Secciones

  • Portada
  • Actualidad
  • Opinión
  • Espectáculos
  • Clasificados
  • Servicios
  • Cartelera y Tv
  • Deportes
  • Contraportada

"Recomendaría aprender a dialogar, tolerar las diferencias"

E-mail Compartir

Nacido en 1956 Santiago, en la comuna de Puente Alto, Ignacio Ducasse descubrió temprano su vocación sacerdotal.

Miembro de una familia católica es el tercero de cuatro hermanos (tres mujeres, único varón). Entonces ingresó en el seminario diocesano y tras concluir su formación eclesiástica, fue ordenado sacerdote en 1984 por el entonces cardenal y arzobispo de Santiago, monseñor Juan Francisco Fresno.

En 2002 ascendió al episcopado cuando el Papa Juan Pablo II lo nombró obispo de Valdivia. Entonces eligió su escudo y su lema: "Proclama la Palabra". A Antofagasta arribó en 2017 cuando el Papa Francisco lo nombró arzobispo metropolitano de la Arquidiócesis de Antofagasta, momento en el que también asumió como Gran Canciller de la Universidad Católica del Norte.

"Como espacio físico el desierto en cuanto desierto es lo que más me gusta de nuestra Región: lugar de silencio, espacio que esconde un gran misterio debajo de sus alfombras rojizas, espacio de contemplación de la trascendencia divina, lugar de oración y encuentro con el Señor. Pero muy unido a este, el encuentro con las personas, en sus situaciones concretas, sus dolores y esperanzas…, conocer sus desiertos y oasis interiores".

¿Qué marcó su infancia?

-Mi infancia fue muy de familia, tranquila, con apreturas económicas, como la gran mayoría de la antigua clase media. Mis padres profesores normalistas.

¿Cuál es la principal enseñanza que le dejaron sus padres?

-Yo diría la honestidad, la responsabilidad, el esfuerzo y la solidaridad.

¿Qué recuerda de sus años de estudiante?

-Recuerdos muy gratos, me gustaba ir a la escuela, tanto básica como media. La escuela era para mí un lugar de encuentro con amigos, de entretención y de aprendizaje, no solo intelectual o de los contenidos de las materias, sino también, y era lo más importante, de aprender del otro, hoy se diría de la diversidad. Había un ambiente muy sano en los distintos lugares donde estudié, tanto escuelas del Estado como las confesionales.

Hace poco cumplió 19 años de aniversario episcopal. ¿Qué es lo más importante que ha aprendido en todo este tiempo?

-Estos 19 años que han pasado rápidamente, algo más de 15 en Valdivia y casi cuatro acá en Antofagasta. No cabe duda que han sido tiempos complejos para toda la Iglesia, y también para la humanidad, pero lo más importante es que entre nubarrones y esperanzas se van vislumbrando con mayor claridad las prioridades evangélicas o más humanas que muchas veces las personas esconden o no han descubierto como: el valor del compartir, de la honestidad, de la sobriedad en el vivir…

¿Qué le gustaría que los demás supieran de usted?

-Que sepan que un sacerdote u obispo es una persona más en la comunidad. Vivo en este planeta, siento, pienso, pero desde mi fe en Jesucristo. Ello marca mi ser en el servicio. El encuentro con la persona de Jesús le ha dado un sentido a mi vida, y eso me hace feliz.

Otra cosa importante es que no se prejuzgue, que se juzgue por lo que se conoce personalmente, no por medio de lo que otros dicen de uno. A veces se prejuzga a personas que, por sus cargos o roles, se consideran distantes. Yo soy obispo y esto es clave para crecer en confianza, diálogo y respeto.

También, es importante que como un pastor, con la ayuda de Dios, busco desarrollar mi servicio apostólico con el apoyo de los fieles, para así llegar a aquellos que aún no conocen al Señor en esta tierra nortina que Dios nos encomendó… que conozcan y sepan que Antofagasta la quiero y sueño como una Arquidiócesis donde la solidaridad, la igualdad y la paz sean el eje del bien común para todos sus habitantes.

¿Qué explica, en su opinión, la crispación que vive el país?

-Es ciertamente una expresión de un largo proceso que no se supo reconocer en su momento, o bien siendo reconocido no se supo canalizar. Nosotros los obispos, en varias oportunidades dijimos hacia dónde íbamos si no se modificaban determinadas decisiones (no se cambiaban determinados acentos en el plano económico, social…). Recuerdo dos documentos: "Humanizar y compartir con equidad el desarrollo de Chile" (2012) y "Chile un hogar para todos" (2017), donde exponíamos la situación del país; tuvimos muchas críticas desde diversos sectores, tratándonos de pesimistas, amargados. Fuimos mal interpretados por los gobiernos de la época… Hoy día, al releer dichos documentos, me doy cuenta que lamentablemente teníamos razón y protagonizamos como país, lo que no supimos ver o reconocer en su momento.

¿Qué recomendaría para el reencuentro de los chilenos?

-Creo que a la luz de lo vivido, crispación social, pandemia, recomendaría aprender a dialogar, escuchar, tolerar las diferencias, todos valemos y todos aportamos, cada uno desde lo propio. Lo que quiero para mí lo quiero para todos. Este podría ser un propósito (un horizonte) que marque esta nueva etapa que se perfila con la nueva Constitución que se está comenzando a redactar.

¿Qué debiéramos aprender las personas, que no enseñan en ninguna parte?

-Desgraciadamente creemos que se aprende por decretos, aquello es falso… se aprende por imitación, por el testimonio coherente de alguien que vive lo que transmite. Como decía el papa Pablo VI, el mundo de hoy necesita más de testigos que de maestros. Hoy, hay sobreabundancia, entre nosotros, de opinólogos y de ideólogos y escasez de testigos. Se debe aprender a ser verdaderos, auténticos. Al final del día lo que más valoran las personas es cuán coherentes somos. Es muy gratificante vivir no para sí mismo ni en sí mismo, sino para los demás, teniendo en el horizonte "un nosotros", llámese familia, país, humanidad.

antofagastinidad. Ignacio Ducasse Medina, arzobispo de Antofagasta y gran canciller UCN.