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Crean un método para saber qué profesiones serán reemplazadas por robots

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Los físicos son los profesionales que menor riesgo tienen de ser reemplazados en un futuro cercano por máquinas, mientras que los carniceros enfrentan el riesgo mayor, según indica un método que mide el riesgo de que una profesión sea robotizada, que fue desarrollado por un equipo de científicos suizos de la Escuela Politécnica Federal y de la Universidad de Lausana.

El método revela que la inteligencia artificial no es la única amenaza al empleo humano, pues los trabajos físicos también podrán ser realizados más y más por robots.

El equipo se planteó una nueva manera de ver el impacto de la robotización en el empleo al salir de los análisis clásicos, que se concentran en los programas robotizados basados en la inteligencia artificial y que incluyen los de reconocimiento de voz y de imagen, o los chatbot, que son aplicaciones que ofrecen respuestas automatizadas a los clientes.

Para la predicción, se consideraron datos de la Comisión Europa que describen docenas de habilidades que se requieren de los actuales y futuros robots, como la manipulación, la percepción, la sensación y la interacción con humanos.

Asimismo, se analizaron las patentes y las descripciones de los robots de última generación. Al cruzar esa información con los conocimientos y destreza para realizar alrededor de 1.000 trabajos, se pudo determinar que los empleos que requieren que una persona trabaje haciendo movimientos con un nivel de precisión de un milímetro pueden ser realizados sin dificultades por un robot.

"Si el trabajo requiere esa destreza, tiene más probabilidades de ser automatizado que profesiones que requieren un pensamiento crítico y creativo", concluye el estudio.

Los autores crearon un algoritmo que predice el nivel de riesgo de automatización de cientos de empleos y sugiere alternativas de transición con la formación mínima. Está solo en inglés en http://lis2.epfl.ch/resiliencetorobots.

Las anotaciones de Howard Carter resucitan la fiebre por Tutankamón

CENTENARIO. El arqueólogo fue el primer humano que pudo ver, después de 3.000 años, los tesoros intactos de la tumba del rey egipcio, descubiertos hace exactamente un siglo.
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Efe

"¿Puede ver algo?", preguntó Lord Carnavorn, ansioso. "Sí, cosas maravillosas", respondió Howard Carter, el arqueólogo que a través de una rendija veía por primera vez en 3.000 años los tesoros de la tumba de Tutankamón y que impulsó hace justo un siglo la primera fiebre mundial por la egiptología.

Carter (1874-1939), tan diestro para la publicidad y las relaciones públicas como minucioso para registrar al detalle sus descubrimientos, dejó innumerables notas, descripciones y dibujos que él mismo trazó durante las excavaciones del sepulcro, algunas de las cuales pueden contemplarse desde la semana pasada en la Weston Library de la Universidad de Oxford.

La muestra, abierta hasta febrero del próximo año, reconstruye el proceso en el que Carter, financiado por el aristócrata inglés George Herbert, identificó y excavó la única sepultura del antiguo Egipto que llegó a nuestra época prácticamente intacta, con sus pesadas puertas de piedra y yeso todavía selladas.

La apertura de la tumba, en noviembre de 1922, desató un fenómeno cultural que continúa vivo y que ha creado numerosas leyendas a su alrededor, desde las historias sobre la maldición de la momia de Tutankamón hasta noticias falsas sobre saqueos del tesoro tras el descubrimiento.

Para el egiptólogo Richard B. Parkinson, uno de los responsables de la exposición en Oxford, Carter supo transmitir como nadie la "emoción" del descubrimiento y "le dio al público lo que quería", aun a costa de perpetuar ciertos estereotipos.

Su hallazgo "recibió una enorme publicidad y la gente quedó fascinada". El libro donde relató sus campañas de excavación puede considerarse "una obra maestra de la comunicación popular", señaló a la agencia Efe Parkinson.

Un hallazgo inesperado

Carter recibió el permiso oficial para excavar en el Valle de los Reyes en 1914. Sus predecesores habían removido su arena durante décadas y ya habían perdido el interés al considerar que los descubrimientos estaban agotados.

Sin embargo, el británico tenía el "presentimiento", según él mismo explica en su relato sobre aquellos días, de que al menos una tumba permanecía todavía escondida.

Algunos hechos respaldaban su corazonada, dejó escrito el arqueólogo. Conocía una zona del valle donde se habían ido acumulando escombros de otras excavaciones durante décadas y no había sido explorada. En las cercanías, además, habían aparecido objetos con el nombre de Tutankamón.

Parkinson atestigua que Carter era el único que aún confiaba en que algún resto importante seguía enterrado, aunque pone en duda que supiera exactamente qué secreto escondía todavía la arena.

"Estaba excavando muy a fondo el Valle de los Reyes con la esperanza de encontrar algo. Más tarde siempre dijo que sabía que (la tumba) estaba allí, que era justo aquello lo que estaba buscando, pero creo que eso es en cierto modo un mito", sostuvo el experto.

Fama mundial

Carter y Carnarvon vendieron por 5.000 libras de la época los derechos exclusivos para informar sobre el hallazgo al diario "The Times", que cuatro días después de la primera apertura había enviado a un corresponsal para informar al mundo sobre el trascendente descubrimiento. Su relato brindó una fama inmediata tanto a los arqueólogos como al faraón.

Durante las semanas posteriores, Carter se quejaba en sus diarios de que las constantes visitas de autoridades y personalidades bloqueaban el arduo trabajo de clasificar y retirar centenares de objetos del sepulcro.

Aun así, alimentar la ávida curiosidad de los diarios de todo el mundo nunca dejó de estar entre sus prioridades. Procuraba extraer uno a uno los tesoros de la tumba sin cubrirlos, para que fueran bien visibles y saciaran las expectativas de los curiosos y periodistas que se agolpaban diariamente frente a la excavación.

Valor histórico

La excavación, probablemente la más célebre de la historia de la arqueología, estuvo desde el principio a medio camino entre el descubrimiento científico y el espectáculo mediático.

Con todo ello, los expertos recalcan que Carter, él mismo sin formación académica, se supo rodear de algunos de los mejores especialistas del momento para conservar y ordenar las piezas, y alaban su detallado trabajo.

Resaltan además el papel que jugaron arqueólogos y trabajadores locales, que en los relatos sobre el hallazgo suelen quedar apartados. "Esta tumba fue creada por egipcios y ellos también jugaron un papel vital para rescatarla y preservarla", subrayó Parkinson.

Fallecido en 1939, Carter no llegó a ver publicados los estudios finales sobre el sepulcro, pero sus notas y dibujos continúan siendo útiles un siglo después para comprender detalles sobre la antigüedad que solo conocemos gracias a la cápsula del tiempo que él y su equipo encontraron bajo el desierto.

5 de noviembre de 1922 fue abierta la tumba de Tutankamón, descubierta y excavada por Howard Carter.

KV62 es la numeración de la sepultura real egipcia en el Valle de los Reyes. El sarcófago estaba en la tercera capilla interna.