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había logrado triunfar, que fue muy raras veces, lo que venía después era un régimen en el cual hoy día la misma gente de izquierda busca decir "no tengo nada que ver con él", como ocurrió con los 64 años que lleva la revolución cubana o lo que ocurre ahora en Nicaragua y Venezuela. Mirando lo que había ocurrido y pensando que si bien había habido enemigos que habían dado el Golpe, la verdad es que quienes éramos las víctimas de ese Golpe, eso no nos hacía necesariamente inocentes. Alguna responsabilidad tuvimos.

-¿Qué pasó luego? Hoy de nuevo está la imperando la lógica del enemigo. ¿No aprendimos la lección como país?

-Mi postura como militante socialista, después crecientemente crítico de lo que venía ocurriendo, es porque yo creo que esas lecciones se perdieron o nosotros no fuimos capaces de comunicarlas debidamente ni en la población ni en el conjunto de la militancia de izquierda. Lo digo en mi libro, por lo demás, de que uno de nuestros errores fue no decir claramente que la renovación socialista era una profunda y completa crítica a lo que había ocurrido con la Unidad Popular. Quizás por respeto a Allende se ocultó eso o se hizo poco presente esta discusión, pero esa fue la clave. Ahora ¿por qué se fue perdiendo?, no te podría decir por qué, pero hay una cosa que también digo en mi libro y es que la experiencia de la izquierda clásica siempre mira los éxitos con sospecha. Mira, por ejemplo, a los gobiernos de la Concertación y al Presidente Lagos con sospecha porque fue un gobierno exitoso y pareciera que la costumbre de tener fracasos lleva siempre a la izquierda a querer más el martirologio, el elogio de los mártires, y que hay muchos que merecen ser recordados, y ve la realidad siempre como un permanente fracaso y que siempre es culpa de otro y no de nosotros.

-¿Fue víctima usted de esa sospecha por su éxito empresarial?

-Probablemente cuando partí era una figura aparentemente muy rara y probablemente muy criticada. Pero bueno, si ser de izquierdas te identifica con el pueblo, la verdad que el grueso del pueblo no es funcionario público. El grueso del pueblo trabaja en las empresas y entonces la pregunta es la siguiente: ¿cuál es el límite de la consecuencia de trabajar en una empresa? O sea, ¿un profesional que sale la universidad puede aspirar a ser subgerente, gerente o es una traición? ¿Un técnico que se desarrolla y crece puede llegar a ser jefe de mantención de una empresa o eso ya es traición? Tengo la impresión de que de alguna manera esa visión de que la empresa privada es incompatible con la izquierda es una cosa que ya quedó muerta en la realidad. O sea, ya es más o menos claro que en el mundo las empresas privadas tienen un rol que es indiscutible y si tú excluyes de ella el hecho de ser de izquierda, estás prácticamente regalándole la economía al mundo de derecha. Tengo relaciones con los sindicatos que, sospecho que muchas veces es mucho más que lo que tiene alguno en el mundo político que vive encerrado en su espacio. Y conozco la opinión del grueso de los trabajadores. Por lo tanto, no me extrañó que votaran Rechazo. Yo acepto que me hagan críticas, no lo considero terrible, pero les puedo decir que me siento extremadamente orgulloso de haber abierto un camino en el mundo de izquierda que transformó la actividad empresarial.

Esta es una actividad donde también se pueden hacer revoluciones. Yo los desafío a que me digan algunos de los que hoy día me critican cuál es la revolución que han hecho ellos. Así que, desde el punto de vista de mi vocación de cambiar el mundo, siento que el hecho de haber estado en la empresa privada me ayudó a hacerlo más que a transformar un enemigo del cambio, como pretenden algunos de los que se quedan sentados como funcionarios.

-¿Cómo debieran conmemorarse estos 50 años? Hoy hay victimización por un lado y justificación por el otro.

-Tengo la impresión de que esa es la manera más estúpida de recordar un tiempo al cual estoy seguro que quienes lo conocen no querrían volver nunca. Seguir peleando sobre quién tuvo la razón y echarle la culpa al otro no tiene ningún sentido.

Se puede conmemorar haciendo un libro como el que yo he hecho, en el cual explico por qué yo creo que todos nos equivocamos y todos tenemos responsabilidad en una tragedia que significó muertos, exilio. Y te lo demuestro con el acto de lanzamiento del libro en que tú veías sentados allí a Pablo Longueira, de la UDI; al senador Juan Luis Castro, del Partido Socialista; a Luciano Cruz-Coke, de Evópoli; a grandes empresarios como Luis Enrique Yarur, del Banco de Crédito, o Juan Eduardo Errázuriz, de Sigdo Cooper; con pymes, dirigentes gremiales como Juan Pablo Swett. Invité premeditadamente a mis amigos de distintos lados, también gente de la cultura, y fue muy impresionante ver en la sala a esta gente aparentemente tan polar, todos recibiendo con una ovación las palabras de Javiera Parada y de Héctor Soto, que también entre ellos son gente muy distinta. Y todos celebrando lo que echaban de menos de los 50 años, que fuera una reunión de reencuentro de sanación de los dolores de ese tiempo, de los errores de ese tiempo y no una polarización.

La gente ya no se traga el mito de que unos son los buenos, los otros son los malos, sino que aquí hubo errores y hubo situaciones a las cuales no se quiere volver. Con esto no estoy negando las violaciones de Derechos Humanos ni que hubo un Golpe brutal que hubo un intento de aniquilar a la izquierda, todo eso es cierto, pero yo tengo la impresión de que hoy día el interés no es tanto cómo le compensan lo que sufrió, porque son daños que no tienen compensación posible, sino que cómo construyes un país que sea más amable en el sentido más digno de ser amado.

Sería muy bueno que las generaciones más jóvenes que conocen de oídas lo que ocurrió no cayeran en el intento de mitificar lo que fue esa historia, sino que más bien yo los desafiaría a construir un país mejor que el de entonces. Entonces voy a decir que siento mucho orgullo de poder decir que fui parte de esa tragedia y, por lo tanto, tengo también mi contribución a esa tragedia, pero puedo decir que aprendí desde ella y después fuimos capaces de construir un país mucho mejor al de entonces.

-¿Cómo evalúa el Gobierno del Frente Amplio?

-Lo evalúo como lo hace el grueso de la población. Soy parte de la mayoría que es muy crítica de lo que ha ocurrido y creo que lo han hecho mal. Voté Rechazo en el plebiscito del 4 de septiembre. Y la verdad es que creo que vivimos una situación muy compleja. Tenemos una sociedad más madura de lo que se cree, que puede de repente tentarse con cosas nuevas que les resultan llamativas, más cuando llevamos 15 años de pérdida de brújula en el país. La gente buscó primero a Piñera después de la Concertación, se decepcionó de Piñera y entonces se volvió a Bachelet. Se decepcionó de Bachelet, volvió entonces Piñera y cuando ya estaban tan decepcionados, dijo apostemos a estos jóvenes puros y castos, que nos pueden dar una respuesta.

La verdad es que terminó siendo peor que los otros, no solamente en términos de capacidad de construir un futuro mejor, sino que también incluso en honestidad y probidad. Tenemos en la política una degradación tremenda. Y en la economía, creo que han hecho todo lo posible por destruirla, pero la economía ha mostrado una capacidad de resistir bastante grande. Ni el actual gobierno ni la oposición por sí sola pueden resolver el problema y si cada uno sigue apostando al fracaso del otro para ser el próximo gobierno, podemos prolongar la crisis eternamente.

-¿Tiene alguna expectativa en el proceso constituyente?

-Mira, la incertidumbre constitucional ha sido tan prolongada que nos está haciendo mucho daño. Cuando veo que gente como Hugo Gutiérrez, parlamentario comunista, o Luis Mesina, de No+AFP, plantándose por el Rechazo cuando ni siquiera se conoce cuál es el texto todavía y, que además son los mismos que nos vendían hace unos meses atrás el aprobar una Convención que era intragable para el grueso de la gente, me preocupo.

No hay nadie del mundo empresarial que pudiera pensar en una inversión importante, que se va a demorar 10 años en recuperar, si no tiene claro cuál va a ser la institucionalidad y las leyes que le van a regir después. Aquí hay una urgencia de que nos entreguen un proyecto que sea aprobable por la mayoría del país. No será perfecto, no será lo ideal, pero uno que sea aprobado por la mayoría y plantear un Rechazo anticipado sin saber cuál es el texto es de una irresponsabilidad solo pensable en alguien que lo único que le interesa es mantener un clima de inestabilidad y de desestabilización en el país.

"Sería muy bueno que las generaciones más jóvenes que conocen de oídas lo que ocurrió no cayeran en el intento de mitificar lo que fue esa historia, sino que más bien yo los desafiaría a construir un país mejor que el de entonces".

Columna

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Obviedades de la naturaleza

El frente de mal tiempo enseña virtudes morales y políticas.

Los que siempre ya lo saben todo (antes de que se lo digan) responden una y otra vez: obvio, obvio, obvio. La pregunta que suscitan es también siempre la misma: ¿era tan obvio que nunca tuviste que aclararlo antes? Más interesantes son aquellas personas que se asombran, se confiesan ignorantes hasta ese momento, abren los ojos, deseosas de algo más.

Ciertamente, también están los que al toque de la verdad saben reconocerla y le dan la bienvenida con ese gesto, ese recibimiento que da carta de naturaleza. "Obvio", en esos contextos, significa: claro que sí, no tengo objeción alguna.

Políticamente hablando, estamos en una situación en que se dicen muchas obviedades. pero no se hace nada por que sean realmente obvias. Me explico: todos están de acuerdo, dicen, en grandes valores, pero cuesta que se los aterrice en la práctica. A veces ocurre tal porque, en realidad, se habla en abstracto para eludir los puntos en que subsisten diferencias. De esta manera, la suma de obviedades que se pontifican no tiene otro objetivo que tranquilizar, desescalar, en suma, no verse en la necesidad de hacer algo. No niego que pueda haber una suerte de sapiencia en esa táctica de pacificación. ¿Puede, con todo, aplicarse a diestra y siniestra? Imposible vivir en un mundo donde los aviones jamás aterrizan, donde enfrentarse a lo concreto es, supuestamente, de toda violencia.

Esta suma de obviedades se combina con falta de imaginación a la hora del detalle. Nadie quiere ceder en el suyo tal vez por pura comodidad. Es más fácil ensimismarse, gruñir y comer. Tan solo imaginarse un punto de acuerdo es una traición imperdonable. Es más simple no tener que imaginarse nada y que amigos y enemigos sigan siendo los de siempre, cada grupo con su lista de reproducción de obviedades intransables.

Pero las obviedades de la naturaleza a veces reaparecen con una fuerza incontrarrestable, y en esos casos todos, querámoslo o no, quedamos atrapados en un problema común. El poeta T.S. Eliot escribió: "El río es un dios pardo… destructor que recuerda lo que los humanos prefieren olvidar". La memoria que el agua guarda de sus caminos es un buen ejemplo. La civilización no tiene cómo negar las quebradas, antiguos canales de regadío, fosos negros ya cegados que abren socavones. Y si lo hace, si pretende modificar profundamente la organización de la naturaleza en su hidrografía, entonces requiere pensar muy a fondo, sin apoyarse en obviedades ni tampoco negarlas.

Porque algo tan obvio como un curso de agua puede ser negado, lo cual traerá estragos. Mientras que esta verdad, si solamente declaramos admitirla, pero no la llevamos a la práctica, también dará problemas.

De ahí que sea tan importante revisar siempre las supuestas obviedades. A veces creemos conocerlas cuando de ellas no tenemos más que una vaga impresión, una que a la hora de la pluviosa realidad nos dejará en ridículo, si somos autoridades, y perjudicará catastróficamente, como ocurre con los damnificados.

"Las obviedades de la naturaleza a veces reaparecen con una fuerza incontrarrestable, y en esos casos (...) todos quedamos atrapados en un problema común".