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Tras 8 años, Cifamac logra acordar ruta de ingreso de naves a bahía de Mejillones

MEDIO AMBIENTE. Ana García Cegarra, académica de la UA y defensora de las ballenas sostiene que la labor de la ONG ha permitido crear conciencia, entre los diversos actores de la comuna, de la riqueza ambiental del sector.
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La primera vez que Ana García Cegarra vio una ballena fue cuando tenía 18 años, durante un tour de observación de cetáceos en el Estrecho de Gibraltar. "Yo era estudiante de Ciencias del Mar en la Universidad de Cádiz, recuerdo que vimos un cachalote. Fue una experiencia maravillosa que me llevó a pensar: a esto me quiero dedicar", cuenta la investigadora, nacida en San Javier, España, a orillas del Mar Menor.

Fue esta atracción por los cetáceos la que en 2014 trajo a Ana García a Chile, para estudiar un doctorado en Sistemas Marinos Costeros en la Universidad de Antofagasta, y desde ahí comenzar a construir gran parte del conocimiento que actualmente existe respecto a las ballenas y las amenazas que enfrentan en Mejillones. Todo esto, con el apoyo de pescadores de esa comuna, con quienes creó la ONG, Cifamac.

Gracias a sus estudios, García fue la primera en advertir, en una publicación científica de 2019, el riesgo de muerte por colisiones que existía en esa bahía debido a la gran actividad naviera, lo que se comprobó un año más tarde, con la aparición de la primera ballena muerta por esta causa, que fue seguida por el hallazgo de más ejemplares, hasta completar 7 en sólo un año.

"Entonces ahí, con mis colegas de Cifamac, dijimos: tenemos que actuar, tenemos que hacer algo, esto no puede quedarse solo en una predicción, en un artículo en inglés que nadie lee, sino que la comunidad tiene que ser consciente de lo que está pasando y tenemos que proponer alguna medida de mitigación", narró la investigadora, hoy académica de la UA.

Código naviero

En enero de este año este trabajo dio frutos. La Armada de Chile, junto a la industria naviera, firmaron el acuerdo que establece un código voluntario para las operaciones en la bahía, lo que implica crear una especie de "carretera imaginaria" que evite a las ballenas y de esa manera las proteja de las grandes embarcaciones mercantes.

¿Por qué hay tantas colisiones en Mejillones?

-Este es un problema mundial, el tráfico marítimo se está incrementando mucho por la globalización, y acá en el norte más aún porque tenemos la minería, y la minería tiene que exportar sus productos y recibir insumos también. En Mejillones llegan buques de gas natural licuado, de amoníaco para la fábrica de explosivos, de azufre para hacer ácido sulfúrico, de carbón para las termoeléctricas, a todo eso súmale lo que se exporta. El año que yo estudiaba eran 1.200 buques y ahora deben ser 1.400 al año que entran o salen de la bahía.

¿Qué establece el código?

-Establece una ruta y una velocidad máxima de diez nudos, y la ruta es una que evita la zona donde está la mayor densidad de ballenas, pasando el menor tiempo posible por la isobata de los 200 metros de profundidad, que es la profundidad a la que suelen estar.

¿Cómo han respondido las navieras?

-La primera industria que nos apoyó fue Enaex, dijo: creo en ustedes, creo en el proyecto, los vamos a ayudar para que esto sea transmitido al resto de las navieras. Después vino Ultraport, Ultramar, Puerto Mejillones, Puerto Angamos, y en enero tuvimos una reunión con todos los representantes de los puertos y terminales donde se les mostró el código y todos estuvieron dispuestos a seguirlo y transmitir eso a los buques. Asimismo, gracias a la Great Whale Conservancy (ONG internacional que protege a las ballenas) la información se está difundiendo para que todos sepan que hay ballenas en Mejillones y una ruta voluntaria que pueden seguir.

Santuario

¿Qué otras amenazas enfrentan las ballenas?

-Hemos visto ballenas con enfermedades de la piel, lo que puede estar asociado a contaminación. También tenemos pesca de cerco y los cerqueros están acabando con la anchoveta, porque Mejillones es una zona de desove, acá llega la anchoveta a poner sus huevos y las anchovetas chicas se quedan en la bahía hasta que son adultas, entonces al haber esta pesca disminuye la disponibilidad de alimento, no sólo para las ballenas, también para aves, delfines, pingüinos, lobos, etc. Otra amenaza es la probabilidad de enredo o enmalle, tanto de ballenas, como delfines. Un cerquero no va pillar una ballena, pero sí hemos tenido ballenas con cabos o redes atadas en la cola. En noviembre llegó una ballena jorobada a alimentarse, y nosotros la seguimos y fotografiamos hasta marzo, y en marzo la misma ballena tenía muchas más marcas en su cuerpo, marcas de la interacción con humanos al estar tanto tiempo cerca de la costa, o del enrede en cabos de pesca o cortes con las hélices de los botes, lo que nos indica que durante el periodo que llegan a alimentarse sufren mucho estrés.

¿Ha crecido la conciencia de ambiental en estos años?

-Ese es mi mayor orgullo como investigadora. Creo que hemos hecho algo que traspasa fronteras, hemos puesto a Mejillones en el mapa. Antes no había estudios en todo el norte de Chile, pero ahora las personas ya saben que hay ballenas en Mejillones, sobre todo la comunidad local. Hace diez años la mayoría de la gente de Mejillones no sabía que había ballenas en sus costas, pero hoy todo el mundo lo sabe, desde niños a mayores, muchos de ellos incluso saben qué especies son, saben que está la marsopa (una especie de delfín). Ahora hay una empresa de turismo que hace la ruta de las marsopas, y esa es información que nosotros hemos levantado. Esto nos pone contentos, porque que las personas sepan que tienen estos animales, genera en ellos un sentimiento de identidad y de querer protegerlas.