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Tomás Regueira, médico intensivista y asesor del Ministerio de Salud:

"El dilema famoso de la última cama no es la cama, sino de las personas que la atienden"

Dice que le gustaría una cuarentena agresiva y que la actual meseta es preocupante. Aborda el regreso a clases, las elecciones y cree que el mensaje debe ser: "Han muerto más de 30 mil personas, medio Estadio Nacional, y usted también está en riesgo".
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Han sido semanas intensas, y movidas también, para el doctor Tomás Regueira. De hecho, esta conversación tuvo lugar mientras esperaba un avión que lo trasladaría de Concepción a Santiago. Es médico especialista en terapia intensiva, es decir, está dedicado al cuidado de pacientes críticos en la Unidades de Cuidados Intensivos o UCI, aquellas que se han vuelto indispensables para quienes evolucionan mal por efecto del covid-19.

Regueira presidió la Sociedad de Medicina Intensiva, dirigió la UCI de Clínica Las Condes, siendo despedido sorpresivamente, en plena pandemia. Ahora es asesor de la Subsecretaría de Redes Asistenciales, en cuanto a la apertura de nuevos cupos para pacientes críticos, lo que ha sido un requerimiento constante durante la fase más compleja de esta segunda ola.

-Para un intensivista, este ha sido un año intensísimo. ¿Qué ha significado, a grandes rasgos, todo este tiempo en pandemia?

-En mi rol primero a cargo de una UCI en Santiago en la primera ola y ahora, en la segunda ola, como asesor del subsecretario de Redes Asistenciales, me ha tocado ver y viajar por muchas partes de Chile, recorrer varias Unidades de Cuidados Intensivos, no sólo en la Región Metropolitana, en muchos hospitales, públicos y privados. Lo que puedo transmitir es el increíble trabajo, los liderazgos que se han generado y el compromiso del equipo de salud y los funcionarios y profesionales del sistema. Es encomiable. Acordémonos que pasamos de mil a actualmente cuatro mil quinientas camas de pacientes críticos, muy complejos, evidentemente con mortalidad. Por lo tanto, lo que más destacaría sería el tremendo compromiso de todos los equipos de salud que están cuidando a estos pacientes.

-Desde febrero hasta ahora ha sido particularmente difícil. ¿Cómo calificaría esta segunda ola?

-Efectivamente esta segunda ola ha sido más intensa que la primera, afectando a gente más joven, además. En la primera ola llegamos a tres mil camas, hemos llegado ahora como decía a cuatro mil quinientas. Por lo tanto, ha sido mucho más aguda. Ha encontrado al personal, muy cansado por supuesto, pero los resultados en términos de mortalidad o rehabilitación han sido dentro de todo positivos, comparable con la literatura internacional, lo que refleja que se está haciendo el trabajo y que se está haciendo bien. Quiero destacar en esta segunda ola la capacidad de la gente de persistir, de seguir comprometida, particularmente en personas que lideran unidades, enfermería, médicos, kinesiólogos, y que les toca seguir empujando a su gente y también presionándolos aún más: si tuvieron que abrir el doble o triple de camas en la primera ola ahora han tenido que abrir cuatro veces más camas.

-Ahora, no son aspectos sólo positivos, ¿qué indica la evolución de los malos números en cuanto a contagios, positividad o muertes?

-La mortalidad ha sido un promedio de 30%, esto es que, de los pacientes que ingresan a UCI en Chile, lamentablemente el 30% va a fallecer antes de salir del hospital. Eso es terrible, pero es la mortalidad que reportan los países desarrollados en esta pandemia. Los números, efectivamente, han sido preocupantes. En los últimos días, gracias a Dios, se viene aplanando la curva de contagios, pero ese aplanamiento sigue siendo malo, porque cuando uno resta los ingresos de los egresos tiene los pacientes que se van quedando en la UCI y eso sigue siendo un número positivo, se siguen acumulando pacientes en UCI y nos obliga a seguir haciendo camas, en esta meseta de entre seis y siete mil casos. Estamos preocupados por esto y tratando de hacer todos los esfuerzos para tener camas y atención digna para todos los pacientes. Pero también requiere el compromiso de la población para poder bajar el número de casos.

-Usted no ha visto sólo números, sino pacientes. ¿Cómo ha sido la experiencia?, ¿hubo algo que le llamara especialmente la atención?

-Son tantos casos, lamentablemente. Ahora estoy en Concepción viendo pacientes y diría que lo que más me llama la atención o me conmueve es la juventud de los pacientes. Hoy día mismo estuve atendiendo a una mujer de 30 años, muy grave, que lleva 28 días en ventilación mecánica. Está mejor, rehabilitándose, pero uno dice: "Pucha el virus complicado, que no suelta, que mantiene a los pacientes, incluso tan jóvenes, en situaciones tan graves". Es lo que más me duele ahora.

-¿Cuán efectiva es la cuarentena?

-Uno quisiera una cuarentena mucho más efectiva, más agresiva. La visión de lo que yo tengo, de lo que pasa dentro de los hospitales, es una situación de guerra en la práctica: se desocupa una cama y llega inmediatamente otro paciente, con los funcionarios agotados, sin dormir. Y lo que uno ve en la calle es como si hubiera dos Chiles. Hemos tratado por todos los medios, también por los medios de comunicación, de transmitirle a la gente lo que está pasando y te puede pasar a ti también, si eres joven. Sin embargo, las cuarentenas siguen siendo poco respetadas, por las distintas razones que se puedan argüir. Esta meseta que


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tenemos ahora es también el efecto al menos en cierta magnitud de las cuarentenas. Mientras más estricta, más efectiva es la cuarentena. Hemos logrado al menos aplanar, aunque no bajar, la curva. Hay que transmitir que dentro de los hospitales está muriendo gente, han muerto más de 30 mil personas, medio Estadio Nacional, y usted también está en riesgo. Pero también está la otra visión de la gente que sí está haciendo la pega, la que respeta la cuarentena y se queda en la casa, ha permitido aplanar la curva en los últimos cinco o seis días (hasta este viernes). Pero eso no es suficiente, la curva hay que bajarla.

-En la intensidad de la segunda ola, ¿han tenido que ver las variantes como la brasileña y británica del virus?

-Sin duda. Si uno ve la curva de Italia, Francia o Alemania de contagios en la primera ola que fue el año pasado y en la segunda ola que se debió probablemente al cese de las medidas restrictivas, ahora están viviendo ellos una tercera ola que es probable que guarde relación con variantes. En nuestra segunda ola se mezclan dos fenómenos: uno es, "bajar la guardia", pero el otro, como sugieren las muestras en los pacientes ventilados en UCI, es la presencia de la variante brasileña, la variante P1, por lo que esta segunda ola en pacientes más jóvenes es una mezcla de rebrote de la primera cepa con las variantes como una explicación de la intensidad de lo que estamos viviendo ahora.

-¿Cree que va a ser necesaria una tercera dosis de vacuna?

-Hay vacunas que duran toda la vida, por ejemplo la de la hepatitis B, pero la vacuna de la influenza, dura cuatro o seis meses su efecto, porque el virus muta constantemente. En este momento, ahora, no parece necesaria una tercera dosis. Quienes se han vacunado con la vacuna Pfizer, siguen teniendo anticuerpos suficientes contra el virus y han pasado entre seis y ocho meses. Las vacunas mantienen esa inmunidad. El virus no se va a ir, va a vivir con nosotros. La pregunta es: ¿esta inmunidad va durar un año o más, o va a ir bajando en el tiempo? Si la inmunidad baja en el tiempo, va a haber que ponerse nuevas dosis de la misma vacuna. Pero otra respuesta es que el virus va a ir mutando y por lo tanto más que terceras o cuartas dosis de la misma vacuna, quizá vamos a tener que vacunarnos eventualmente, en el futuro, con nuevas vacunas que generen anticuerpos contra todas las distintas cepas. La respuesta entonces va a depender de cómo se comporte el virus y d cuánto tiempo mantengan la inmunidad las vacunas que estamos utilizando.

-Señala que hay más de cuatro mil camas críticas. Hablando de las matemáticas de ellas, ¿cuántos especialistas se requiere por cada una?

-Para los intensivistas, una cama crítica es un mundo. Hay una persona en ella, que tiene familia, que tiene proyectos, y está en una situación frágil. Requiere de muchas personas con distintas especialidades: un médico todo el tiempo, ojalá intensivo, y si no está debe asesorar o pasar visita al otro médico; eventualmente se requieren médicos especialistas: si el paciente evoluciona con un pulmón complicado, necesita un broncopulmonar; o si se sobreinfecta con bacterias agresivas por la hospitalización, requerirá un infectólogo; el covid tiene manifestaciones neurológicas, intestinales, en la piel, etc. Por tanto, requerirá la concurrencia de muchos especialistas. Además, requiere enfermería, técnicos paramédicos, kinesiólogos, de químicos farmacéuticos porque unos medicamentos interfieren con otros; nutricionistas.

-¿Va a haber suficientes especialistas entonces?

-No, no los hay. Por eso tenemos que duplicar turnos y multiplicar esfuerzos. El dilema famoso de la última cama no es la cama, sino de las personas que la atienden. Se ha presionado al sistema y hecho todos los esfuerzos posibles por generar camas para todos. Evidentemente, hay momentos o lugares en que esa cama no está y hay que trasladar al paciente, o se generan atochamientos que se manejan en el transcurso de las horas. Pero el problema está en que muchas de estas camas son atendidas por un conjunto de personas que a pesar de tener un compromiso y un cariño enormes por el paciente, no tienen las competencias completas que necesitan tener y que tienen que ser supervisados con menor acuciosidad que la que uno quisiera. Por lo tanto, sin duda, esto se traduce en mayor mortalidad y eso pasa en todas partes del mundo, no sólo en Chile. Hay países vecinos que tienen gran mortalidad por falta de camas: no tienen camas ni ventiladores ni oxígeno suficiente. Eso es mucho peor, claro, pero aquí tenemos las camas, pero falta calidad, gente calificada. Por eso tenemos que estar permanentemente calificando a las personas de manera que puedan hacer esta labor lo mejor posible.

-Cuando se habla de acondicionar camas críticas extra, ¿en qué se diferencia de una cama de cuidados intensivos usual?

-En la práctica, la cama es la misma. El colchón es prácticamente el mismo; el ventilador que se entrega es suficientemente bueno. De hecho, como Ministerio de Salud, hemos comprado nuevas partidas de ventiladores para asegurar esa estructura. El problema es la calidad. ¿En qué se diferencia? Normalmente, se tiene una enfermera para dos pacientes, un médico y un kinesiólogo para seis pacientes. Pero a medida que se aumentan y aumentan camas, se va cambiando el estándar: una enfermera para tres o cuatro pacientes, un médico que no ve seis, sino ocho o nueve pacientes, un kinesiólogo que atiende nueve en vez de seis pacientes y, por lo tanto, las atenciones son más breves, con menor frecuencia, se dejan ciertos detalles de lado. Eso afecta la calidad porque hay que tratar de atenderlos a todos. La gran diferencia está en eso: el profesional tiene que además de dividirse entre más pacientes, tiene que además duplicar sus turnos. Está más cansado, puede cometer más errores. Ese es el problema de fondo.

-El ministro de Educación ha insistido en que todos los alumnos deberían volver a clases presenciales pasada la cuarentena. ¿Qué le parece?

-Eso es muy complejo. Desde el punto de vista sanitario, la lógica dice que los niños sí o sí van actuar como vectores sobre adultos, por lo que sería complicado reabrir los colegios. Sin embargo, por otro lado, se sabe que los niños se están transformando en obesos en las casas, sin ejercicio, sin moverse; también van perdiendo su sociabilidad, dejan de aprender, lo que significa estar encerrado todo el tiempo para un niño tiene repercusiones inmensas, que también son sanitarias. Si nuestro país fuera menos obeso y no fuera el líder en Latinoamérica en obesidad, tendríamos menos enfermos covid también, porque la obesidad es factor de riesgo de tener el covid y de morir de covid. La respuesta es muy difícil. Yo tiendo a pensar que hay que abrir los colegios cuando la curva de incidencia de casos esté suficientemente baja, pero no tengo la respuesta de cuándo es suficientemente baja. Es una balanza difícil de equilibrar: la salud mental, social y física de los niños es tan importante como lo que pasa con el covid.

-Ya se retrasaron un mes las elecciones programadas para abril, ¿qué piensa de que se realicen en mayo?, ¿sería necesaria una nueva modificación de fechas?

-Estamos a tres semanas de las elecciones. Yo soy intensivista, no soy epidemiólogo, de manera que si me preguntas cuál es mi problema ahora es que, hasta el día de hoy, con la curva de contagios que tenemos si le resto a los ingresos a UCI, los que salen de UCI, todavía me estoy quedando con 20 pacientes todos los días. Eso significa que en cinco días tengo que armar 100 camas UCI, y eso es insostenible. Estamos mejor que antes: antes eran 40 pacientes diarios, ahora son 20. Pero esto sigue siendo muy malo, porque no podemos crear esa cantidad de camas UCI. Desde el punto de vista intensivo, si este número de pacientes baja alrededor de 10 en la próxima semana y el proceso eleccionario se realiza en la forma que se realizó en octubre, es decir, en forma ordenada, sin aglomeraciones, pienso que sería posible hacerlo. Si la curva de casos en la calle, o sea, los casos diarios, empeora, y la curva de ingresos netos a UCI permanece sobre 10, creo que es muy difícil que el sistema sanitario se haga cargo de un pequeño rebrote, aunque sea pequeño, en el contexto de las elecciones.

-¿Considera que lo ha hecho todo bien el Ministerio de Salud o hay alguna autocrítica?

-Yo no estoy para defender gestiones. Evidentemente que la gestión de todos es mejorable, tanto en salud pública como en gestión hospitalaria. Lo que quiero transmitir es que el trabajo que se ha hecho en Chile por las personas que trabajan en salud, esto no es mérito del Ministerio o mérito de alguien concreto. Lo es de todas las personas que están en primera línea, sacándose la mugre. No creo que haya un país en el mundo que haya cuadruplicado, casi quintuplicado, su capacidad de camas críticas durante un año. Eso es inédito. No es un "éxito", porque es una respuesta ante gente que está muriendo, pero es algo que hay que reconocer a la gente de salud: ese gran esfuerzo que han hecho.

-¿Algún consejo a la ciudadanía?

-Chile no se comporta como una unidad. Hay regiones, como la Décima, Duodécima, Concepción, tal vez Antofagasta, Arica un poco, que han bajado la presión de camas, a diferencia de la Región Metropolitana, la Quinta, Maule, La Araucanía, que tienen una gran presión de camas. Los grandes centros urbanos están con una pandemia muy viva, muy compleja, y todavía se requiere de parte de todo el país, para apoyarnos unos a otros, conductas de prevención: aislamiento, evitar las reuniones sociales (la principal fuente de contagios), que los jóvenes entiendan que tiene que cuidarse, ocupar mascarilla, lavarse las manos. Esto no ha terminado. Tenemos que seguir en la pelea, hay compatriotas que se están enfermando y muriendo. Y a uno mismo le puede pasar.

Regueira estima que no hay suficientes especialistas para atender tantas camas críticas sin que descienda la ocupación de ellas.

"Lo que pasa dentro de los hospitales es una situación de guerra en la práctica: se desocupa una cama y llega inmediatamente otro paciente, con los funcionarios agotados, sin dormir".

"En nuestra segunda ola se mezclan dos fenómenos: uno es, 'bajar la guardia', pero el otro, como sugieren muestras en los pacientes ventilados en UCI, es la presencia de la variante brasileña, la variante P1".