Esperando
"¿El trono de la gracia está pleno, lleno de nuestras presencias, anhelándolo ardientemente, o está vacío, esperando por ti?
En estos días, mi imaginación deambula entre nubes y el frío de la mañana, entre tanto, camino escuchando el tímido canto de unos pajarillos, que parecen decirse algo. La fría brisa matutina sobre mi rostro me acompaña. Medito las noticias locales, e imagino largas filas de pacientes o impacientes personas que esperan su turno de inoculación de la vacuna contra el covid 19.
Todos esperamos algo, sin distingos, esperamos provisiones que nos permitan vivir la vida con dignidad y justicia, todos esperamos un vivir mejor, todos abrigamos la esperanza de obtener algo soñado, y muchas veces los sueños, sueños son, parafraseando a Pedro Calderón de la Barca. Todos esperamos algo: ¿Y Dios, espera?
El Apóstol San Pablo es claro en señalar que la creación clama con dolores de parto la manifestación de la Iglesia. La creación espera como todos, esta manifestación de la santidad de la Iglesia, espera la restauración de todas las cosas.
Dios también espera esta condición. En su carta a los efesios, es muy claro Pablo en enseñar e instar la relevancia de tener una Iglesia edificada, terminada, hasta que todos alcancemos la unidad de la fe y conocimiento de Cristo Jesús, a la medida perfecta de su plenitud. Pero nada podemos conseguir si Dios no lo provee, si Dios no edifica la casa, nunca tendremos una Iglesia edificada, si Dios, no nos guarda en vano velamos.
Dios espera que ya no andemos como niños fluctuantes, de un lado a otro, en nuestros propios negocios de la vida. Dios espera que dejemos atrás las costumbres viciadas de la vieja criatura, despojando la vana manera de vivir.
Dios espera que tengamos nuestros sentidos ejercitados en el discernimiento del bien y del mal, Dios espera que su Espíritu Santo que él ha hecho morar en nosotros haga su obra de transformación, hasta que la imagen amada de Cristo esté en sus redimidos; El Espíritu Santo de Dios, nos anhela celosamente, en tanto espera.
¿Quién soy yo para hacer esperar a Dios? Los hijos de Dios no necesitamos autorización para ingresar con confianza al trono de su gracia, no necesitamos esperar para estar con él, no debemos hacer fila para mirarlo, no requerimos hora previa, pues el camino está libre, Jesús lo hizo en la cruz.
El salmista nos muestra mediante sus versos, la espera de su corazón sediento: "Anhela mi alma y aun ardientemente desea los atrios de Jehová; Mi corazón y mi carne cantan al Dios vivo." (Salmo 84) ¡Qué deseo, tan infinito! ¡Como anhelaba en su tiempo el salmista, la presencia de Dios! ¿Cómo lo anhelo yo? Recuerdo a Salomón quien aprendió que hay un tiempo para todo.
Que en todo tiempo Iglesia del Dios vivo, sea en su presencia. Me pregunto: ¿El trono de la gracia está pleno, lleno de nuestras presencias, anhelándolo ardientemente, o está vacío, esperando por ti?
Sergio Lagos Luciano
Pastor evangélico