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Investigadores creen que las directrices sobre Inteligencia artificial desatienden los derechos de la infancia

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La mayoría de las directrices mundiales sobre el uso ético que debe regir la Inteligencia Artificial atienden adecuadamente valores como la privacidad o la responsabilidad, pero no otros como la veracidad, la propiedad intelectual o los derechos de la infancia.

A esa conclusión ha llegado un equipo de investigadores de Brasil, que revisaron y analizaron las directrices mundiales para el uso de la Inteligencia Artificial y que publican las conclusiones de su estudio en la revista Patterns del grupo Cell.

Los investigadores concluyen que la mayoría de las directrices describen principios y valores éticos de forma genérica, pero sin proponer métodos prácticos para aplicarlos y sin impulsar una regulación jurídicamente vinculante.

A partir de ahí, el investigador James William Santos, de la Pontificia Universidad Católica de Río Grande del Sur (Brasil), ha corroborado en establecer unas directrices éticas "claras" y unas estructuras de gobernanza para el despliegue de la IA en todo el mundo debe ser el primer paso para promover la confianza, mitigar sus riesgos y para garantizar que sus beneficios se distribuyan de una forma equitativa.

El autor principal del trabajo, el profesor Nicholas Kluge Corrêa, de la misma universidad y de la de Bonn, Alemania, observó que los trabajos anteriores sobre la misma materia se centraban predominantemente en documentos norteamericanos y europeos, lo que impulsó a los investigadores a incidir en la perspectiva de regiones como Asia, América Latina y África.

Hicieron una revisión de directrices políticas y éticas sobre la IA que se habían publicado entre 2014 y 2022 e identificaron 200 documentos relacionados con la ética y la gobernanza de la IA procedentes de 37 países escritos o traducidos a cinco idiomas (inglés, portugués, francés, alemán y español) y que incluían recomendaciones, guías prácticas, marcos políticos o códigos de conducta.

Descubrieron que los principios más comunes en esos textos son la transparencia, la seguridad, la justicia, la privacidad o la responsabilidad, y los menos comunes son los derechos laborales, la veracidad, la propiedad intelectual y los derechos de los niños y los adolescentes.

Y que la mayoría de las directrices analizadas eran "normativas" -describían valores éticos que debían tenerse en cuenta durante el desarrollo y uso de la IA-, pero sólo el 2% recomendaba métodos prácticos para aplicar la ética de la IA y sólo el 4,5% proponía formas jurídicamente vinculantes de regulación de la IA.

Los investigadores también identificaron una disparidad de género en cuanto a la autoría, y aunque en el 66% de los documentos no contenían información sobre la autoría, entre los autores del resto de textos había más nombres masculinos que femeninos (549 frente a 281).

Geográficamente, la mayoría de las directrices procedían de países de Europa Occidental y Norteamérica, y menos del 4,5% eran originarios de Sudamérica, África y Oceanía.

Según plasman los investigadores en la misma publicación, algunos de esos desequilibrios se pueden deber a limitaciones lingüísticas y de acceso público, pero también que muchas partes del mundo están infrarrepresentadas en el discurso global sobre la ética de la Inteligencia artificial.

Y en ese sentido, subrayan la importancia de incorporar más voces y más regiones al debate.

La estrategia global para conectar la salud humana, la animal y el medioambiente

RIESGO. Diversos científicos piensan que la amenaza de las enfermedades infecciosas emergentes se puede agravar debido al cambio climático y proponen un enfoque integral.
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Agencias

El ser humano no puede concebir su salud como una isla independiente de los animales y el medioambiente. Esa es una de las lecciones que nos enseñó la pandemia de covid-19, que puso de manifiesto la importancia de la estrategia Salud Global, cuya premisa es que todo está conectado.

El catedrático de la Universidad de Navarra, España, Ignacio López-Goñi; el de la Universidad del País Vasco, Gorka Orive, y la doctora en Veterinaria del Centro de Investigación en Sanidad Animal de ese país, Elisa Pérez-Ramírez, escribieron "Salud Global. La nueva estrategia frente a la amenaza medioambiental" (Ediciones B).

Somos "uno más en un ecosistema complejo, donde lo que pasa a nuestro alrededor nos influye", dijo López-Goñi a Efe. Animales y humanos compartimos unas 300 enfermedades y cada año aparecen, en promedio, cinco nuevas, la mayoría por el salto de un patógeno de animales a humanos (zoonosis).

Más de 60% de las enfermedades infecciosas humanas conocidas y un 75% de las enfermedades humanas emergentes son de origen animal. Además, se conocen más de cien infecciones transmitidas por artrópodos, como mosquitos y garrapatas.

"Hygia Pecoris Salus Populi" (La higiene del ganado, la salud del pueblo) es el lema de la profesión veterinaria, que tiene muy integrada la "interdependencia" entre la salud humana y animal, un concepto que va llegando a otras disciplinas, indicó Pérez-Ramírez.

Los tres consideraron que no hay razón para pensar que la amenaza de las enfermedades infecciosas emergentes o reemergentes disminuya en el futuro, una situación que puede agravar el cambio climático.

No se trata de dibujar un "escenario apocalíptico", dijo Orive, pero en las últimas décadas han crecido las zoonosis y hemos vivido la pandemia de covid-19. "Es muy difícil pensar que en los próximos 30 o 40 años no vaya a ocurrir nada, simplemente por una cuestión de estadística, pero no sabemos qué puede ser".

Por eso, hay que "mejorar la comunicación y la coordinación entre los profesionales de la salud pública, médicos, farmacéuticos, biólogos, científicos del clima y veterinarios, y los políticos que son los que realmente toman las decisiones", señalan en el libro.

Los autores repasan el estado del VIH, la tuberculosis y la malaria, que "siguen siendo un problema", y otras enfermedades que empiezan a no ser extrañas en nuestras latitudes, como el dengue o el virus del Nilo Occidental. Además, analizan aspectos como la importancia de la calidad del aire y el papel primordial de las vacunas en la salud de todos.

Tres áreas clave

Y se detienen en tres áreas "a las que tenemos que prestar atención en los próximos años", destaca Pérez-Ramírez, y que se deben abordar con una estrategia de Salud Global: la gripe aviar, los virus transmitidos por artrópodos y la resistencia a los antibióticos.

En cuanto a los virus, hay que estar atentos a los de la familia de la gripe, sobre todo la aviar, que podrían saltar al ser humano, y a los coronavirus, dice López-Goñí, pues "nadie puede descartar que dentro de un tiempo aparezca otro que nos pueda dar un susto".

Pérez-Ramírez agrega que los de la gripe (la hay aviar, equina o porcina, entre otras) "están siempre en las primeras posiciones" de los virus con potencial pandémico y hay que "vigilarlos muy de cerca".

En especial el H5N1, que ya causa una pandemia en aves y preocupa -indica- no solo por el impacto "devastador" en la industria avícola , sino también porque está produciendo "unas pérdidas de biodiversidad enormes" en las aves silvestres.

Este virus parece que dice "me voy acercando", señala López-Goñi, y que se multiplique eficazmente en mamíferos "no es una buena noticia". Y aunque todavía hay muy pocas infecciones en humanos y entre personas no se transmite, "está ahí", advierte.

La resistencia a los antibióticos es otro de los desafíos a los que nos enfrentamos y "que nos puede cambiar la vida en los próximos años o décadas", advierte Orive.

Además, hay que prestar atención al exceso de uso de estos fármacos y otros en la ganadería, que ayuda a la aparición de resistencias. Tanto en personas como en animales se trata de "racionalizar el uso" y evitar que lleguen al medioambiente de forma masiva y contaminen.

De los 4.000 medicamentos usados en salud humana y veterinaria, casi cien se han detectado ya en ríos, lagos o lodos, precisa Orive.

La tercera amenaza son los virus transmitidos por artrópodos, que son vectores de enfermedades como malaria, zika o dengue y ponen en riesgo la salud de millones de personas.

En conclusión, destacan que hay tres aspectos fundamentales a tener presentes: el primero, seguir dando importancia a la investigación científica; segundo, la propia estrategia de Salud Global; y tercero, la solidaridad internacional.