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Una condena dura y que olvidó aplicar la perspectiva de género

CASO. Gabriela estuvo más de dos años en prisión purgando por un ataque a su novio maltratador.
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Nos reunimos por primera vez en el restaurante "El Madrugador", un local de comida peruana ubicado en La Vega Central de Antofagasta. Hoy le toca lavar platos, barrer, pasar el trapo y fregar el piso. Luego de entrar, camina rápido tratando de disimular nuestra presencia, pero ya es tarde; mi entrada alerta a los colegas de su trabajo. Gabriela explica con un grito: "¡Viene conmigo!".

-Es que después de lo que pasó, me cuidan -dice, tímidamente.

Gabriela llegó sola a Chile, tenía 20 años. Su familia aún vive a las afueras de Cochabamba, en el centro de Bolivia. "Allá no hay futuro, ni trabajo, ni comida, nada", comenta ella. "Por eso me vine a Chile. Además está el mar, lo primero que hice cuando me dejaron salir de la cárcel fue ir a ver el mar".

-¿Por qué?

-Es que el mar no tiene memoria, me gusta eso, ¿me entiende?

Su madre, Lorenza (69), crió sola a sus ocho hijos, Gabriela es la del medio. El padre nunca estuvo, cuando Gabriela tenía 5 años, abandonó a la familia. "No tengo recuerdos buenos de él, prefiero no hablar de eso. Es que cuando lo volví a ver ya tenía 15, fue triste, él era otro hombre machista con ganas de ponerme reglas, de decirme qué hacer".

Gabriela se calla y se detiene, tiene la mirada fija en un lugar. "Ahí pasó todo", dice, apuntando a la intersección de las calles Iquique con Calama, en Antofagasta. Es un jueves caluroso de noviembre y ella, con la cabeza gacha, no quiere caminar por esa calle. "En ese lugar pasó todo. Esa noche, él me tomó del cuello y me quitó el cuchillo. Logré arañarlo y me solté, luego salí corriendo, le juro que estaba que me orinaba del susto. Aún recuerdo que antes de verlo caer al piso, me gritó: Te voy a matar, de ésta no te salvas, Gabriela".

Una cámara de seguridad en La Vega Central de Antofagasta logra registrar el suceso. Pero el video no deja nada claro. Sólo se ve que a las 5:30 dos personas forcejean, una se desploma y la otra cruza la calle. Entonces Gabriela corre a auxiliar a su ex pareja, le dice: "No te mueras". Él no le responde, está ido, pálido, necesita asistencia médica.

A los pocos minutos llega la policía. Óscar Díaz, que estaba como jefe de patrulla del cuadrante, se encuentra con una escena que no deja indiferente a nadie: una joven sostiene la cabeza de un hombre bañado en su propia sangre. Al instante, Gabriela, le suplica: "Ayúdeme, se va a morir".

-Señorita, párese. El SAMU ya viene en camino, y levántese, usted está detenida.

Mientras el personal del SAMU registra 500 cc de sangre en el suelo. Carabineros no logra tomar la declaración de ningún testigo del lugar. Al día siguiente, realizan un rastreo y encuentran el mango de un cuchillo cocinero, marca Tramontina; la hoja aún estaba en el pecho de Vidal.

Esto es normal en las parejas

Cuando se conocieron en 2017, la atracción fue instantánea. A los pocos meses, en junio, él se le declaró y le propuso que fueran pololos. Ella aceptó, tenía 24 años. "Él era muy seguro de sí mismo, parecía bueno aunque presumido, eso me atrajo desde el principio. Además me gustó que se interesaba mucho de mí vida, ahora todo tiene otro contexto, pero al principio me gustó que me preguntara si pololeaba, si vivía con alguien, de dónde era mi familia, que quería hacer de mi vida, etcétera. Yo era súper sola y me cautivó su atención", recuerda Gabriela.

Todo estuvo bien por tres meses, hasta que él empezó a controlar sus llamadas. Gabriela no le dio importancia. En octubre, instalados en la playa, Vidal Ccoscco le lanzó una botella de cerveza a Gabriela, que impactó en su cara.

-Te pillé, ramera, le estás sonriendo a mi primo -la acusó, Vidal.

Pocos días después, Ccoscco la busca para pedir disculpas. Llora y le suplica perdón, la esperó una noche entera en la puerta de su casa, hasta que Gabriela termina aceptando sus disculpas. Al mes volvió a pasar lo mismo. Un amigo del trabajo llamó a Gabriela, mientras bailaba con Vidal en una disco del centro. Él le arrancó el teléfono y se lo tiró en la cara. Luego agarró a Gabriela, y como si fuera un saco de papas, la arrojó al piso. Testigos del lugar amenazaron con llamar a Carabineros, pero nadie hizo nada.

-¿Alguien de tu círculo te dijo algo?

-No, es que yo escondía las cosas. Él aún no me pegaba en la cara, así que podía ocultar lo que me hacía. Él estaba conmigo y era todo lo que me importaba. Era muy raro, pero yo lo seguía queriendo. Es un error que cometemos muchas mujeres, no vemos la realidad.

Pero Vidal era cada vez más y más violento. Sus amigas, Victoria y Jennifer, la aconsejaban: "Aléjate de él, si ya te levanta la mano, lo volverá a hacer. Vidal te va a terminar matando".

En 2018, luego de repetidas golpizas, Gabriela decide alejarse. Encuentra trabajo en un cultivo de ostiones en la Isla Santa María, a unos 45 kilómetros de Antofagasta, ahí vive de lunes a viernes, está más tranquila. Pero el fin de semana tiene que volver a la ciudad, los golpes, el alcohol y su ex pareja. "Él me esperaba en la parada del bus sin falta. Era aterrador, si él aparecía yo me anulaba. Para no enojarlo, terminaba accediendo a todo lo que él quería. Una vez me pegó hasta reventarme un ojo, otras veces me pateó en el piso, me escupía, me pegó tantas cachetadas, combos, rodillazos, que el dolor me era indiferente, no me importaba".

Sandra Blanco, dueña de la pieza que arrendaba Gabriela, recuerda que Vidal "la rondaba y después de pegarle le iba a llorar, y si ella no salía, empezaba a golpear los autos, gritaba, hacía sonar las alarmas, tiraba piedras. El tipo la acechaba".

La relación llegó a un quiebre en junio de 2020. Gabriela Mamani toma aire: "El colapso más fuerte fue en su casa. Yo estaba tomando una cerveza, luego no recuerdo nada. Solo sé que me desperté desnuda a su lado, llena de moretones en el cuerpo. ¿Qué había en esa cerveza? No lo sé. Poco después él despertó y comenzó a patearme, me decía: Levántate, puta, hoy te voy a matar".

Gabriela le pidió a gritos que no la matase. "Cuando sus papás escucharon mis gritos se metieron a la pieza y lo agarraron, entonces yo aproveché de salir corriendo, pero él se zafó y me agarró del pelo como a media cuadra, así me arrastró de vuelta. Ahí él se puso a llorar, empezó a gritar que lo perdonara o se suicidaría, él siempre amenazaba con eso".

Al otro día, la madre de Vidal Ccoscco, le dice a Gabriela: "Por favor, perdona a mi hijo, esto es normal en las parejas, a mí también me golpeaban, pero ahora lo arreglamos todo hablando".

Gabriela Mamani se toma un segundo y dice: "Eso ya no lo soporto. He tenido que dar muchas explicaciones, repitiendo una historia que es terrible, poniendo la cara. Dan ganas de decir: "Huevón, cómo pudiste hacerme esto". La única manera de hacer justicia que me queda es seguir contando la verdad".

5 años y un día

Vidal Ccoscco (26), peruano, llegó al hospital regional cerca de las 6:00 AM del 26 de octubre. Cuando ingresó a urgencia se desvaneció, cuatro días después despertó desorientado. En su ingreso estaba sudoroso, pálido, con regurgitación e insuficiencia respiratoria. Tras varias intervenciones, fue dado de alta 10 días después. Al despertar, Vidal declara a la Fiscalía que esa noche estaba con Gabriela bebiendo en la casa de su prima. Y que ella montó "una escena de celos", insinuando que ambas estaban coqueteando con él. Por esto, ella decide irse y él la sigue para arreglar las cosas. Vidal explica que logró dar con ella en la puerta del domicilio de Gabriela, ubicado en Calama N°210, Antofagasta. En ese lugar, a unos 20 metros de la puerta, sin que él se percatara, Gabriela sacó un cuchillo con el que lo habría apuñalado. Ccoscco dice: "¿Por qué lo hiciste?".

Vidal Ccoscco asegura que Gabriela sufría de celos enfermizos. Afirma que incluso, en el cumpleaños de una sobrina que él no recuerda bien, encontró a Gabriela durmiendo con un chillo al lado suyo. "Al otro día, mis cercanos me dijeron que ella me había atacado con ese cuchillo".

La familia, amigos y cercanos de Vidal Ccoscco, acumulan evidencia contra Gabriela. En la causa del Tribunal del Juicio Oral en lo Penal de Antofagasta, la Fiscalía insiste en delito de parricidio frustrado; exigen 10 años y un 1 día de presidio mayor, contra Gabriela.

"En mi inocencia, pensé que cuando el Vidal lograra recuperarse, vendría a aclarar las cosas", dice ella. "Pero los días pasaban en el calabozo y nadie me decía nada, hasta que un cabo me dijo que él estaba a punto de morirse, en riesgo vital. Ahí casi me muero. Yo sólo me había defendido, él me sacaba la cresta siempre. Así que me la pasaba llorando, dejé de comer, tampoco podía contactar a mi familia, me daba vergüenza que supieran que estaba presa".

-Mi madre estaba desesperada. Gabriela mantenía el contacto, pero pasaban las semanas y era como si la tierra se la hubiera tragado -explica Rosalía Mamani (40), hermana mayor de Gabriela-. Al final decidí dejar a mis hijos en Bolivia para venir a Chile. Qué tristeza, el mayor de los tres tiene apenas 17 años y quedó a cargo de la casa, ¿qué más podía hacer? Mi hermana estaba desaparecida y nosotras somos gente pobre.

A los pocos días de haber llegado a Antofagasta, Rosalía logra dar con Sandra Blanco, dueña de la pieza que Gabriela arrienda en Calama 210, Antofagasta.