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Las crónicas mínimas de un "gato medio quiltro"

"Escala técnica" (Overol) es una completa entrada al mundo del cronista Francisco Mouat. Suyas son las historias de boxeadores que pierden, repartidores de televisores baleados y una trabajadora del hogar con preguntas de alto calibre.
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"Escala técnica" (Overol) es un "álbum de crónicas" escritas por el periodista, dueño de la librería Lolita y comentarista deportivo en Los Tenores de ADN, Francisco Mouat (1962). Capítulo a capítulo se pasea por redacciones que ya no existen y amigos que partieron hacia donde no se vuelve. Todo con humor negro y ternura al mismo tiempo.

Varias crónicas están tituladas con nombres. Algunos son "famosos" y otros, personas sacadas de la calle y el anonimato. Mouat escribe de Jota Eme (Julio Martínez), El Negro Fontanarrosa o Wislawa Szymborska, y al mismo tiempo, del Indio Juan y María de Paine. De ellos algo nuevo se nos revela: una característica de personalidad o una vida entera en cuatro páginas. Hay crónicas extensas, otras más breves. No importa, el ritmo de las palabras no tiene medida.

En esas vidas se lee, además, una forma de ser chileno que ya no existe. Por ejemplo, la elocuencia de Julio Martínez, la humildad del poeta viñamarino Ennio Moltedo (al que iba a ver en bus desde Santiago), o el ego deportivo de Cardenio Ulloa, uno de nuestros "mejores perdedores" en el ring. También aparece la genialidad de la fotógrafa Julia Toro y un fragmento de "Calendario" 2004-2014 donde el autor anota sus propios dolores cuando muere su hermana menor.

Todo ocurre en cafés, restaurantes o veladas de box. Allí se desenvainan las estampas de un Chile que se aleja más allá del tiempo de la pandemia que vivimos. Es un tiempo perdido el que Mouat recupera en varios de estos textos.

Escribe el propio Mouat en su prólogo: "Las páginas que conforman este libro no tienen propósito". Pero algunas sí, por supuesto. En el conjunto destaca la denuncia, estampando nombres anónimos con una pasión que altera el temple aparentemente tranquilo del cronista.

"Escala técnica" no es una simple compilación. Es la posibilidad de conocer estas crónicas de forma definitiva, porque varias recibieron una edición final. Antes ya había publicado otros libros de crónicas: "Chilenos de raza", "Crónicas ociosas", "Nuevas cosas del fútbol", "Tres viajes", "La vida deshilachada", "Calendario" y "Algunos adioses", entre muchos otros.

La cita de Rosabetty Muñoz al comienzo resume la pluma de Mouat con exactitud: "Mirarse en el espejo más pequeño de la casa, o en el reflejo de un vidrio. Revisar las huellas de las distintas edades que has vivido", de eso se trata la escritura de Francisco Mouat.

-Trabaja con personajes famosos y anónimos. ¿Por qué esa mezcla?

-No pienso demasiado en si alguien es anónimo o rico y famoso para escribir sobre esa persona. Los que están demasiado expuestos, en general, puede que me interesen menos, pero eso también habría que discutirlo. Fontanarrosa, Kapuscinski, Jota Eme, Cardenio Ulloa, la misma Wislawa Szymborska o el ajedrecista José Capablanca no son precisamente unos desconocidos, y forman parte de este álbum de crónicas junto a María Martínez, Mara Santibáñez, Dolores Ezcurra y Sergio Lagos León, a quien nombro con sus dos apellidos para que no olvidemos que ese repartidor de Ripley un día fue a dejar un televisor a una casa en La Dehesa, y el dueño de casa creyó que era un asaltante y le metió dos balazos que lo mataron. Existir en el mundo ya parece suficiente razón para que uno ejercite el arte de la detención y vea si hay ahí una historia que contar. Me gusta ser testigo, profundizar en el absurdo, en el misterio, en lo incomprensible, en aquello que sabemos que no sabemos. De ahí la cita de Chéjov en el comienzo: "Debemos dejarnos de charlatanerías y declarar con franqueza que en este mundo no hay nada claro. Solo los tontos y los charlatanes lo comprenden todo".

-Considerando todas las notables personas fallecidas que hay en su

Francisco Mouat es comentarista deportivo en Los Tenores de Radio ADN. También es dueño de la Librería Lolita.


"Escala técnica"

Francisco Mouat

Overol

240 páginas

$13 mil

Mouat dice que aborda la realidad como "un observador silencioso", una especie de "gato quiltro".

antología, ¿con cuál elegiría volver a juntarse?

-Con Szymborska en Cracovia, a tomar té y luego beber unas copas. Ya de vuelta en América, haría una escala técnica en Lima, en la bodega del vasco a donde iba Ribeyro con sus amigotes. Y cerraría el tour en Paine, con la María Martínez, comiéndonos en silencio una sandía jugosa y celebrando juntos el milagro de habernos querido.

-En este libro tienen harto espacio sus crónicas deportivas. ¿Que nos señala el deporte de la vida?

-Yo contabilizo apenas tres: el Huaso Romo, crack del Santiago Morning campeón del 42; Mathias Sindelar, leyenda del fútbol austriaco asesinado indirectamente por los nazis; y Cardenio Ulloa el día en que se retira del boxeo. Podríamos sumar al canalla Fontanarrosa por su fanatismo por Rosario Central, que lo llevó a escribir ese cuento memorable titulado 19 de diciembre de 1971.

-Para muchos escritores la crónica es una forma de ganarse la vida, otros quedan atrapados por el género. ¿Cómo fue, en el comienzo, su relación con ese tipo de escritura? ¿Ha considerado la posibilidad de escribir novelas y cuentos?

-Me encanta el género, y no creo que lo abandone ni me abandone jamás. Varían los énfasis, la frecuencia, las urgencias. Pero ahora estoy más viejo y siento al género de un modo más plástico, en el sentido de que admite diversas formas, tonos y posibilidades. Más que hacerlas competir entre ellas, lo que importa es que las crónicas justifiquen su existencia por combinar una mirada propia y una escritura que valgan la pena ser leída.

-Hay crónicas cortas y largas en este libro. ¿Qué cambia en la realización de cada una?

-Es verdad, aquí conviven textos de treinta o cuarenta páginas como "Los ojos de Vietnam" y "Américo Grunwald", ese judío maravilloso que sobrevivió a los campos de concentración y se radicó en Concepción, con muchas otras crónicas breves, de una, dos y tres páginas que se leen de un tirón. Pero creo que lo que las distingue es el tono. Ojalá uno atraviese las páginas de este libro como si fuera un viaje sin agenda, a ver qué sorpresas hay en el camino.

-Villoro llama a "la crónica", el ornitorrinco de la prosa. ¿Está de acuerdo con aquello?

-Villoro dice que en ese ornitorrinco de la prosa conviven el ensayo, la narrativa, la dramaturgia, la poesía, pero que todos estos géneros en la crónica se alimentan de la realidad. Coincido plenamente con su manera de mirar, y también en el hecho de no sentir responsabilidad social alguna al escribirlas y publicarlas, tal vez porque sabemos que una crónica no cambia nada en la realidad, pero tal vez ayude a un lector a modificar su manera de mirar esa realidad que habita. Y eso no deja de ser meritorio, ¿verdad?

-Me imagino, corríjame si estoy equivocado, que los cronistas tienen un temple. Recuerdo la definición que oyó Edwards Bello de sí mismo ("tiene caballo"). ¿Cómo definiría usted su temple?

-De caballo, poco y nada. Más observador silencioso, medio gato medio quiltro, que va al merodeo sabiendo que a la vuelta de la esquina encontrará algo inesperado y a veces irresistible de contar.

-Con esto de la pandemia, ¿ha podido hacer alguna escala técnica?

-Todas las que se te ocurran. Hago radio desde mi casa. Soy librero desde mi casa, y ahora tengo más tranquilidad para saber qué libros tenemos en Lolita y así apreciarlos mejor. Soy papá y soy pareja y soy yerno casi todo el rato en casa. Hago mis talleres de lectura viajando por Zoom hasta las casas de mis amigos lectores, con quienes leemos juntos libros y autores en los que me interesa profundizar. Un privilegiado, sin duda.

-¿Un discurso de Julio Martínez o un almuerzo con Ennio Moltedo?

-Con el perdón de don Julio, que el día en que la Academia Chilena de la Lengua lo premió por su buen uso del castellano, se despachó un discurso que publicamos en la sección 'Creación' de la revista Apsi. Lo titulamos con una de sus frases, textual: "La acelerada latencia de un corazón regocijado" elijo un encuentro con Ennio Moltedo, que me enseñó lo más importante en la vida en forma de ruego: "Protégeme, Dios mío, del sentido pedagógico y deja que cada día me sorprenda viendo pasar -sin estilo- por la esquina".

Por Cristóbal Gaete

SERGIO ALFONSO LOPEZ

"Existir en el mundo ya parece suficiente razón para que uno ejercite el arte de la detención y vea si hay ahí una historia que contar".

"Me gusta ser testigo, profundizar en el absurdo, en el misterio, en lo incomprensible, en aquello que sabemos que no sabemos".