Apoyo a las familias de los campamentos
El compromiso de erradicar los asentamientos no se ha cumplido y es necesario que los involucrados asuman que tienen que ofrecer soluciones efectivas. El rol de los gobiernos y de los municipios es determinante para avanzar en la erradicación de estos asentamientos.
La situación que viven las familias que habitan en campamentos son de precariedad y peligro. No tener una vivienda, o no poder contar con las condiciones para aspirar a una, han llevado a miles de personas a improvisar construcciones de material ligero, sin servicios básicos, en lugares de difícil acceso en su afán de tener una vida más digna.
La mayoría tiene hijos pequeños que deben cursar estudios y durante la pandemia han debido batallar para poder conectarse a las clases virtuales, buscar sitios altos, incluso subirse a las techumbres para tener señal. Han sido momentos difíciles y que no cambiarán mucho en tiempos sin cuarentenas o con menos restricciones.
Es impensable que estas familias hayan decidido por razones distintas a una urgente necesidad estar en un campamento. No obstante, hay quienes aseguran que son decisiones que tienen mucho que ver con sacrificar comodidades en pos de tener recursos para otros fines, de esos no los especifican pero son visiones que tienen poco asidero.
La realidad indica que son casi ocho mil familias que se han visto en la obligación de vivir en esas condiciones con la esperanza de que en algún momento podrán abandonarla. Algunos ya lo han hecho, pero son pocos, y lejos de disminuir los campamentos siguen aumentando porque la necesidad es creciente, principalmente con quienes llegan del extranjero en busca de una mejor vida.
A la falta de servicios básicos se suman también los difíciles accesos y el peligro de incendios. Este año ya suman siete con varias decenas de viviendas siniestradas.
Por ello se hace muy urgente que existan políticas de Estado más decididas para entregar ayuda a quienes viven en campamentos. Y, de ese modo, terminar con esa mirada de distancia, con desdén de muchos que creen que ese no es un tema país ni un tema región.
Todo lo contrario es una tarea que no puede eludirse más. Las promesas vienen desde fines de los 90, pero lejos de avanzar se ha retrocedido.
El rol de los gobiernos y de los municipios es determinante para avanzar en la erradicación de estos asentamientos. El ordenamiento territorial y la definición de uso de suelo tienen que estar más en sintonía con la realidad del grueso de la comunidad, sólo así se pueden dar pasos hacia una solución efectiva con quienes hoy viven incomodidades.