El desbande y descontrol que se vivió la segunda mitad del año pasado con el comercio informal, que se tomó las principales calles de las comunas de la Región, decayó notoriamente con el inicio del nuevo año. La mayoría de este tipo de comerciantes despejó las vías y emigró hacia otros sectores y con ello volvió la tranquilidad y el libre tránsito por los espacios céntricos.

Los propietarios y arrendatarios de negocios establecidos explicaban que el fenómeno había llegado para quedarse y que el retiro era temporal. Era su visión dentro de un mundo surrealista en el que impera todo lo que esté al margen de la ley.

Anticipaban que en la segunda semana de febrero se iniciaría el retorno paulatino y que poco a poco se verían enfrentado nuevamente a una competencia desleal y desbordes con los vendedores ambulantes.

El vaticinio fue certero, porque ya es posible ver el retorno de ambulantes y se teme que para marzo el problema empeore.

La Cámara de Comercio de Antofagasta, recordó que existe un fallo de la Corte de Apelaciones que instruye al municipio de esta comuna, Carabineros, Delegación Presidencial y las instituciones involucradas una coordinación que impida el regreso de este tipo de negocios en calles y veredas. Sólo permitir a quienes cuenten con el permiso municipal, cuya cantidad está regulada por la ordenanza respectiva.

En la práctica poco de ello puede apreciarse. Todo tiende a volver a lo del año pasado y que desató una crisis que fue controlada de milagro.

Aquí lo importante es que cada uno de los organismos que tienen injerencia en la resolución del problema cumplan con su labor.

El permiso municipal es fundamental porque se entrega en las cuotas que puede soportar el casco histórico y a familias necesitadas. Pero ello tiene que ser fiscalizado para que no exista una proliferación incontrolable.

Aún hay tiempo para reaccionar, porque con el paso de los días todo se complicará y puede que la situación se "normalice" como ocurrió en algunas comunas de la Región Metropolitana.

Bienaventurados los pacificadores, porque ellos serán llamados hijos de Dios. (San Mateo 5:9) La Iglesia Evangélica Presbiteriana en Chile, quiere hacer llegar su voz, e invitar a reflexionar, desde nuestra perspectiva cristiana y reformada, acerca de la situación actual que vive nuestro país:

Destacamos el acto eleccionario vivido, y que se realizó en el orden ciudadano y democrático reconocido por todos. Los resultados entregados en un tiempo breve nos permiten pensar que existe una solidez digna de destacar. Por otro lado, vivimos un proceso interesante en la Institución que nos permitirá cambiar la Constitución Política, que regirá nuestro país por muchos años. Su trabajo deberá sentar las bases de paz y entendimiento de chilenas y chilenos.

Observamos un pueblo que espera cambios a través de un diálogo entre los sectores políticos y sociales, que permita llegar a buen puerto en lo que se aspira con el próximo gobierno.

La situación que viven miles de compatriotas después de la pandemia y otros actos ocurridos en los últimos dos años, es deplorable desde el punto de vista económico. Los miles de fallecidos también han deteriorado la salud mental de muchas familias e instituciones. Por esto, encomendamos al liderazgo de nuestro país a los sujetos preferenciales del Reino de Dios como son las viudas, los huérfanos, los pobres, los migrantes. Todos ellos necesitan que se ejerzan acciones tendientes a mejorar a la brevedad sus condiciones de vida.

Invitamos a la prudencia al implementar un modelo económico con este afán de crecimiento ilimitado. Forzar el crecimiento no da igualdad ni asegura desarrollo. Se debe ir más allá de lo económico e incorporar otras alternativas. Los que ostentan el poder y quienes no lo tienen, poseen distintas miradas, propuestas y soluciones. Debería integrarse todo lo que sea bueno como ideas fuerza para el desarrollo de nuestro país.

Los jóvenes de nuestra sociedad han aportado con fuerza a la labor de integración, de convergencia social, de compartir su facilidad de comunicación. También ellos deben ser considerados en las soluciones.

Invitamos a las iglesias evangélicas protestantes, al diálogo amplio, generoso, que nos permita el reencuentro, a ser instrumentos de sanación, de acercamiento, de protección, de dialogar con altura de miras. No podemos dialogar buscando sólo tener ventajas y desautorizando al otro. Hacemos un llamado para integrarnos en las decisiones del país como mundo protestante. Volver a los templos en la medida de lo posible, para que tengamos la proclamación y la celebración litúrgica en plena comunión.

Necesitamos, entonces personas bienaventuradas, y quienes trabajen por la paz. Dios nos ayude a mirarnos y tratarnos como hermanas y hermanos.

Jacqueline Troncoso Dantagnan,

Pastora evangélica