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Defensa penal de mujeres migrantes

Por Carlos Mora Jano,Defensor Nacional
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Visibilizar las diferencias de género en la aplicación de la ley es un deber de todos los que trabajamos en el sistema de justicia. Además, aprender que ciertas características, como la nacionalidad o la condición migratoria, pueden generar mayores discriminaciones hacia una mujer y hacerlas sufrir los efectos de manera más intensa, no puede ser ignorado.

El número de mujeres migrantes perseguidas por el sistema penal es más bien bajo. De un total de casi 269 mil ingresos de mujeres en el año 2022, sólo 2 mil 909 correspondieron a mujeres extranjeras, esto es, cerca del 1% de las causas, siendo las lesiones (946) y los delitos de drogas (652) los principales delitos imputados. De ellas, 559 estuvieron en prisión preventiva, es decir un 19%, lo que representa casi el quíntuple de la tasa de encarcelamiento del resto de las mujeres (4,5%). Cifra que alarma, por cierto, sin dejar de mencionar los efectos de la privación de libertad para ellas por cuanto son mucho más intensos, al afectar a sus hijos e hijas, que quedan sin el soporte de cuidados y afecto que necesitan, al no contar con redes que las acompañen.

A principios de este año, la Defensoría Penal Pública logró la absolución de dos mujeres haitianas imputadas del parricidio de sus parejas, y ambas estuvieron bajo la medida cautelares de privación de libertad durante todo el proceso en su contra. Si bien sus historias son distintas -una fue absuelta por concurrir la legítima defensa, en la que el tribunal consideró la gravedad de la violencia de género histórica por parte de su pareja, y la otra absuelta por falta de participación- ambas tienen un elemento común como lo tienen muchas historias similares de mujeres privadas de libertad: perdieron el contacto con sus hijos e hijas, y sus soportes económicos, y nadie se hizo cargo.

Por ello, como Defensoría Penal Pública, levantamos la voz por estas mujeres, no queremos que estas discriminaciones y violencias se perpetúen y normalicen en nuestro sistema. Los derechos deben ser de todas, no sólo de algunas.

Relatos de mujeres que superaron sus adicciones y los estigmas sociales

REHABILITACIÓN. Carmen y Sonia, ambas usuarias del Centro Terapéutico Tabor, lograron recuperar sus vidas tras años de consumo problemático de drogas y alcohol. Un proceso en el que también encontraron barreras solo por su género.
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Redacción

"Empecé mi consumo siendo niña, la primera vez que probé la pasta base tenía 14 años". Así es como Carmen Tapia, cuya verdadera identidad reservamos, comienza su relato. Ella es una de las usuarias del Centro Terapéutico Tabor, específico para mujeres, cuya historia no se inició de inmediato en la calle. "Siempre fue de menos a más, hasta que terminé viviendo en la calle ocho años. Un día mi hijo tuvo un problema y quería hablar conmigo, me fue a buscar al lugar donde yo estaba consumiendo y me vio así. Vi en la cara de mi hijo la falta que yo le hacía y no me gustaría nunca más volver a ver ese rostro en mi hijo".

Tras este episodio, Carmen fue llevada al centro Tabor Albergue y después que le dieron el alta la trasladaron al Tabor Ambulatorio en calle Bellavista. "Nadie daba un peso por mí ni siquiera mi familia, pero en el Tabor creyeron en mí y estoy muy agradecida. Sin el centro hoy yo no estaría lúcida, sin ninguno de los programas hoy seguiría en la calle", cuenta.

La vida de Carmen se cruza con la de Sonia Vergara, otra de las usuarias del centro terapéutico cuyo verdadero nombre también protegemos. Cuenta que mantenía un alcoholismo de tipo crónico el cual había ocultado hábilmente a su familia. "Estaba con un consumo excesivo y ellos se dieron cuenta, le pedí ayuda a mi esposo y él llegó a Tabor y consiguió que yo pudiera ir. Llegué con miedo, sin saber a lo que venía, ni siquiera era capaz de reconocer la problemática que tenía", cuenta Sonia.

Ingreso

Según explica la directora de Tabor Mujeres, Jacqueline Toro, luego de ingresar las usuarias pasan por un proceso de evaluación inicial para conocer sus perfiles y así determinar si necesitan un tratamiento ambulatorio en Tabor o ser derivadas a un dispositivo de mayor complejidad, como es el Centro de Tratamiento Cepas Calama, también específico para mujeres, pero modalidad residencial.

"Todos pueden derivar, todas pueden llegar, es para mayores de 18 años sin límite de edad. Solamente es necesario que la persona considere que tiene un problema, que quiere salir de ese problema, que necesita acompañamiento y que no sabe cómo al principio. Hoy día todas son grandes mujeres, las que tomaron muy buenas decisiones en sus vidas", detalla la directora del centro.

Estigmas

Néstor Maizares del Pino, director regional de Senda Antofagasta, cuenta que existen múltiples prejuicios y estigmas hacia las mujeres con consumo de alcohol y otras drogas, a lo que se suma una serie de barreras para acceder a programas de tratamiento. "Barreras de acceso a servicios, relacionados con el rol de cuidadoras de terceros, hijos, personas mayores etc., que las mujeres asumen en el marco de los roles de género tradicionales. Otro factor es la falta de empoderamiento y la ausencia de servicios sensibles a las necesidades de las mujeres, lo que constituye un obstáculo para sus procesos de recuperación", explica el director del servicio.

En esta misma línea, la directora de Tabor Mujeres señala que "ser mujer y entrar a un tratamiento por la vía que sea: judicial; demanda espontánea; o porque la familia las lleva es todo un desafío desde lo social porque siempre se espera que la mujer sea funcional en todo. Ahora, si no es funcional y además tiene un consumo de tipo problemático, de la sustancia que sea, inmediatamente es estigmatizada. Nuestras usuarias llegan sin acompañamiento, son ellas las que se dan el valor, son ellas las que van caminando, el equipo va acompañándolas en este proceso. Muchas quedan en el camino, pero muchas también cambian".

El titular de Senda Antofagasta explica que el proceso de reinserción social requiere un trabajo intersectorial, participativo y comunitario. "Estamos comprometidos en trabajar por la igualdad de género y los derechos de todas las personas, especialmente en la recuperación de las autonomías personales y económica de las mujeres", manifiesta.

Tanto para Sonia como para Carmen, el proceso terapéutico no es un camino fácil, pero ha pasado el tiempo y Sonia lleva años sin consumir. Retorna a Tabor y se emociona. "Estas paredes me cobijaron muchas veces. Entré por acá y se me vinieron muchos recuerdos. Me siento rehabilitada, pero siento que esto es un proceso para toda la vida. En este minuto estoy muy feliz porque soy abuela y estoy ayudando a cuidar a mis nietos".

Carmen recuperó muchas cosas, primero la vinculación familiar y en segundo lugar, sus estudios. "En el Tabor albergue saqué cuarto medio, y me matriculé en el Ceduc. Estoy estudiando operadora mantenedora de maquinaria pesada, los dos primeros semestres los aprobé y ahora el 15 de marzo entro al tercer semestre. Hoy comparto con mis hijos. Hoy soy hija, mamá, hermana, abuela, soy una persona reinsertada en la sociedad y me gusta. Hoy día me siento feliz, estoy tranquila, duermo tranquila, al menos a mí me sirvió, la rehabilitación existe".

Centros

El Servicio Nacional para la Prevención del Consumo de Alcohol y Drogas (Senda), cuenta con 19 centros de tratamiento en la región, a través de un convenio técnico y financiero con el Servicio de Salud de Antofagasta para cubrir la demanda de la población general adulta, infanto adolescente (infractores y no infractores de ley), y mujeres.

El programa de tratamiento con sensibilidad de género para mujeres mayores de 18 años con consumo problemático de alcohol y otras drogas, es para aquellas que se encuentren afiliadas al Fondo Nacional de Salud (Fonasa), o sean parte del Programa de Reparación y Atención Integral en Salud y Derechos Humanos (Prais), al cual están adscritos dos importantes centros: Cepas Calama con modalidad residencial (14 cupos mensuales) y ambulatoria (12 cupos mensuales); y el Tabor Mujeres de tipo ambulatorio (20 cupos mensuales). Cepas Calama y Tabor son específicos para la atención de mujeres.

En este sentido, la directora de Cepas Calama, Carolina Valderrama, asegura que actualmente el Centro de educación popular y apoyo psicológico Cepas de la ciudad de Calama cuenta con dispositivos de atención para población general y específico de mujeres en la región "permitiendo así abrir la oferta programática en tratamiento y rehabilitación, ya que, es el único centro que cuenta con una modalidad de atención residencial, dirigida a población general adulta (mujeres) con problemáticas de vulnerabilidad relacionadas con el uso de sustancias, otorgando acceso oportuno, sin costo para la usuaria y con un enfoque centrado en la perspectiva de género e integración social".