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Con el covid es mejor prevenir

Los gremios gastronómico, del turismo y la entretención piden que la exigencia del pase de movilidad se destierre y el gobierno estima que aún no es tiempo. La solicitud de estos gremios tiene un asidero y es que la pandemia está en remisión en cuanto a su gravedad y esto se comprobó en meses de alto contagio pero de menor gravedad.
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La pandemia por covid-19 ha tenido varias enseñanzas y una de ellas es no confiarse en que llegó su fin, porque cuando se piensa en ello reaparecen los rebrotes y los cuadros graves. Por ello se entiende que el gobierno no haya cedido ante las presiones y haya informado que se continuará con la exigencia del pase de movilidad para los viajes interurbanos y los eventos masivos, esto a propósito de las celebraciones por Fiestas Patrias.

Exigir el pase no es más que incentivar la vacunación y evitar que quienes se contagien deban recibir asistencia especializada, incluso el uso de un respirador artificial.

Es conocido que son los actos masivos los focos de contagio y en años anteriores tanto los festejos del Día de la Madre y del 18 de Septiembre provocaron un alza en el número de infectados, situación que solo fue controlable con la aplicación de las vacunas.

No se quiere repetir esas experiencias y por ello no dieron cabida a las solicitudes de los gremios gastronómicos, turísticos y de entretención que piden finalizar con esa medida y así aumentar su margen de ganancia tras años de restricciones.

La solicitud de estos gremios tiene un asidero y es que la pandemia está en remisión en cuanto a su gravedad. Esto se comprobó en los meses de junio y julio donde los contagios superaron a las olas anteriores, pero no estresaron el sistema de salud y la cantidad de decesos fue notablemente menor.

Hoy en que el número de enfermos por este virus ha caído respecto a esos meses, incluso comunas están en zona de bajo impacto, es propio pedir flexibilidad y así ampliar la atención de público.

Mirado desde ese punto de vista es entendible la solicitud y puede que deba estudiarse para próximas efemérides o celebraciones. Principalmente por la urgencia de esos rubros, y otros, que requieren ponerse de pie tras años de estallido social y pandemia.

Es una necesidad y también una inyección al dinamismo económico de las comunas, por lo que debe verse desde ese prisma y analizar la evolución de la pandemia.

Ya hay países que ven al covid-19 como otra de las tantas enfermedades respiratorias y dejaron atrás las exigencias de vacunas e incluso el uso de mascarillas. Tal vez sean otras realidades, pero lo que sí no se debe olvidar es que hemos tenido complicaciones y muertes fruto del descuido. Eso no puede volver a ocurrir.

Nación Lickanantay

"La nación Lickanantay es una realidad que no depende del resultado electoral".
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Esta vez no haremos un análisis electoral; no vamos a victimizarnos ni a revolvernos en autocríticas estériles. Perdimos. Los del apruebo. No el pueblo lickanantay.

No vamos a examinar cada cifra y cada hipótesis sobre los resultados. Porque, además, cada opinión va a salir del mismo lugar: sesgos y prejuicios. Ya hay suficiente racismo intrínseco y endémico; paternalismo condescendiente, indigenismo oportunista y macho-patriarcalismo sueltos por este mundo ancho y ajeno, como para agregarle más nosotros.

Por ahora Chile NO se declarará Estado plurinacional, entre tantas otras cosas que no va a ser Chile por ahora. Pero lo que nos interesa hoy es la Nación Lickanantay, que es una realidad que no depende del resultado electoral. Es una visión y un proyecto que se postergó (un poco) hacia el futuro, pero que no ha desaparecido.

Pensando en ese futuro, quisiera apuntar a cuatro temas que creo que hay que poner en conversación para avanzar en la construcción de la Lickana:

1) Yo soy lickanantay y no soy representado por ninguna organización indígena existente (organización aceptada o reconocida por el Estado de Chile). Y no soy tan especial. Somos muchos en la misma condición. En ese sentido, cualquier propuesta de construcción de nuestra nación debe considerar esta realidad.

2) Una nación está compuesta por santos y ladrones, guerreros y poetas, malos y buenos, inocentes y culpables. Y todo lo que hay entremedio. No hay que dejar fuera a nadie; aunque a veces nos den ganas…

3) Necesitamos nuestra lengua, el Ckunsa, con "S", aunque algunos le pongan "Z". No buscamos revitalizarla como un capricho o un voluntarismo injustificado. Trabajamos porque es una necesidad ponerla en valor y contamos con el material suficiente para hacerlo.

4) Debemos revisar nuestra historia. Con un registro incompleto, fracturado, desconocido por la mayoría de los nuestros. Pero ahí está. Y es rica, rebelde, orgullosa, admirable, terrible, contradictoria, humana.

Podemos resumir que los cuatro temas tienen algo común: nos invitan a trabajar juntos. Cada uno verá como lidia con su situación, como enfrenta sus contradicciones y como potencia sus aciertos. Pero el llamado es a trabajar unidos. Como en una minga, donde el esfuerzo colectivo supera a los problemas que podamos llegar a tener puertas adentro.

Gerardo Ramos

Director de la Fundación Ckunsa Ttulva

¿Fin del proceso constituyente?

Los ciclos históricos y políticos nos obligan como país a pensar una nueva Constitución, con espíritu de moderación, consenso". Alberto Torres Belma, Sociólogo y Académico de la UA
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El abrumador triunfo del rechazo a la propuesta de nueva Constitución en el plebiscito del domingo 4 de septiembre, reflejó que el borrador elaborado por la extinta convención constitucional estuvo lejos de representar una propuesta que conciliara las distintas sensibilidades del país, apostando por un proceso refundacional de alta incertidumbre. Además, el resultado demostró que Chile es un país moderado: apuesta por los cambios, pero bajo el prisma de la gradualidad, el consenso y la responsabilidad. Chile no es un país de aventuras políticas - salvo el breve período de "Organización de la República" comprendido entre 1823 y 1830 - que implicó el ensayo de distintos sistemas políticos, pero que finalmente trajo consigo la estabilidad para nuestro país desde 1830 en adelante, mientras el conjunto de Latinoamérica se enfrentaba a revoluciones interminables durante gran parte del siglo XIX.

Por cierto, el acuerdo por la paz de noviembre de 2020 y la actual Constitución establecieron que en caso de ganar la opción rechazo en el plebiscito, seguía vigente la Carta Fundamental de 1980. Es una verdad irrefutable. Pero por simple olfato político y considerando que en nuestra historia existen los ciclos históricos- lo que forma parte del desarrollo de cualquier sociedad moderna- , es menester apostar por un cambio constitucional que deje atrás las pasiones y el espíritu de revanchismo de la Convención Constitucional. Probablemente, mecanismos como una comisión de expertos, compuesta por miembros de conocida reputación y credenciales profesionales, que además integre un diálogo con gremios y organizaciones de la sociedad civil, sería una posibilidad. La convención constitucional es un dispositivo desprestigiado per se, por lo que difícilmente sea una alternativa mayormente valorable por los chilenos en estos momentos, si consideramos además el alto gasto monetario que implicaría su conformación y el reconocimiento de errores de exconvencionales respecto al clima de polarización generado en dicho órgano en la redacción de la propuesta rechazada.

Chile es un país de grandes consensos políticos. Es imprescindible que todos los sectores trabajen por una nueva Constitución que nos represente a todos, con espíritu de moderación; que entregue certezas jurídicas; que rescate lo mejor de la actual Constitución e integre las mejores ideas, evitando el extremismo ideológico. Por supuesto, una nueva propuesta constitucional generada bajo esas condiciones e idealmente con una comisión de expertos, necesariamente deberá ser plebiscitada - en forma completa o por capítulos - para no generar la sensación que el proceso se generó entre 4 paredes por un grupo de iluminados.

En ese sentido, el Gobierno, como líder del proceso constituyente, debe mostrar madurez, acudiendo a la asesoría de los políticos con experiencia de todos los sectores, promoviendo un mayor "respeto a las canas", ya que la juventud por sí sola no tiene las respuestas para todo, y así quedó demostrado en los primeros seis meses de gobierno, lo que obligó al gobierno a recurrir a la experticia de figuras de la antigua Concertación.

Como país, debemos reeditar los grandes acuerdos que hicieron grande a nuestra Nación en momentos críticos, como en los inicios del Gobierno del Presidente Aylwin y en las postrimerías de la Presidencia de Ricardo Lagos, en donde se apostó por una reforma constitucional que dejase atrás los enclaves autoritarios.

Si prevalece el incumplimiento de algunos sectores políticos que llamaron a votar rechazo por una "mejor propuesta de Constitución", no sería raro que en corto o mediano plazo nos enfrentemos a un nuevo estallido social.

Los ciclos históricos y políticos nos obligan como país a pensar una nueva Constitución, con espíritu de moderación, consenso y sin revanchismo, acorde a la tradición republicana de Chile.