MAugusto Del Noce, un gran filósofo italiano (DC) señaló muchas veces que no había que confundir entre el "fascismo histórico", ese fenómeno irrepetible que tuvo lugar en Italia bajo Mussolini, con muchos puntos en común con el marxismo, y el "fascismo demonológico", un adversario fantasma creado por los escritores de izquierda para descalificar a sus oponentes.
El domingo pasado usted calificó a José Antonio Kast de "fascista". ¿Tiene usted conciencia de lo que significa esa palabra? Muchas cosas le podemos criticar (y para qué decir a algunos seguidores), pero su comportamiento parlamentario y sus ideas no tienen nada que ver con el fascismo.
Es más, si de comparaciones absurdas se trata, sería mucho más fácil decir, Senadora Provoste, que el estatismo de su proyecto político, y su indulgencia respecto de quienes glorifican la violencia conllevan ciertos puntos de coincidencia con ese movimiento. En todo caso, jamás se me ocurriría decirle a usted "fascista", ni siquiera metafóricamente, simplemente quiero hacerle ver mi extrañeza ante la forma en que utiliza las palabras.
El uso apropiado del lenguaje es una condición necesaria para que podamos tener una buena deliberación política, y usted debería dar buen ejemplo en esta materia, porque es y debería seguir siendo una figura respetada.
No me alegra el magro desempeño electoral de la Democracia Cristiana. Aunque algunos pensarán que soy un nostálgico, pienso que no es bueno para Chile. Es verdad que la derrota es una realidad frecuente en la política, pero en el caso de su partido resulta preocupante. Por eso, más que reaccionar ante ella insultando al adversario y también a sus votantes (eso es llamarlo "fascista"), me parece que debería ser un momento para la autocrítica.
¿Qué le pasa a la DC? ¿Por qué parece condenada a una decadencia irremediable? ¿Cómo va a salir de ella? No pretendo hacerla responsable a usted de los malos tiempos de la Falange, como la llaman los chilenos de más edad (un nombre que, afortunadamente, abandonó a tiempo, porque tiene ciertas connotaciones históricas que prefiero no mencionar). El problema es más serio que el contenido de su proyecto político. La forma en que se desarrolló su candidatura no fue la causa, sino un síntoma del deterioro.
Las principales figuras de su partido parecen tener una sola preocupación estos días, el apoyo a Gabriel Boric. Me temo que, aunque importante, esa cuestión los distrae de otras mucho más delicadas: ¿qué van a hacer con la DC? ¿Qué queda de ella? ¿Qué razón puede tener hoy una persona joven para sumarse a la Democracia Cristiana, en vez de preferir el Frente Amplio o, si tiene otra sensibilidad, dar su apoyo a José Antonio Kast? Dígame al menos una, porque yo no encuentro ninguna, y eso me apena.
La elección estará muy reñida. Es posible que ese apoyo de la DC incline la balanza a favor de Boric; pero no se engañe, porque ninguna celebración le ayudará a superar una crisis que es tan profunda que sus líderes llevan años comportándose como si no existiera. Si gana Kast, al menos podrán pensar que el hecho de ser opositores les asegura cierta identidad, es decir, podrán mantener la misma ilusión que los ha afectado estos años ante el gobierno de Sebastián Piñera.
No pretendo darle unos consejos que, por lo demás, usted no tiene interés en escuchar. Pero al menos podrá oír a un democratacristiano, el ya mencionado Del Noce, que reflexionó sobre la crisis de su partido, la desaparecida Democracia Cristiana italiana. Él advertía que los dirigentes de su agrupación actuaban como si la herencia cultural que habían recibido fuera un lastre. Él, en cambio, les decía que la propia cultura no es un lastre, sino que la falta de ella es lo que constituye su mayor debilidad. Usted me dirá que no está afectada por ese problema, ya que es católica e incluso cuasimodista. Soy el primero en celebrar las tradiciones rurales chilenas, pero me temo que para el problema de identidad que hoy tiene la DC ser cuasimodista no basta.