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Migrantes irregulares entre el miedo al coronavirus y a la deportación

ÉXODO. Al no acceder a trabajos formales, muchos deben quedarse pernoctando en las calles del centro de la ciudad en malas condiciones sanitarias. A su vez evitan acercarse a centros de salud por temor a ser denunciados.
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Franco Bruna Ortiz

En los bandejones ubicados en Av. Grecia, frente a la multitienda Tottus del Mall Plaza Antofagasta, se ubica el grupo familiar que lideran Alex y Ericson. Se trata de 13 personas que llegaron durante la semana pasada a la ciudad tras un largo peregrinar desde Venezuela y una estancia en Iquique. En ese bandejón se instalaron en improvisadas estructuras hechas en base a cartones, mantas y palos de madera que los refugian del frío.

"Yo estoy en mi sector con el cuñado de mi hermana. Más adelante están mis hermanos junto a sus familias. En este tiempo básicamente hemos pedido plata y rezado a Dios. De otra forma no se puede porque nos encontramos sin trabajo", explicó Alex.

La situación de este grupo, al igual que la de muchos migrantes indocumentados que acuden a la región en búsqueda de un mejor futuro y viven en condiciones similares, es crítica. Tras meses de andanzas huyendo de un país hundido económicamente, estas personas deben pasar las fronteras muchas veces a pie, y deben vivir a la intemperie al no contar con recursos para pagar un techo bajo el cual dormir.

Estas condiciones tienen un fuerte riesgo para su salud, sobre todo en pandemia.

"Yo no sé si estoy hecho de hierro, considerando por todos los países que hemos pasado. Será Dios el que nos protege ya que no nos hemos enfermado de nada. Igual tenemos que estar pendientes con el coronavirus, porque es muy peligroso", afirmó Alex.

"mascarillas si es que hay"

Justamente el hecho de estar en un contexto marcado por la pandemia hace más latente la problemática sanitaria. Las familias se intentan resguardar como sea ante el Covid-19, ateniéndose en la medida de lo posible a las restricciones impuestas por el gobierno.

"Hemos tratado de seguir las indicaciones al pie de la letra para que no haya problemas. Tratamos de obtener mascarillas cuando se puede, lavarnos las manos donde sea posible y acercarnos a las personas solo cuando es requerido. Algunas veces lo debemos hacer porque necesitamos colaboraciones o comida, ya que aquí la estamos pasando muy mal", relató Ericson.

Por fortuna, en el caso particular de este grupo, no se han sufrido síntomas que indiquen una eventual presencia de la enfermedad. Sin embargo, los pocos utensilios que tienen a la mano son su única prevención efectiva. Creen que por no tener documentos, no pueden ir a centros médicos. Por eso tampoco se han vacunado.

Ericson lo resume en simple: "Ante emergencias, el plan que tenemos es aferrarnos a Dios y cuidarnos, porque no tenemos carta debajo de la manga. Es una lástima, pero hay que darle para adelante. ¿Qué otra cosa vamos a hacer?".

Desconfianza

Pero también hay otro factor que enfatiza la dificultad que tienen las familias en pedir auxilio en este tipo de casos: la desconfianza en las autoridades. Hay temor de ser arrestados y deportados de regreso a Venezuela, ya que muchos migrantes han vivido experiencias traumáticas que los hacen preferir buscar soluciones por su cuenta. Esta familia tuvo una vivencia de este tipo en Iquique este año.

"Esa vez llegaron unas personas ofreciendo comida y otros víveres, pero al rato llegaron tres carros de Carabineros para corrernos. A una de las mujeres que venía con el grupo le arrancaron a su bebé y ella se fue presa. De ahí se lo llevaron al Sename y costó casi tres meses el que le devolvieran a su hijo", relató Alex.

"A nosotros de cierta manera nos han ido envenenando la mente. Creemos que nos van a quitar a los niños, por lo que estamos evitando cualquier cosa que signifique un choque con las autoridades. En ese sentido, no podemos correr el riesgo de una cosa así por ir a tener vacunación", indicó Ericson.

Por lo pronto, a esta familia no le queda otra opción que juntar los mayores recursos que puedan, a partir de trabajos informales como la venta de dulces para sobrevivir. Ellos dejan en claro que su idea no es permanecer en la ciudad para siempre, sino tratar de reunir dinero para proseguir sus vidas y ayudar a otros familiares que continúan en Venezuela.

"La idea es que no estemos mucho rato aquí. Venimos a trabajar y queremos hacerlo. Ojalá nos ayuden, viendo que no tenemos papeles. Si alguien nos pudiese ayudar con eso lo agradeceríamos mucho. Ya sea en construcción, pintura o con bolsas de basura para vender, todo sirve para ello", señaló Alex.

"Espero que nos disculpen por estar en sus tierras. Se que no es nuestro país, pero saben que llegamos a este punto por la situación que se vive en Venezuela. Se que hay algunos paisanos que no son blancas palomas, pero los que caminamos y sufrimos desde hace tiempo somos prácticamente perseguidos políticos. No es necesario que nos apoyen, pero tampoco es necesario que nos insulten o nos odien, porque al final somos seres humanos", sentenció Ericson.