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Cuando el alma duele

Proverbio chino: "No puedes evitar que el pájaro de la tristeza vuele sobre tu cabeza, pero sí que anide en tu cabellera."
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Entre una de las más duras enfermedades que afligen a un gran porcentaje de chilenos, está la silenciosa y devastadora depresión. La salud mental en Chile viene hace bastante tiempo deteriorándose. Un gran número de personas caminan a nuestro lado con el invisible mal. Ocultado por una especie de estigma social equivocado, que considera a las enfermedades mentales como una especie de "oprobio social".

En Chile, se estima que 4.380.197 personas mayores de 15 años han presentado algún trastorno psiquiátrico durante su lapso de vida y que 3.010.538 lo han padecido en los últimos 12 meses. Cifras que nos deben alarmar debido a que, en nuestro país, resulta ser una sintomatología muy "onerosa", además, es equivocadamente, no cubierta por muchas de las prestaciones médicas, dejando a quienes sufren en este específico caso, de depresión, expuestos a una indefensión de real atención profesional a tiempo y de calidad.

Cuando el alma duele, se nos parece acabar el mundo. Pero es que, de verás, ¿puede combatirse la tristeza? Sabemos a ciencia cierta qué si se puede, pero cuando esta obedece a reacciones derivadas por malas condiciones de vida o fallas en el metabolismo humano, no resulta una tarea tan fácil. Esta situación me recuerda un refrán chino que dice: "No puedes evitar que el pájaro de la tristeza vuele sobre tu cabeza, pero sí que anide en tu cabellera." Sin embargo, para ello, se necesita ayuda profesional. No basta el mero esfuerzo y voluntad personal.

Resulta impensable que en pleno siglo XXI en nuestro país no existan en las instituciones y empresas un equipo calificado de especialistas en salud mental, orientado a la contención de todos los trabajadores, que orienten y colaboren en la sana dinámica laboral. Es más rentable, pero tremendamente perjudicial, aplicar la recurrida, pero nefasta ley del avestruz. La invisibilidad o el ignorar los problemas de relaciones humanas al interior, incluso de nuestros propios hogares, finalmente termina por deteriorar la salud mental de los seres humanos.

La depresión se ha transformado, por exagerar, en realmente "el pecado de la tristeza". Concepción del todo errada. Las exigencias y presiones del mundo actual, el desbordado aumento de la inseguridad personal, debido al alto grado de la delincuencia y agresividad en todo ámbito, están derivando en graves problemas de salud mental, que de no ser abordados con la responsabilidad y urgencia que estos demandan, pueden conducirnos a un pago social muy alto.

Vivimos un momento crítico, los trastornos mentales en Chile, reitero arrojan cifras alarmantes. Diversos estudios muestran altas estadísticas al respecto entre la población, con ansiedad y depresión, como las de mayor prevalencia, así como cifras considerables de consumo de alcohol y drogas. Estudios nacionales entre niños y adolescentes, señalan una índice de trastornos mentales diversos, del 38% (cuatro de cada diez personas). Dolorosa cifra que no puede bajo ninguna excusa, ser ignorada.

"Busca paz para tu mente y obtendrás salud para tu cuerpo." (Lao Tse).

La lectura, una puerta de entrada a otros mundos

"Disponer de libros en los espacios donde cotidianamente conviven los niños y niñas es una alternativa de fomento de la lectura".
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En Chile solo el 20% de la población adulta se considera un lector habitual, mientras que el alrededor del 50% declara no leer regularmente o nunca. Este dato resulta preocupante, sobre todo si pensamos que estas personas podrían estar en contacto con niños y niñas que están conociendo el mundo y pueden ver en la lectura una puerta que les permite descubrir realidades solo existentes en los libros.

Pero ¿Cómo podemos fomentar la lectura desde edades tempranas? ¿Cómo podemos incentivar a nuestros/as hijos e hijas a leer?

Hace algún tiempo atrás en la región de Magallanes y la Antártica Chilena el lema para incentivar la lectura era "La lectura no se enseña, se contagia" (Chile Crece Contigo, s/f). Esta premisa tiende a ser cierta. Muchos de los hábitos que adquieren los niños y niñas forman parte de las conductas socioculturales de sus padres, madres y/o cuidadores: por lo tanto, si ven que los adultos leen, podría despertar en ellos interés por la lectura.

Disponer de libros en los espacios donde cotidianamente conviven los niños y niñas es una alternativa, estos deben estar a su alcance, a libre disposición e idealmente deben contener imágenes claras y sencillas que les permitan desarrollar su imaginación y creatividad.

Por otro lado, es importante que podamos destinar en algún momento del día un tiempo para leer con ellos: La lectura es un acto conjunto. En esta vivencia, podemos descubrir la posibilidad de compartir con los niños y niñas y fortalecer nuestros lazos.

Lo ideal es ubicarnos a su altura, utilizar diferentes entonaciones, repetir ideas importantes, señalar las imágenes que representen el relato, hacer preguntas sencillas sobre lo leído y seguir con nuestro dedo la línea de lectura: esto permitirá que comprendan cómo funciona la dinámica de leer.

Una vez que esto se vuelva habitual los niños y niñas esperarán este momento, y con el correr de los días, querrán ser ellos quienes guíen la lectura. Incentivar esta conducta es muy importante: debemos escucharlos con atención, sorprendernos con lo que nos cuentan y aportar detalles sobre lo leído.

En un inicio, puede que esta lectura sea errática y muchas veces describirán las imágenes por sobre la lectura de lo escrito. Sin embargo, esta rutina fomentará en ellos y ellas el interés por los libros. Acompañemos ese proceso y brindémosle la posibilidad de crear mundos imaginarios y fantásticos desde la lectura.

Arturo Flores Riquelme

Académico Fonoaudiología UNAB

Los desafíos de la nueva educación

Un cambio de paradigma que requiere de mínimas condiciones para que profesores reenfoquen su actual modo de enseñar. los esfuerzos tienen que necesariamente apuntar a mejorar los ambientes en las escuelas que permitan a los docentes contar con las herramientas básicas para trabajar con sus estudiantes y así evitar episodios de violencia.
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El retorno a las clases presenciales ha sido dificultoso en todo el país, principalmente en los establecimientos de educación pública donde se han registrado episodios de bullying, amenazas y agresiones.

Se sabía que un fenómeno de esta magnitud se podía venir, pero no hubo tiempo ni capacidades para precaverlo y enfrentarlo. Existía premura en volver a las aulas y se hizo sin considerar algunas de las recomendaciones de los especialistas.

La salud mental tanto de niños como adultos ha sido fuertemente dañada por los dos años de pandemia y hoy es más difícil relacionarse especialmente entre los niños y adolescentes quienes fueron afectados en una etapa fundamental de desarrollo del contacto con sus compañeros y profesores.

Las consecuencias las conocemos y las entidades involucradas en el sistema educativo tienen que hacerse cargo con prontitud, porque si bien hoy existe un ambiente de calma, hay un mar de fondo que todavía está turbulento y en cualquier momento puede emerger.

En entrevista con este medio el experto Héctor Montenegro, apuntó a la educación socioemocional y al cambio de currículo de los profesores como puntos principales para dar salida a la crisis.

Para ello se requiere del involucramiento de los adultos desde el hogar hasta las escuelas. Los padres en las casas y los docentes en los colegios tienen como misión principal enseñarles a los más jóvenes a relacionarse. A tener autocontrol manejo de emociones, empatía, habilidades de relaciones positivas y a tomar decisiones de manera responsable.

Partes de un cambio que deben sufrir en su currículo los profesores. Propiciar ambientes de diálogos junto a la entrega de los contenidos académicos.

Tarea no menor si hoy vemos como en Antofagasta las clases están interrumpidas por demandas de mejor infraestructura en los establecimientos. Realidad que se repite con mayor o menor intensidad en otras comunas, pero que dejan poco espacio para esta nueva forma de enfrentar la formación de los alumnos.

Entonces los esfuerzos tienen que necesariamente apuntar a mejorar los ambientes en las escuelas que permitan a los docentes contar con las herramientas básicas para trabajar con sus estudiantes y así evitar los episodios de violencia.