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A dos meses del caso Convenios

Desde su destape público, el tema de las fundaciones que recibieron millonarios recursos fiscales para diversos proyectos sigue llenado capítulos de la agenda nacional. Lo que no se puede olvidar es que el gran problema de todo lo que se ha conocido, es el mal uso de recursos públicos.
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A poco de cumplirse dos meses del estallido del caso Convenios, surgido en la comuna capital regional, la historia y sus consecuencias están lejos de perderse en la vorágine noticiosa de la agenda nacional. Es que el libro cada día suma nuevas páginas y capítulos que reflejan una intrincada trama que de a poco empieza a desenmarañarse.

Hay actores de esta saga que permanecen en roles de relevancia y otros que intentan desaparecer de escena ante la irrupción de otros que se suman con frecuencia. Se ve complicada y se hace difícil pensar si ya se llegó al final de la hebra. Muchos seguidores de esta serie, no ficcionada, creen que aún no se llega al clímax y que el epílogo se ve lejano, a menos que situaciones inesperadas lo precipiten.

Lo que no pueden perder de vista los atraídos por los hechos es que el gran problema de todo lo que se ha conocido, es el mal uso de recursos públicos, por fundaciones de reciente data, de dudosa experiencia en las tareas encomendadas, y que más bien parecían un modelo para defraudar al fisco.

Este es el nudo y en el que se ha enfocado la labor de las fiscalías -como protagonistas- que iniciaron investigaciones para determinar la existencia de delitos que puedan ser juzgados.

Tampoco se puede olvidar que muchos de los intervinientes tienen en sí un convencimiento, que podría explicar su papel, y es que están actuando en beneficio de los más necesitados. De esas familias que no tienen nada y que requieren del apoyo para vivir con un poco más de dignidad.

Ese argumento se cae cuando se ve que gran parte del monto fiscal no llegó al destinatario. Se repartió en otro lugar y con ello la causa benéfica se desplomó.

Sin duda, que esta trama seguirá añadiendo más pasajes, más personajes y nuevas páginas que complicarán la resolución del nudo y que incluso dejarán la sensación de que no habrá final feliz.

Actualización al curriculum escolar

Sabrina Devia Astorga , Académica de la Facultad de Educación, Universidad Central
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Según lo establece la Ley General de Educación, esta semana se dio inicio a un nuevo proceso de actualización al curriculum escolar de 1° básico a II Medio. La novedad de este proceso, recaerá en una activa participación de profesores, docentes y académicos que desean proponer desde sus áreas, a la luz de los avances y mejoras que han estudiado durante todos los años que ha demorado la actualización curricular, con la expectativa de ser escuchados y considerados.

Algunos considerarán que la formación ciudadana es clave, otros pensarán en potenciar las habilidades del siglo XXI, más de alguien creerá que es necesario repensar con una mirada en la sustentabilidad, en la relación de las personas con la naturaleza y, en otro polo, estarán quienes dirán que no pueden quedar fuera las habilidades para desenvolverse con la inteligencia artificial.

Todas son relevantes, sin duda debemos avanzar en estos ámbitos, pero también se presenta una oportunidad para repensar el curriculum desde lo que cada localidad de nuestro país necesita, en función de las posibilidades que cada territorio requiere.

Como sistema educativo, debemos corregir aquello que claramente no ha dado resultado. Necesitamos un cambio curricular y didáctico en la alfabetización inicial. Mucho podemos proponer, con miras hacia aprendizajes que efectivamente sean pertinentes, pero no olvidemos que la lectura y la escritura son prácticas sociales y que, sin ellas, poco y nada podemos entender de formación financiera, sustentabilidad, sexualidad, educación socioemocional, entre otras tantas que ya comienzan a resonar.

Enseñar a leer y escribir no puede seguir siendo una asociación de fonema a grafema, no pueden seguir siendo prácticas de apresto, se deben corregir, de lo contrario seguiremos siendo la sociedad que decodifica, la sociedad que no comprende.

La cultura del abandono y la desidia

José Albuccó , Académico de la Universidad Católica Silva Henríquez
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Transitar por muchas ciudades de Chile es convivir con manchas en el suelo y en las paredes, grasa acumulada en las veredas, inmundicia en cada metro que uno avanza, y basura amontonada en cada esquina o en las tazas de los pocos árboles que aún existen.

Dicen que nuestros desechos son una marca de nuestra propia historia; ellos reflejan lo que somos por medio de lo que consumimos y luego botamos. Hace unas semanas, lo experimentamos con las toneladas de basura acopiadas por el temporal en los cursos fluviales de la región Metropolitana.

No es un fenómeno nuevo ni exclusivo de nuestro país. Por dar dos ejemplos, en diciembre de 1971, los vecinos del barrio barcelonés de Can Clos vieron como un alud de desechos impactaba sobre sus viviendas; por otra parte, Roma, la "ciudad eterna", se está ahogando en la basura desde hace varios años, experimentando crisis sanitarias de carácter cíclico, producto de la negligencia del municipio, los ciudadanos y los turistas.

A lo largo de la historia, no hay duda de que la mejora en la higiene de las ciudades ha salvado a sus habitantes de enfermedades y de la muerte, siendo un factor clave para el desarrollo de los hábitats urbanos. Para seguir avanzando en esta dirección, es crucial conocer los tipos de suciedad o desechos más frecuentes en las ciudades y sus características, que pueden ser de origen orgánico e inorgánico. Los primeros tienen un carácter biológico, se degradan con el paso del tiempo y, usualmente, provienen de animales y plantas. Los residuos inorgánicos, en tanto, no son biodegradables, correspondiendo principalmente a productos fabricados por el "ingenio" humano.

Más allá de esta distinción técnica, podemos decir que los inorgánicos son aquellos desechos que las autoridades quieren erradicar del centro de las ciudades, y que caracterizan los barrios más periféricos, donde abundan los microbasurales en las bermas y el aire está embargado por olores pestilentes, que están llenos de cicatrices, marcas y tatuajes en los muros, donde las casas abandonadas y deterioradas son ingredientes habituales del paisaje.

Mientras los gobiernos regionales y municipios solo se ocupan de la higiene de las arterias principales, el resto -a pocos metros de ellas- permanece en un estado de inmundicia, a lo que se suma el caos peatonal y vial. Es un signo de la pérdida absoluta del sentido de barrio y del respeto por los otros. Para combatir este tipo de suciedad estructural, que está arraigada en nuestra cultura urbana, recomendamos realizar el remojo o prelavado de todos aquellos que toman decisiones sobre la vida en la ciudad, su ordenamiento y limpieza.

Este proceso debiera realizarse a altas temperaturas, usando productos químicos que aseguren un correcto proceso de higienización de la cultura del abandono, de la desidia y del delito contra la ciudad y sus habitantes. Todos hemos escuchado sobre la "hipótesis de la higiene", que establece que es conveniente cierta exposición a gérmenes y microorganismos durante la primera etapa de la vida porque fortalece el sistema inmunitario. Pero en Santiago y otras urbes de Chile hace mucho rato que dejamos atrás la infancia como ciudad, por lo tanto, sus habitantes debiéramos comportarnos como adultos responsables de nuestro entorno y de los desechos que dejamos en nuestro tránsito vital por este mundo. Debemos empoderarnos y combatir la impunidad con que actúan quienes envilecen nuestras ciudades, como lo hizo la mujer que hace poco encaró a un grupo de jóvenes que rayaba los vagones del Metro a vista y paciencia de los pasajeros, llevando la suciedad del exterior a la ciudad subterránea.