I+D, la clave para el desarrollo
"Chile no ha superado la inversión del 0,4% del PIB en I+D". Carlos Tarragó,, Presidente Corporación Proa
En su primera cuenta anual al país, el presidente Boric se refirió a la necesidad de elevar la inversión en Investigación y Desarrollo (I+D), hasta alcanzar un 1% del Producto Interno Bruto (PIB). No es novedad la preocupación presidencial al respecto. También el expresidente Lagos tuvo la misma intención, sin embargo, han pasado largos 16 años desde su mandato, esto equivale a cuatro gobiernos y continuamos con la misma escuálida inversión de solo un 0,4% del PIB. Lo peor es que dicha inversión corresponde, en un 60% al sector público y solo un 40% al sector privado. A quienes les gusta, compararnos con la OCDE, deberían saber que, en promedio, los más de treinta países que la componen, invierten un 2.5% del PIB y que países como Israel y Corea del Sur están por sobre el 4%. Sin ninguna duda ni discrepancia, podemos opinar que estamos lejos, demasiado lejos de lograr ese estado de innovación productiva de un país desarrollado.
La inversión en I+D, está íntimamente ligada a la capacidad de innovación que exhibe un país. Para lograr lo anterior, se hace necesario contar con políticas de Estado, no de un acotado gobierno, orientadas a establecer una legislación, incentivos y un ambiente, propicio a la transformación de materias primas y procesos, en nuevos productos, con mayor valor agregado. Se requiere, además, la acción de universidades, empresas, laboratorios y centros de investigación, dedicados a estudiar y desarrollar nuevas tecnologías que puedan aportar a la productividad de las operaciones industriales. Hay ejemplos magníficos en el mundo donde los inventos, procesos y productos, se desarrollan en los centros universitarios y estos se financian, en gran medida, por las patentes que derivan de las innovaciones. En Chile es escasa esta asociatividad universidad-empresa. Para incrementarla, el Estado podría evaluar su fomento facilitando las investigaciones y definiendo ciertos estímulos tributarios, tipo Ley Valdés, en la medida que el resultado esperado sea beneficioso para el país.
La empresa privada tiene mucho paño que cortar en este tema. De partida, tomar conciencia que la responsabilidad en la innovación y desarrollo es fundamentalmente de ella, dado que cualquier avance le beneficiará directamente. Lamentablemente nuestro empresariado actúa con una visión mayoritariamente cortoplacista y sin la visión de futuro requerida por el país. En el mundo empresarial es frecuente escuchar la frase "Innovar o morir", como una máxima a alcanzar para permanecer constantemente vigente en el mercado y no quebrar. Los países, a diferencia de las empresas no mueren, ni quiebran si no innovan, pero inexorablemente ralentizan el paso, al extremo de no alcanzar los resultados económicos que le permitan ofrecer una calidad de vida digna a su población.