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Familia de buzo construye memorial en el fondo del mar en la costa de Isla Santa María

ANTOFAGASTA. En el lugar yacen las cenizas de reconocido instructor de buceo y padre de dos hijos.
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Cuando a su hijo Emilio le detectaron cáncer de estómago, fulminante, Eduardo Arancibia cuenta que, conversando, decidieron dónde dejar sus restos para que, llegado el momento, descansara: el mar.

Tanto Eduardo como Emilio (41 años, padre de dos hijos) formaban parte de la Fundación Maravilloso Mundo del Silencio. "Mi hijo era el jefe técnico de la fundación. Enseñamos a bucear a niños con discapacidad motora y cognitiva. También hacemos buceo recreativo. Ahí viene el tema. Y él, cuando se empezó a enfermar, pidió que tiráramos las cenizas al mar", comenta quien preside la organización.

Sin embargo, conversando con Emilio, decidieron no tirar las cenizas al océano, por el contrario, se inclinaron por dejar su ánfora debajo del mar en Isla Santa María.

Linaje de buceadores

Eduardo Arancibia cuenta que la conexión con el mar que tiene viene de siempre, pasando incluso por la fotografía submarina. Con el tiempo, durante las vacaciones, agrega, "fuimos a bucear de chiquitito con mi hijo por varias partes. De ahí nace este enganche. Toda una vida dedicada al mar". Para ejemplificar esto, Arancibia comenta al teléfono: "Ahora estoy en la isla, haciendo clases de buceo".

En un momento, dice, conversando con otros instructores, se dieron cuenta de que, si bien el buceo era cada vez más accesible a las personas, "no hay una preocupación porque un discapacitado motor pueda bucear. O simplemente le hacen una actividad recreativita, un buceo y chao. Nosotros hicimos un proyecto más sistemático, nosotros queremos que ellos sean instructores de buceo, que puedan vivir a lo mejor del buceo aquellos que tengan una discapacidad más leve".

"Él (Emilio) hacía todos los proyectos, las planificaciones. Era instructor de buceo adaptado, de buceo tradicional. Tenía todos los estudios y certificaciones para dedicarse a esto", explica su padre. Y agrega: "Emilio era muy buen buceador. Técnicamente buceaba muy bien, y tenía mucha paciencia, porque el hecho de ser papá de dos niños chicos también le da ese acercamiento afectivo".

La isla

Arancibia indica que desde el 2004 que bucean en Isla Santa María. Define el sector como la sala de clases. Sobre Emilio, detalla que buceó toda su vida ahí, por lo mismo escogió ese sector, "específicamente una parte que se llama 'El canaletón de la Milca'", lugar que lleva el nombre de la abuela de Emilio.

En ese sector, una zona sin mucha corriente y plano, construyeron este memorial. "La idea es que la estructura no contamine, está pintada con la misma pintura que tienen las botellas de buceo", recalca.

"Pusimos una cruz, con rieles y dejamos sus cenizas ahí, en un ánfora, una cajita de acero inoxidable donde están sus cenizas, y lo amarramos ahí con una cadena", menciona.

Al funeral, recuerda Eduardo Arancibia, que se realizó el 14 de agosto pasado, llegaron 50 personas. Algunos que estaban en el borde costero también se sumaron. A las profundidades del mar bajó Eduardo y otros siete instructores -todos amigos de Emilio, colegas del buceo, incluso algunos fueron sus alumnos-, para darle la despedida.

Eduardo, ahora, recalca: "Dejé dos argollas puestas para cuando me muera, para que me dejen ahí mismo. Muchos de los instructores de buceo también están en la onda de quedar acá. Hablamos de que, sin querer de un cementerio submarino".

"Lo más probable que se transforme en una tradición antofagastina única, entre los buzos deportivos autónomos", concluye.