
El país de después de la elección
No la tendrá fácil el próximo Presidente. Recibirá un país post estallido y post pandemia, con alta deuda y gasto público. Buscar consensos y evitar las fórmulas mágicas, será fundamental. Ante tantos problemas complejos de resolver, surgirán las posiciones extremas con fórmulas mágicas y populistas. Hay que estar atentos.
Gane quien gane la próxima elección, recibirá un país en un momento complejo. Post Estallido, post pandemia, con un proceso constitucional en curso que puede chocar con el mandato que inicia, con una pérdida de credibilidad política cuyo ejemplo máximo fueron los resultados justamente de los convencionales electos en mayo, y con una considerable deuda pública y gasto fiscal. Además recibirá ciudades con sus centros urbanos aún tapiados por el temor a que vuelvan los actos de vandalismo de 2019, con cientos de víctimas de violaciones a los derechos humanos por uso excesivo de la fuerza por parte de carabineros, con violencia en La Araucanía y con una desconfianza que ha llevado al país a polarizarse. También se deben contar entre los retos a asumir, la regularización de la migración y por supuesto, el cambio climático.
No la tendrá fácil el próximo Presidente o Presidenta. Ante tantos problemas complejos de resolver, surgirán las posiciones extremas con fórmulas mágicas. Ya las hemos visto durante la campaña con propuestas como disminuir impuestos a las empresas para crecer al cuádruple de lo proyectado; o por el contrario, subir los impuestos a las empresas para financiarlo todo.
Gane quien gane, es de esperar que el estado de exaltación natural post victoria del nuevo presidente, baje a uno reflexivo y que busque el diálogo con los adversarios, y que a la vez la nueva oposición también acepte ese diálogo. Se necesita orden y seguridad en todos los barrios, pero esto no debe ser a costa de excesos policiales. Se necesita aumentar el gasto público en áreas como educación y salud, pero se debe calcular muy bien cuánto se pueden subir los impuestos y se debe dar certeza jurídica, para no alejar la inversión que crea empleos (porque la idea de mayor equidad no es convertirnos todos en pobres). Y se debe estimular el desarrollo, pero sin pasar por encima del medioambiente.
Los grandes cambios de las sociedades que mejor funcionan, no se han realizado a través de revoluciones o regímenes autoritarios o extremos, sino a través del diálogo y los grandes consensos.
Jesús, símbolo eterno de fraternidad
"Esto todos lo sabemos. Sin embargo, hoy como nunca creemos oportuno reiterarlo".
Jesús predicaba, y demostraba en cada uno de sus actos la verdadera fraternidad. Aquella que no es patrimonio de una u otra colectividad, de ningún partido político, de tal o cual escuela del ser humano, que pretendan cultivarla y mantenerla para sí solos y utilizarla a veces -como sucede-para encarnecerla en actos que la desconocen y la niegan. ¡Cuántos crímenes y vilezas se han cometido en nombre de la fraternidad!
Esta pertenece a todo el género humano, no importa su raza, color, nacionalidad, idioma, creencias, ideologías. Ve en cada hombre un hermano de otro hombre. Un hijo del mismo padre común. De igual paternidad. Un todo armónico entre uno y otro en cadena infinita.
El día en que ella verdaderamente viva y florezca esplendorosa en el corazón de la humanidad, constituyendo ese armónico todo, no habrá hombre que deje de ser tratado como hermano y, a su vez, actúe como tal frente a un semejante. Por imperativo de su naturaleza. No por obligación, presión o conveniencia alguna. Como espontánea consecuencia del amor por la especie que debe nacer y morir con él. ¡Con ese amor fraternal! que llevó a Jesús al sublime sacrificio en la cruz.
¿Sin embargo, en el mundo de nuestros días en que medidas se practica la fraternidad? Pareciera que el ejemplo de Judas Iscariote hubiera prendido más en el corazón humano que el excelso y magnífico del Nazareno. No importa, para ellos, ninguna bajeza ni traición para lograr sus designios. La ingratitud es su norma permanente. Jesús, el Maestro, tantas veces crucificado en todos los tiempos, los habría vuelto a perdonar, porque en realidad no saben lo que hacen. Ni vislumbran que, al hacer olvido absoluto de la hermandad hacia el prójimo, lo único que afianzan en su propia destrucción. Olvidan el triste fin del mismo Judas, del hombre que, habiendo comido del pan y el vino de la fraternidad, abjuró vilmente de ella para obtener un bienestar que jamás pudo lograr. ¿Cómo escapar al remordimiento que despedaza la conciencia y castiga al criminal?
La última cena de Jesús con sus discípulos, que se recuerda que selló la alianza espiritual que había de unir a todos los hombres. Sabía, sin embargo, el Maestro, que uno de sus eslabones de la hermosa cadena de universal fraternidad que simbolizaban en ese supremo instante fallaría y traería consigo el dolor, el martirio y la muerte. El nítido y doloroso presentimiento que atormentaba su alma lo reveló en sus palabras: "En verdad, de verdad os digo que uno de vosotros me hará traición". Y Judas osó aún preguntar, acusándose: "¿Soy yo acaso, Maestro?". "¿Quién es, Señor?", preguntó también Juan sin ser oído por los demás. Y el Maestro contestó: "Aquel a quien ofrezca el pan después de partirlo". Y partido el pan, lo ofreció a Judas Iscariote. Esto todos lo sabemos. Sin embargo, hoy como nunca creemos oportuno reiterarlo. Es posible que haciéndolo, en la reprobación que merezca la baja actitud del que traiciona al mismo que fraternalmente comparte el pan, disminuyan los Judas que envilecen y denigran la condición del hombre sobre la faz de la Tierra.
Ojalá quienes, de buena fe, acuden a los templos con los resguardos sanitarios correspondientes -a templar su espíritu en el ejemplo jamás igualado de Jesús. Salgan de ellos dispuestos a acentuar su celo en bien de sus semejantes. Que si hasta ayer no fueron suficientemente fraternales con el prójimo, hoy y mañana lo sean de verdad. De esta manera honrarán la memoria de Jesús y contribuirán, como él lo deseó ardientemente, a unir al hombre y a que la sublime sentencia del "amaos los unos a los otros" no sea una mera frase, sin significación ni alcance alguno.
Quiera para bien de todos, que así sea.
Arturo Mardones Segura,
Rotary Club Chuquicamata