El taller de Contreras
Adelanto del libro ""Los hombres que no fui" Por Pablo Simonetti
Nuestro profesor insistía en que narrar acerca de las vidas de personas gays era "un hándicap", porque los lectores no se comprometerían con lo que se contaba. Era como literatura de género, como las novelas románticas, de misterio o policiales, no literatura con mayúsculas. Según él, al escribir sobre una minoría tan pequeña, me estaba restando de la necesaria universalidad del arte. Pero resultaba ser un argumento tramposo, porque sus historias, que yo leía con placer y que trataban principalmente de hombres heterosexuales, profesionales, escépticos, de mediana edad, de clase alta, entregados al análisis intelectual de las inclemencias de sus relaciones amorosas, no eran, en ese sentido, precisamente universales. La universalidad se alcanza desde lo particular, no desde lo general. Con Yael nos dimos cuenta pronto de que él consideraba también a más de la mitad del mundo como una minoría, porque las historias de mujeres, como las que relataba Yael y otras compañeras del taller, las consideraba "poco interesantes".
Recuerdo con claridad y emoción una noche de luna en que Yael y yo salíamos juntos del taller.
-No se te vaya a ocurrir hacerle caso a este huevón. Es súper buen profesor y escribe precioso, pero es un hecho que los gays no le interesan en lo más mínimo. No es homofóbico, pero casi. Y no le gustan las mujeres. Es cosa de leer sus novelas y ver cómo nos trata. O somos objetos de deseo o fuente de aventuras y problemas, no mucho más. Ese arquetipo de la mujer misteriosa y sensual que es como un encierro. Y tú tienes que escribir de lo que te nazca escribir. Imagínate si después te conviertes en un escritor conocido y tus historias son sobre relaciones de parejas heterosexuales. Quedarías como un pobre tipo, capaz que hasta te vieras obligado a fingir que eres heterosexual, como les ha pasado a muchos escritores y actores y actrices. Ya no se puede. No se puede ser escritor sin ser honesto con uno mismo y con tus lectores. No te puedes pasar la vida escribiendo en clave.
Tuve oportunidad de devolverle el favor. Contreras no la valoraba cuando comentaba sus textos. En algún encuentro él me dijo que la encontraba "malita", por lo que cualquier pretensión de Yael recibía de su parte un argumento que buscaba ponerla en su lugar. Hasta que un día, también al final de una sesión del taller, ella se puso de pie, se acercó a mí, y mirándome inquisitivamente a los ojos, como si quisiera descifrar mi reacción, me dijo en voz baja:
-Quiero ser escritora.
-Qué bueno -dije yo, tomado por sorpresa. Admiré su arrojo. A mí me daba pudor y al mismo tiempo una gran ansiedad imaginarme como un escritor.
-¿Estái seguro?
-Claro que sí. Tienes esa agresividad creativa de todos los buenos escritores.
-Tendría que dejar mi trabajo en la revista.
-¿Tienes ganas de dejarlo?
-Me muero de ganas.
-Entonces hazlo.
-¿Y este huevón?
-No le hagas caso. Si no eres la Yourcenar o la Woolf, jamás le vas a interesar. Yo creo que no le gusta ningún escritor vivo. Chileno, ninguno. Escritora, menos. Ishiguro o Amis quizá.
-Me hace bien conversar contigo.
Desde entonces hemos sido buena compañía y fuente de reafirmación el uno para el otro. Nos hemos transmitido la pasión por la literatura, por tantos escritores y escritoras que seguimos, por personajes, escenas, frases, poemas, diálogos que nos han inspirado para escribir nuestras novelas.
"Los hombres que no fui"
Pablo Simonetti
Alfaguara
196 páginas
$14 mil