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El reguetón como protesta

Adelanto del libro "Ñamérica" Por Martín Caparrós
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Era el remedo de una manifestación (en Londres), pocos lanzando a gritos un himno desafiante que no terminaba de desafiar a nadie. A su alrededor gente muy rica pasaba con bolsas de Harrod's en las manos y, si acaso, los miraba un momento antes de seguir pensando en Louis Vuitton; ellos no se desanimaban. Yo quise, entonces, escuchar sus palabras; me llamaron la atención: «Tú no puedes comprar el viento, /tú no puedes comprar el sol…», cantaban o gritaban, y hablaban de desaparecidos, sangre, Maradona, indios, naturalezas, víctimas diversas, todos los lugares comunes de la queja latinoamericana. Después les pregunté y una chica bonita me dijo que la canción era de Calle 13. Entonces, ya de vuelta a alguna parte, busqué más canciones de ese grupo:

«No me regalen más libros

Porque no los leo.

Lo que he aprendido

Es porque lo veo»,

Decían, descreyendo de las tonterías que se ponen por escrito o, si no, le pedían a una chica, en una de sus canciones más famosas -300 millones en YouTube- que

«Cambia esa cara de seria,

Esa cara de intelectual de enciclopedia,

Que te voy a inyectar con la bacteria

Pa' que dé vueltas como máquina de feria.

Señorita intelectual,

Ya sé que tiene el área abdominal

Que va a explotar como fiesta patronal,

Que va a explotar como palestino…».

Son versiones y versiones de la lucha.)

A mediados de 2019 Bad Bunny -Benito Antonio Martínez Ocasio- y Daddy Yankee -Ramón Luis Ayala Rodríguez- participaron en las marchas que derribaron al gobernador de Puerto Rico. Sus alias se volvieron estandarte. Fue un hito, un espectáculo: multimillonarios modestos luchando por las calles contra la corrupción y la soberbia de los gobernantes.

El reguetón nos suena horrible, nos llena de ritmo, nos parece una música sin música, nos calienta la cabeza, la detestamos y/o nos encanta y/o nos avergüenza y/o terminará pasándole lo mismo que pasó con el bolero, el tango o el merengue: en cuatro o cinco décadas miles y miles de canciones malas se habrán disuelto en el aire y quedarán en el recuerdo las mejores, diez o doce, que se habrán vuelto clásicos y que los viejos, entonces, los jóvenes de ahora, usarán para decir ven, eso sí que era música, no como esta mierda que escuchan los jóvenes de ahora.

El reguetón, en cualquier caso, ya llevaba años muy bailado en toda la región, orgulloso en su lugar de música bastarda, sin pretensiones de qualité, un poco trash, cuando los músicos ñamericanos de más éxito -Shakira, Carlos Vives, Bisbal, Enrique Iglesias- se lanzaron a grabarlos y los grandes reguetoneros o traperos como J Balvin y Bad Bunny y Maluma se volvieron los músicos ñamericanos de más éxito: según Spotify, Shakira y J Balvin fueron los dos más escuchados en los países hispanoparlantes en toda la década pasada. Pero la criatura terminó de invadir el planeta con Despacito, la canción de Luis Fonsi.

Despacito es de esos raros fenómenos que llegan a todos los rincones, cuyos compases retoma un violinista gitano en la Piazza Navona o el tarareo de un escolar en Dakar o la melodía dulzona de un ascensor en Berna: una invasión completa. Despacito ya no es un tema sino un ícono, un hecho cultural. En un par de años se convirtió en el polvo más cantado, la canción más escuchada de la historia: su video en YouTube en la versión con Daddy Yankee, por ejemplo, tenía, esta mañana (cuando se escribió el libro) 7.377.293.440 de visitas.

Ñamérica

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de trueno permanente. Se fueron acercando y me los imagino despejando la visión entre dos ramas y viendo que ese ruido eran las Cataratas del Iguazú. O sea, ahora sigue siendo impresionante verlas en vivo pese a que ya las has visto 7.324 veces en fotos y videos. Imagina cómo fue verlas sin saber, presididas por ese ruido aterrador, es un momento… Mucha gente se muere en eso. Y ese tipo de situaciones debían (a los descubridores) sucederles con cierta frecuencia.

-¿No es romantizar la conquista?

-No. Fueron terribles, en el libro cito a Bartolomé de las Casas ("Brevísima relación de la destrucción de las Indias"), quien cuenta cómo mataron a muchísima gente. En cien años la población de América se redujo al 20% de lo que era cuando llegaron ellos. En muchos casos por las enfermedades para las cuales aquí no había anticuerpos, pero también por la explotación. Fueron muy criminales, aunque la trampa es usar ese carácter predatorio de los españoles para hoy inventarse un mundo precolombino paradisíaco, armonioso y perfecto, mientras que ellos (los originarios) se comían a los niños en sus rituales.

-También en la construcción del relato latinoamericano hoy están el reguetón y el trap. Maluma esta semana ganó el premio MTV al mejor artista latino y cuando recibió la estatuilla dijo "Medellín ya no es Pablo Escobar".

-¿En serio? Me lo perdí (ríe). Es "El Estado soy yo", como decía Luis XIV. Igual no lo podía creer cuando vi ese video en que Maluma llora porque se compró su primer (avión) jet… Por mucho menos un actor, un músico o un artista en algunos buenos tiempos, que no sé cuáles fueron, habría sido inmediatamente funado como dicen ustedes (sigue riendo): es de mal gusto contar eso en un continente donde una de cada tres personas no come a fin de mes, y más en Colombia, donde sucede mucho. "Estresháte" ("estréllate", al autor se le escapa el argento cuando ofende) contra Los Andes en tu jet privado. (…) Es fuerte cómo el reguetón ha conseguido imponerse en el mundo y supuestamente sintetizar el espíritu ñamericano, hay muchos países donde está muy claro que eso somos, de sangre caliente, entregados a la fiesta, llenos de sexualidad y quién sabe qué otras cosas.

-En "Ñamérica" hay pasajes de tu libro anterior, "El hambre", y de columnas que has publicado. El año pasado lanzaste la novela "Sinfín". ¿Cómo es tu proceso creativo para en un año lanzar una ficción de 500 páginas y al siguiente una crónica de 700?

-En este libro venía trabajando desde el año 2018. Ahí fue cuando tuve la idea de pensar, ver y contar qué es ahora América Latina, entonces me puse a trabajar. Luego le dediqué bastante tiempo. En exclusiva durante más de un año, tiempo en el que entremedio terminé "Sinfín", que ya la tenía muy avanzada. Después retomé "Ñamérica" al principio de la pandemia, lo cual fue un problema porque tenía dos viajes previstos que no pude hacer, uno de ellos a Santiago de Chile. Entonces tuve que dejar el proyecto esperando a ver si podía viajar. Ahí me puse a escribir unas novelas y finalmente entregué esto (sin el relato sobre la capital chilena), pero en general trabajo en solo una cosa. La empiezo y la termino, pero con los cortes de la pandemia dejé y tomé "Ñamérica" más veces de lo habitual. Me doy cuenta que un libro ya se terminó cuando comienzo a pensar más en el próximo, o me entusiasma más que el que estoy haciendo. (…) Trato de ver en qué puedo confundirme, encontrar alguna duda nueva. La duda me mueve.

-Pero esta confusión de casi 700 páginas…

-O de dos mil quinientas. Tengo confusiones más largas, eh (sonríe). Esta es una confusión breve dentro de todo: ahora se está publicando en Buenos Aires una edición de un libro de hace veinticinco años, "La voluntad" (que escribió junto a Eduardo Anguita, "Crónicas de una Argentina reciente"), que son cinco tomos: esa sí que fue una confusión larga.

en "Ñamérica" Caparrós cita lA "BREVÍSIMA RELACIÓN DE LA DESTRUCCIÓN DE LAS INDIAS" DE BARTOLOMÉ DE LAS CASAS.

Martín Caparrós

Literatura Random House

680 páginas

$20 mil

viene de la pagina anterior

"No lo podía creer cuando vi ese video en que Maluma llora porque se compró su primer jet", dice Martín Caparrós.

shutterstock

"En general trabajo en una sola cosa. La empiezo y la termino, pero con los cortes de la pandemia, dejé y tomé "Ñamérica".