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La falta de una vivienda digna

Es alarmante saber que en la Región se require de al menos 31 mil soluciones habitacionales para hacer frente al déficit que hoy existe. Una cifra que duele. Esta cruda realidad se refleja en ada uno de los 60 campamentos existentes en la zona. Allí las familias tratan de sobrevivir en medio de precariedades como la ausencia de servicios básicos.
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La cifra es escalofriante: la Región de Antofagasta requiere de cerca de 31 mil viviendas para paliar el actual déficit. Una cantidad alarmante y que si hace poco más de un año era grave hoy lo es aún más, producto de la pandemia por coronavirus, la que ha golpeado con fuerza a los sectores más vulnerables de nuestra sociedad.

Esta cruda realidad se refleja con tristeza en cada uno de los 60 campamentos existentes en la zona. Allí las familias tratan de sobrevivir en medio de precariedades que van desde las condiciones mínimas de habitabilidad hasta la ausencia de servicios básicos como agua potable y alcantarillado.

Muchas de ella se vieron obligadas a buscar donde refugiarse debido a que perdieron sus empleos o sus recursos disminuyeron impidiéndoles pagar el excesivo precios de los arriendos.

Son matrimonios jóvenes con niños pequeños que buscaron refugio, que se desenvuelven en condiciones lamentables y que requieren de urgente ayuda para abandonar esa condición y tener una vivienda digna para establecerse como familias y convertirse en aportes para las distintas comunas. Por esta razón, la mirada hacia ellos debe cambiar y generar la empatía para que desde diversos sectores surjan ayudas que sean de corto aliento.

El Ministerio de Vivienda, está consciente de esta realidad y asegura que uno de los programas habitacionales existentes fue reforzado para responder a la demanda que se duplicó en pandemia.

Sin embargo, es insuficiente ante la magnitud del problema y esto obliga a repensar cómo se puede llegar a acelerar el ritmo de construcción de conjuntos habitacionales y así ir despejando los campamentos y el número de allegados.

Se ha dicho que terrenos hay, entonces es perentorio trabajar con las familias, proponer sistemas de ahorro apoyados por instituciones públicas y privadas. Ver los casos uno a uno y entregar la asistencialidad que se requiera.

Los afectados por esta falta de vivienda, a diferencia de lo que piensan muchos, no lo quieren todo gratis. Saben que con esfuerzo pueden optar a la casa propia, pero necesitan de las facilidades para acceder a los distintos programas y poder vivir dignamente, junto a sus grupos familiares.

Dos hermanos

"Tras un suspiro, inevitable pienso en el Apóstol Pablo, en la necesidad de ir renovando nuestra mente, nuestro entendimiento".
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Hacía frío aquella mañana en que caminaba rumbo a casa, el gélido aire no logró interrumpir, el momento de comunión y de meditación en la parábola de los dos hijos. En ese entonces Jesús estaba rodeado de aquellos, que buscaban la ocasión de acusarle, o bien disminuir su alma, certeza y seguridad en el conocimiento de las sagradas escrituras. Dubité en los pensamientos guardados de aquellos hombres que constantemente acosaban a nuestro Señor.

En uno de esos momentos, les responde con la parábola: "Un hombre tenía dos hijos, y acercándose al primero, le dijo: Hijo, ve hoy a trabajar en mi viña. Respondiendo él, dijo: No quiero; pero después, arrepentido, fue. Y acercándose al otro, le dijo de la misma manera; y respondiendo él, dijo: Sí, señor, voy. Y no fue" (Mateo 21:28-32) Imaginé a un sereno y afable padre, escuchar la respuesta de sus hijos. El Padre miró en ese instante, dos pueblos representados en sus hijos, dos naturalezas opuestas: El que obedece el llamado, y aquel que promete, incumpliendo.

En mi pensar, pienso, en aquel que dijo que no, yendo por su propio camino, tal vez molesto, tal vez refunfuñando, tal vez cualquier cosa, que suele pensar la mente, lleno de pensamientos encontrados, de emociones dispares, pero la voz del padre, retumbaba el oído del alma, superando los ruidos que alteran la vida; lo imagino negándose a sí mismo, doblegando su voluntad, cambiando de camino; al de la obediencia.

Luego de un extenso silencio, en mi caminar junto al aire invernal, emocionado imaginaba el regocijo del padre, al ver a su hijo rebelde trabajar en su viña, un regocijo a medias, en la viña faltaba alguien. El hijo que faltaba, prometió trabajar en la viña, no llegó. Quién sabe qué rumbo tomó, quizás quiso obedecer, pero en el camino a la viña se distrajo, quizás qué pensamientos nublaron su mente.

Recuerdo al profeta Jeremías en el libro de Lamentaciones: "Todo su pueblo buscó su pan suspirando; Dieron por la comida todas sus cosas preciosas, para entretener la vida. Mira, oh Señor, y ve que estoy abatida" (Lam.1.11). Quizás tantas cosas lo entretuvieron, que cambiaron su voluntad, sus pensamientos, su intención de trabajar junto al padre... Tras un suspiro, inevitable pienso en el Apóstol Pablo, en la necesidad de ir renovando nuestra mente, nuestro entendimiento, practicando nuestros sentidos en el día a día, detectando aquello que entretiene nuestras vidas, apartándonos con sutilezas del camino, labrado por Cristo.

"Pero el alimento sólido es para los que han alcanzado madurez, para los que por el uso tienen los sentidos ejercitados en el discernimiento del bien y del mal"(hebreos. 5:14). En tanto, en la viña, un espacio vacío, brilla resplandeciente, junto al corazón anhelante de un padre que espera la llegada de su hijo.

Sergio Lagos Luciano

Pastor evangélico

Empatía y gratitud

"Sin educación no hay progreso. Por lo mismo los procesos de aprendizajes, académicos y educativos, no pueden detenerse". Manuel Dannemann Correa, Director Educacional Red Educacional Magister
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La situación en la que estamos, en medio de esta pandemia, ha sido latamente analizada desde distintos ámbitos. El covid-19 ha golpeado duro a la humanidad, generando muerte, pobreza, desempleo, paralización de múltiples actividades, pérdidas materiales. Los encierros y distanciamientos están teniendo efectos en la salud mental, causa de una amplia gama de desajustes emocionales. Por otra parte, se han generado innovaciones tecnológicas, descubrimientos, el más importante de todos la vacuna, en sus diversas variantes y tipos. En este escenario los trabajadores de la salud han debido abordar una tarea ingente, ejemplar, sosteniendo una lucha sin cuartel. Comprensiblemente ha sido la mayor prioridad, condición básica para lograr estabilizar la vida laboral y social, entre otros.

Junto al área de la salud, los profesores, los asistentes de la educación y quienes los lideran, ocupan un lugar de particular importancia. Estratégicamente relevante. En sus manos está la educación de niños y jóvenes, pilar esencial, del que pende el futuro de toda una civilización. Sin educación no hay progreso. Por lo mismo los procesos de aprendizajes, académicos y educativos, no pueden detenerse. Hacerlo pondría en riesgo la cadena formativa completa de generaciones, que luego serán el relevo en los distintos puestos de trabajo, en la toma de decisiones de países enteros. Con el rezago académico y educativo, acumulado a la fecha, se requerirán esfuerzos de varios años para alcanzar la recuperación. Todo esto implica dedicación y compromiso de directivos, educadores, de padres y alumnos.

En las circunstancias actuales, los profesores y asistentes, igual que quienes trabajan en la salud, no están exentos de enfrentar una presión mayor. Por lo mismo el resguardo emocional resulta indispensable. Han debido hacer clases desde la casa, a través de pantallas, con la duplicidad de alumnos presenciales y online, siguiendo y verificando lo aprendido, muchas veces a distancia. Por lo mismo el primer y más importante apoyo que deben tener está en la propia comunidad educativa. Padres y alumnos son claves. Los primeros, bien coordinados y alineados con el colegio, los segundos participando activamente en las clases, respondiendo responsablemente a los programas, trabajos y evaluaciones. En la sala del hospital, en el aula virtual o física, la colaboración de los enfermos, sus familias, los estudiantes y padres, son parte importante para la mejoría corporal, como para alcanzar los conocimientos y las habilidades de los objetivos del currículum.

Nadie se salva o aprende solo. Se necesitan doctores, enfermeras, profesores y asistentes. Sobre todo, la empatía hacia ellos, que es finalmente la mejor retribución de gratitud y de colaboración. No lo tienen fácil, su trabajo es esencial. No dejar de tenderles una mano para que puedan curar y enseñar, mucho más. Los necesitamos.