomponer el lugar de Estados Unidos en el ámbito internacional en relación a otros países y organismos internacionales y, en particular, en relación a América Latina.

-Visto por parte de la prensa de su país, Trump parece el hombre que nadie quiere. Sin embargo, no sólo obtuvo un triunfo en la elección pasada, sino una muy alta votación en esta. ¿Hay alguna explicación?

-Creo que las explicaciones son varias, pero todas convergen en un mismo punto: un país dividido cultural, social y políticamente en el que una mitad de siente gravemente amenazada por el desarrollo de la otra. El voto de Trump representa en primer lugar a los que han sufrido la peor parte del proceso de globalización. Aquellos que han sufrido la pérdida del trabajo porque su empresa emigró a China o a México; quienes creen ver sus empleos amenazados por inmigrantes latinos; los que sienten su país amenazado por la desaparición progresiva de la religión, o por el crecimiento de la población de color o por la normalización de la homosexualidad y las minorías sexuales. Los que ven a los Estados Unidos maltratados por el mundo, perseguidos por terroristas y los que adjudican estos males a una elite corrupta. Son ellos quienes buscan un líder autoritario que los guíe a recuperar lo que perdieron. No es muy diferente a la Alemania frustrada tras la Primera Guerra Mundial. Y al igual que entonces, se suma al mundo de los perdedores un sector conservador, más pudiente o directamente rico, que siente terror ante las políticas económicas redistributivas, que detesta al Estado; que sólo cree en el mercado, ve "socialismo" en cualquier política social, y es sobre todo blanco. Este año, la mayoría de los 74 millones de niños que nacerán en Estados Unidos no serán blancos. En 20 años la población blanca será menor al 49%, mientras la de color será latina, negra o asiática. Hay una parte de todos quienes votaron por Trump que lo hicieron con un sentimiento de temor ante el futuro. De ahí la búsqueda del líder autoritario. El sector que votó por Biden expresa todo lo contrario: la fe en que Estados Unidos, país de inmigrantes, recupera su estabilidad y paz social con un programa orientado a la recreación de una comunidad nacional.

-¿Qué importancia tiene que Trump aún no reconozca el triunfo de Biden?, ¿podría lograr algo con los reclamos que promete en distintas instancias como la Corte Suprema y la acusación de fraude?

-No creo que Trump, sin mostrar hasta ahora ninguna prueba de fraude, logre convencer a la larga lista de jueces a los que requiere persuadir antes de llegar a la Corte Suprema, que hay nulidad en el resultado electoral. Su objetivo es postergar el reconocimiento del triunfo de Biden y la razón, más allá de sus problemas sicológicos, es probablemente doble: que el Partido Republicano logre ganar las dos segundas vueltas en la elección de senadores que deben tener lugar a comienzos de enero en el estado de Georgia, lo que no se consigue si su electorado se desanima; y en segundo lugar, establecer su liderato como un líder máximo en una conducción republicana hostil contra Biden: sin dar tregua, polarizando aún más la sociedad, alimentando de conspiraciones a sus grupos de choque y proyectando una candidatura al 2024. Probablemente hay también otra razón: protegerse de la enorme cantidad de procesos judiciales pendientes en su contra, y que van desde estafa al fisco, hasta violación.

-Alguna vez Biden, durante la campaña, dijo públicamente que si es necesario recurriría a las Fuerzas Armadas para sacar a la fuerza a Trump de la presidencia en caso que no aceptara su derrota. ¿Podría suceder eso?

-Hay un momento en que si los electores han proclamado a Biden y el proceso está cerrado y el expresidente se niega a abandonar sus aposentos, la fuerza pública se debe ocupar de desalojarlo. El jefe del Estado Mayor, el General Milley, recordó que las Fuerzas Armadas juraban lealtad a la Constitución y no a una persona, un rey o un tirano.

-¿Logró Biden entusiasmar a su electorado o parte de la votación que obtuvo era contra Trump más que a favor suyo?

-Biden es un presidente de transición. Su edad y su tipo de liderato está pensado para calmar a un país en estado de disrupción interna. Fue elegido en una primaria en la que uno tras otro sus rivales internos se fueron tornando a favor suyo, por cuanto respondía mejor que nadie a la imagen de decencia, tranquilidad y cooperación que los Demócratas deseaban oponer a Trump. La magnitud de la participación, un 67% de los electores, y la enorme votación recibida por Biden, la mayor en la historia de los Estados Unidos, muestran que los electores querían eso. Pero lo querían porque no podían soportar un año más de Trump. Es decir, hubo mucho voto antiTrump, aunque no debe pensarse por eso que cualquier demócrata podría haber ganado esta elección. Biden era el que podía hacerlo.

-Trump tenía una economía con buenos números antes de la pandemia. ¿Fue el coronavirus

para valdés, el masivo respaldo a trump corresponde a los votantes que han sufrido los peores efectos de la globalización en estados unidos.


(viene de la página anterior)

determinante en que perdiera?

-Los números buenos no hacen la felicidad de todos. Es verdad que la Bolsa de Comercio crecía y crecía y Trump se manifestaba feliz por el crecimiento de una economía que iba a parar integro al bolsillo de los más ricos. Los niveles de desigualdad en la distribución del ingreso en los Estados Unidos, que por cierto no son culpa sólo de Trump, han llegado a niveles propios del siglo XIX y eso produce fenómenos de rechazo político y de ira en parte importante de la población. Pero incluso esos buenos números desaparecieron con la pandemia, y Trump no entendió nunca que debía enfrentarla para a su vez recuperar esa economía. Creo que el covid fue importante en su derrota.

-¿Qué opina de la labor de los medios con respecto a Trump, sirvieron de control al poder o no tanto?

-Hay muchos medios que han sido heroicos en la resistencia a la presión ejercida por Trump. No es fácil para los medios ser injuriados diariamente por el Presidente de Estados Unidos y en ese sentido el nivel de independencia que demostraron diarios como "The New York Times", "The Washington Post" o la propia "CNN" fue a mi juicio admirable. Al contrario, algunas redes sociales no fueron capaces o no se interesaron en limitar la circulación de mentiras y visiones conspirativas, algunas simplemente demenciales, que están consolidando en algunos lugares de los Estados Unidos fuerzas con tendencias claramente racistas y fascistas.

-La prioridad para Biden debería ser la pandemia. ¿Qué otros aspectos cree usted que él debería considerar?

-De tener mayoría en el Senado, cosa que veo difícil, Biden va a lanzar simultáneamente la lucha contra la pandemia -para la cual contará probablemente con la vacuna- junto a un vasto programa de reactivación económica mediante inversiones de centenares de billones de dólares en obras públicas y en apoyo a los gobiernos estaduales, empleos y pequeña y mediana empresa. Ha propuesto aumentar los impuestos a las grandes empresas para financiar una inversión en una infraestructura que está enormemente deteriorada. De no tener mayoría en el Senado, Biden se verá obligado a negociar con los republicanos, cosa que hoy parece inimaginable, pero en lo que puede ayudar la personalidad y experiencia de un Presidente electo que fue senador por muchas décadas. En todo caso la tarea que le espera es muy difícil.

-¿Volverá a tener una mayor importancia la presencia internacional estadounidense como potencia dialogante bajo Biden?

-No cabe duda. Biden ya ha anunciado para este otro año una cumbre internacional para enfrentar conjuntamente el drama del cambio climático y la lucha contra las pestes. Lo primero que hará será volver al Acuerdo de Paris sobre el clima y muy probablemente repondrá la presencia de Estados Unidos en la Organización Mundial de la Salud (OMS), en la Organización Mundial del Comercio (OMC) y restablecerá la dinámica de diálogo sobre el tema nuclear con Irán, entre muchas otras cosas. La miopía de pensar que los problemas globales se resuelven mediante el Twitter o a solas, que caracterizó a Trump, se verá erradicada bajo Biden.

-¿Es mejor Biden que Trump desde el punto de vista de los países latinoamericanos, por ejemplo?

-No me cabe duda de ninguna especie. Con Trump sólo cabe la aquiescencia y el doblegamiento de países que sienten debilidad ante Washington y cuyos presidentes solo se dedican a adivinar las intenciones de los textos de 280 caracteres que emite el Presidente. Esa no es una relación seria. Con Biden habrá una política de relación de Estados Unidos con América Latina. Habrá bases sobre las cuales discutir y cooperar. Pienso que lo principal es que habrá respeto.

-¿En qué situación queda la sociedad y la institucionalidad política estadounidense después de Trump?

-Cada día que pasa sin que Trump reconozca la victoria de Biden es un saco más de peso en las espaldas de las instituciones de los Estados Unidos. Tienen las espaldas grandes, pero hay un momento en que algo se puede quebrar. El juego es muy peligroso y las democracias son frágiles. La tarea de Biden no será solo la de confección de políticas ante la pandemia y la crisis económica. Debe atender a los intangibles de la confianza, la solidaridad y la fe en que el país puede salir bien de este trance.

Chicago boys

Por supuesto, el influjo estadounidense no es únicamente gubernamental y Valdés recupera ahora en castellano un estudio suyo (nacido como su tesis doctoral, luego publicada como libro en inglés por Cambridge University Press y ahora traducido) en que da cuenta de cómo funcionó la Escuela de Chicago en nuestro país.

En "Los economistas de Pinochet" (FCE, 2020) refiere la historia de la transformación económica chilena bajo el influjo de los llamados Chicago Boys en un proceso que nace en 1955, cuando el Departamento de Economía de la Universidad de Chicago, con el apoyo de fondos de ayuda de los Estados Unidos, lanzó su "Proyecto Chile", una colaboración universitaria con la Universidad Católica para establecer en el país un departamento de economía moderno y formar a estudiantes nacionales en Chicago.

-La influencia estadounidense no es únicamente estatal y usted analizó la forma en que la Escuela de Chicago entró en el mundo económico y político chileno. ¿Por qué decidió estudiar ese tema en su libro?

-Desde adolescente me fascinó la relación del imperio americano y América Latina. Tuve un padre que me enseñó muchísimo sobre ese tema y vi como esa sociedad abierta y democrática, pero a la vez imperial, buscaba construir una América Latina a su imagen y semejanza. El progreso era ser como ellos. Esa fue la razón por la que esa transferencia organizada y deliberada de ideas económicas entre Chicago y Santiago de Chile -a través de la Universidad Católica- me fascinó y me llevó a dedicar años a ese libro.

-¿Por qué se enfocó en esa etapa de preparación más que en la implementación propiamente tal?

-Me interesó cómo se verificaba la influencia norteamericana, cómo se llevaba a cabo, quiénes participaban en ella, qué era lo que había facilitado que los Chicago Boys hubiesen reproducido con tanta fidelidad una visión dogmática de "ciencia económica" que estaba fuera de lo que se consideraba posible en Chile, y finalmente cómo sólo pudieron imponerla mediante la fuerza.

-Esta edición agrega unas cartas entre Robert Alexander y Milton Friedman de 1997 sobre su libro. Según comenta Friedman, usted habla mucho de los costos sociales de las políticas adoptadas por los Chicago Boys, sin indicar qué políticas alternativas hubieran evitado estos costos sociales. ¿Existían esas políticas?

-La globalización extendió el neoliberalismo por el mundo y no se me ocurre otra parte en que el economicismo se aplicara mediante una dictadura brutal o sin consideración alguna de las consecuencias sociales que producía. La idea de apoderarse de Chile para realizar un experimento económico radical -mientras el resto de las variables estaban suspendidas por un régimen de terror de Estado- sólo ocurrió en Chile. La liberalización económica podría haberse llevado a cabo de muy distintas maneras. Friedman es finalmente el primer depositario de su dogmatismo.

-Sostiene en la nueva introducción que el triunfo del mercado por sobre la política, una de los postulados de la Escuela de Chicago, estaban en la base del estallido social de octubre de 2019.

-El neoliberalismo está en retirada. La creciente conjunción de crisis globales, desde el cambio climático a la pandemia, hace inviable el gobierno del mercado. La brutal desigualdad que se ha expandido por el mundo entero hace imposible continuar manteniendo la paz social y política en un marco de gobierno del mercado. La ola viene de vuelta. ¿Cómo mantener vivas y reorganizar las democracias con un Estado más fuerte y conductor sin ser arrastrados al populismo? Esa es hoy la pregunta fundamental. El neoliberalismo no tiene cabida en el debate más que por las enormes consecuencias sociales que desató.

"De no tener mayoría en el Senado, Biden se verá obligado a negociar con los republicanos, cosa que hoy parece inimaginable, pero en lo que puede ayudar la personalidad y experiencia de un Presidente electo que fue senador por muchas décadas".

"El neoliberalismo está en retirada.

La creciente conjunción de crisis globales, la brutal desigualdad que se ha expandido por el mundo entero hace imposible continuar manteniendo la paz social y política en un marco de gobierno del mercado. La ola viene de vuelta".