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Día del Trabajo, conmemoración y desafíos

"Aporta a mejorar la autoestima, la estabilidad mental y las interacciones sociales".
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En un par de días más se conmemora el Día Internacional del Trabajador, también llamado Día del Trabajo, fecha en la que se recuerda a los obreros de la fábrica McCormick de la ciudad de Chicago, que en el año 1886 fueron fuertemente reprimidos por iniciar una huelga para reducir la jornada laboral a 8 horas en una época en la que la única restricción que existía era el no hacer trabajar a una persona más de 18 horas sin causa justificada. Este movimiento duró varios días y tuvo lamentables consecuencias en vidas humanas: un policía y cinco de los muchos trabajadores detenidos, ahorcados. Hoy son conocidos como los Mártires de Chicago.

Las condiciones laborales en el siglo XIX y anteriores, validaban totalmente esa visión que desde siempre el trabajo ha tenido, relacionándolo con lo negativo, con el castigo, con el sacrificio ("te ganarás el pan con el sudor de tu frente" menciona el libro Génesis de la Biblia). Tal es así, que su etimología nos indica que viene del latín tripaliare, que a su vez viene tripalium (tres palos) el que era un yugo donde amarraban a los esclavos para torturarlos.

Sin duda, y afortunadamente, esta visión del trabajo ha cambiado absolutamente y en la actualidad hemos comprendido con que éste, no sólo nos entrega independencia económica y material que nos permite llevar el sustento a nuestros hogares, sino que también aporta a mejorar la autoestima, la estabilidad mental y las interacciones sociales, ayudándonos a lograr la realización personal y el progreso profesional. Esto será posible si tomamos acciones claras y concretas que nos permitan enfrentar debidamente la presión generada por las exigencias que cada organización, institución o empresa nos hace y que nacen porque ellas también se sienten presionadas por usuarios, clientes y mercados de mayores exigencias y cada día más competitivos y cambiantes donde los procesos automatizados e inteligencia artificial, no son el futuro sino ya el presente. Se suma a lo anterior, los cambios demográficos que obligarán a las personas de mayor edad a mantener actualizadas sus competencias técnicas y sociales.

Es así que, según el Word Economic Forum "…el 80% de los cargos que hoy existen en las empresas, desaparecerán al menos de la forma en la que hoy los conocemos…"; esto hace inevitable que quienes formamos parte del actual mercado laboral, así como los que ingresarán en el futuro, asumamos seriamente que este nuevo escenario nos obliga al desafío permanente de mantenernos actualizados y dispuestos a seguir continuamente en esta tarea.

Este desafío debe centrarse en las personas, sus trayectorias formativas y laborales propiciando la coordinación entre entidades públicas y privadas que permitan un Aprendizaje Continuo que forme y potencie las habilidades transversales y la adquisición de nuevas competencias, así como la reconversión laboral, la incorporación exitosa de la mujer en diversas áreas y que apoye la reciente Ley N° 21.561 (jornada 40 horas) cuya gradualidad de implementación de 5 años debe ir acompañada con la mejora sostenida de la productividad país.

Sergio Velásquez Díaz,

director de Educación Continua Inacap Sede Calama

Esperanza

"El ser humano posee en sí una fuerza que le permite enfrentar todo, luchar por el sentido y por el éxito".
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Los cristianos vivimos el tiempo pascual, tiempo de resurrección. Cristo ha resucitado, está vivo. Es para nosotros motivo de alegría y esperanza. Cristo está vivo hoy, nos acompaña hoy, perdona hoy. Llega a ser signo de esperanza para todos los seres humanos, creyentes y no creyentes.

La esperanza es la fuerza que nos habita en lo más profundo y esa esperanza es más fuerte que la depresión, que el sufrimiento, que el odio, que la muerte. Pero debemos reconocer que el mal (sufrimiento, odio, guerra, muerte, etc.) es el obstáculo mayor para creer en la resurrección.

En fin, ¿qué es la esperanza? Es creer, sin ingenuidad, que la vida tiene sentido, a pesar de lo que vemos en este mundo. Para muchos la esperanza es un estado de ánimo; para la psicología es una fuerza que permite afrontar las crisis; y para la teología es una virtud teologal, porque nos refiere a Dios. Algunos (como Martín Heidegger) unen la esperanza con la angustia: ven el ser humano abierto al futuro, es decir, a la muerte y al sinsentido. Otros (Jean-Paul Sartre) unen esperanza, conciencia de sí y libertad: el ser humano está condenado a ser libre, condenado porque se creó a sí mismo, y libre porque es responsable de todo lo hace. De allí la angustia.

Virgilio (siglo I antes de Cristo) expresó en la Eneida muy bien la esperanza. Describe una competencia de remos. Al ver a sus amigos enfrentando el viento y las olas con mucha dificultad, Eneas exclama (en el latín compacto de Virgilio): "Possunt quia posse videntur", es decir, "Pueden porque les parece que pueden". La esperanza es una fuerza tan grande que permite el crecimiento de la fuerza física. Y los amigos de Eneas ganaron la regata.

El ser humano posee en sí una fuerza que le permite enfrentar todo, luchar por el sentido y por el éxito. El ser humano sabe enderezarse ante el fracaso, sabe buscar siempre un camino de mejoría; prefiere luchar, aunque haya terremoto, aunque aceche la muerte.

Si es así el ser humano, si la esperanza es una fuerza tan notable y asequible, ¿por qué nuestro mundo prefiere las guerras, el odio y hoy la eutanasia? ¿Por qué en nuestro país hay tanta dificultad para convivir? La guerra y el odio significan poner la razón al servicio de la locura (E. Morin).

La resurrección refuerza la esperanza humana natural: la vida es más fuerte que la muerte; el amor más fuerte que el odio; el perdón recompone las relaciones. El ser humano no existe para la angustia, sino para la felicidad, para la acción y la entrega generosa. Solamente así podemos vivir realmente.

André Hubert Robinet sj

Vice Gran Canciller UCN

La crisis migratoria vive otro episodio

El problema que se vive en la línea de la concordia entre Chile y Perú, es una muestra más que el problema no se ha resuelto y que hoy complica a todo el cono sur. Es allí que la labor coordinada de los pueblos se hace necesaria para encontrar soluciones a la que sabemos crisis migratoria que hoy vemos es una crisis humanitaria.
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La situación migratoria está lejos de resolverse. En nuestro país, tras el traslado de las Fuerzas Armadas hacia la frontera norte, los ingresos ilegales disminuyeron ostensiblemente. Para muchos, una decisión que llega con retraso y que no alcanzará para mejorar las actuales condiciones de las comunas limítrofes, las que deben convivir con un problema que poco tiene que ver con xenofobia y más que nada con las tristes condiciones de un país que se vio superado por el ingreso masivo de foráneos.

En los últimos días, desde Perú han manifestado que las decisiones del gobierno del Presidente Boric -a quien incluso el gobernador de Tacna, tildó de "irresponsable"- están repercutiendo en su territorio.

Quizás exista un poco de razón en las declaraciones o puede ser que nuestro país al poner mayor control a sus fronteras y permitir el ingreso a los que porten los documentos migratorios, no hizo más que compartir una carga que hace días atrás le recaía solo sobre sus hombros.

Hay un importante grupo de migrantes venezolanos que no pueden seguir camino a su país, porque no tienen la documentación requerida. Vienen saliendo de Chile, donde ingresaron por pasos ilegales, y al intentar regresar a su tierra no tienen registros de ingresos o salidas, por ende quedan en un limbo. No pueden pasar a Perú y tampoco regresar a Chile, situación que hoy complica a ambos países.

La responsabilidad no es solo de Chile. Los que están de salida llegaron al país sin mayores inconvenientes y atravesando varios países, los que no opusieron resistencia a sabiendas que no permanecerían en su territorio. Hoy que no tienen esa certeza culpan a Chile en vez de intentar soluciones conjuntas.

Un número no menor de migrantes busca volver a su país ante la imposibilidad de encontrar mejores condiciones de vida. También al constatar que hay países, como el nuestro, que ya no tienen la capacidad de seguir absorbiendo este tipo de oleada.

Es allí que la labor coordinada de los pueblos se hace necesaria para encontrar soluciones a la que sabemos crisis migratoria que hoy vemos es una crisis humanitaria. Son familias, con niños pequeños, que requieren de certezas de qué deben hacer para bien volver a su país o analizar la posibilidad de instalarse en otros.

Mirarlos como refugiados y buscar salidas multilaterales es el obligado paso para resolver lo que hoy ocurre.