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Aniversario 109 de Chuquicamata

Este 2024, la mina y el poblado celebran sus 109 años con una serie de actividades que nos invitan a reflexionar sobre su legado histórico y cultural.
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Chuquicamata es más que una mina; es un testimonio de la capacidad humana para adaptarse, prosperar y construir comunidad en las circunstancias más desafiantes. Al celebrar su 109 aniversario, honramos no solo su pasado, sino también los valores de solidaridad y resiliencia que encarna. Estos valores son tan relevantes hoy como lo fueron hace un siglo, y deben guiar nuestro camino hacia un futuro más equitativo y sostenible.

Las actividades se han desarrollado esta semana y tendrán su mejor versión durante el fin de semana. Las actividades del aniversario, como los juegos tradicionales, la lota, y la kermés, nos recuerdan que la vida en el enclave no era solo trabajo arduo, sino también comunidad y diversión. Estos eventos fortalecieron los lazos entre los residentes, creando una red de apoyo y camaradería que se extendió más allá de las faenas diarias. Este sentido de comunidad es uno de los legados más duraderos, más allá de los miles de millones de aporte a las arcas fiscales.

Es encomiable que Codelco Chuquicamata y las diversas agrupaciones ligadas a la conservación del patrimonio hayan trabajado -como siempre- conjuntamente para organizar esta celebración. En tiempos donde el progreso tecnológico y las nuevas formas de vida parecen desplazar rápidamente a las tradiciones, es vital detenerse y mirar hacia atrás, reconociendo el valor de nuestra historia. Las exposiciones y recorridos históricos no solo permiten a los antiguos residentes revivir sus recuerdos, sino que también educan a las nuevas generaciones sobre el valor y el sacrificio de sus predecesores.

Chuqui es más que una mina a tajo abierto, no es exagerado sostener que se trata también de una cultura y una forma de vida, que también es patrimonial.

Política Nacional de Convivencia Educativa

Marcelo Trivelli , Fundación Semilla, Margarita Ducci, Directora ejecutiva Pacto Global Chile, ONU
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Recientemente el Ministerio de Educación hizo pública "la nueva Política Nacional de Convivencia Educativa (PNCE) 2024 - 2030 que es un marco orientador para todos los niveles, modalidades y contextos educativos, que busca promover la reflexión y el diálogo sobre las maneras de relacionarse cotidianamente entre quienes forman parte de una comunidad educativa".

Al leer este primer párrafo de la carta firmada por el Ministro de Educación que encabeza el documento cabe preguntarse si las comunidades educativas son capaces de llevar a cabo este proceso de reflexión y diálogo para hacer la bajada en planes, acciones y programas de gestión como lo sugiere la PNCE.

No hay que echar vino nuevo en odres viejos. Aplicada a la PNCE esta es una metáfora apropiada ya que las nuevas políticas de convivencia no son, por sí solas, suficientes para generar cambios; estos sólo se producen cuando las nuevas propuestas fermentan en un sistema y cultura educativo, y en una estructura institucional que esté en condiciones de hacer suya esta política, y que cuente con las herramientas para implementarla de tal manera de aspirar a un resultado de calidad.

Nuevamente, las buenas intenciones y la integralidad de la PNCE no toman en cuenta las realidades que se viven en los establecimientos educacionales. Por sólo nombrar algunas de las limitantes: exceso de trabajo administrativo, alta rotación y deserción docente, casi nula integración de las familias, baja valoración de los encargados de convivencia, incentivos puestos en rendimiento académico y casi ninguno en convivencia.

Con esta realidad la primera pregunta es ¿de dónde sacan las comunidades educativas más horas para la reflexión y el diálogo sobre las maneras de relacionarse cotidianamente entre quienes forman parte de una comunidad educativa? No se puede aspirar a lograr resultados significativos en convivencia si no somos capaces de realizar cambios relevantes en el sistema educativo.

Ningún país tiene un sistema educacional igual a otro y los resultados, buenos, más o menos o malos, no se pueden atribuir a una sola variable. Cada sistema debe ser visto y evaluado en su conjunto. No se trata entonces de integrar copiando la enseñanza socioemocional del modelo finlandés, las horas de clase del modelo japonés o la integración técnico profesional a la empresa del modelo alemán.

Nuestro sistema responde a una educación que se implementó en el siglo XIX y se expandió significativamente a partir de comienzos del siglo XX. Chile logró una cobertura cercana al 100% hacia finales del siglo pasado. Ya bien entrado el siglo XXI, seguimos teniendo un sistema que, si bien se ha expandido en objetivos, su estructura e incentivos no han permitido lograrlos como en el caso de convivencia, la creatividad o el desarrollo del pensamiento crítico.

No quiero restarle mérito a la Política Nacional de Convivencia Educativa, pero para que surta efecto debemos sentarnos a repensar los pilares sobre los cuales se asienta nuestro sistema educativo y cuál es el rol y la prioridad que tendrá cada uno de ellos.


Innovación y minería

La innovación implica la creación y aplicación de nuevas ideas, procesos, productos o servicios que generan valor, mientras que la sostenibilidad se refiere a satisfacer las necesidades del presente sin comprometer la capacidad de las generaciones futuras para satisfacer sus propias necesidades. La innovación y la sostenibilidad están estrechamente relacionadas ya que la innovación permite impulsar soluciones creativas y eficientes para los desafíos ambientales y sociales, promoviendo así un desarrollo sostenible a largo plazo.

Según la experiencia de Pacto Global en Chile, la sensibilización en cuanto a la necesidad de mayor innovación empresarial está cobrando fuerza. Si bien falta mucho por avanzar, el Índice Global de Innovación 2023, posiciona al país como el segundo en Latinoamérica, después de Brasil, aunque ha bajado posiciones a nivel mundial, ocupando el lugar 53, de 132 países. Sin duda, a pesar de la falta de crecimiento económico y disminución de la inversión, hay una mayor preocupación de las empresas en incorporar nuevas tecnologías, incluso introducir la inteligencia artificial, y repensar el modelo de negocios integrando la sostenibilidad.

Tuve la oportunidad de participar en la semana de CESCO (Centro de Estudios del Cobre y la Minería), y apreciar cómo este rubro se ha comprometido para el año 2030, con el 90% del suministro eléctrico proviniendo de fuentes renovables y para el año 2025, con que el 90% del agua usada en la minería venga del mar o sea reutilizada. A diferencia de lo que muchos creen, la minería utiliza sólo un 4% del agua continental del país. Un 68% de la energía eléctrica que utiliza la minería corresponde a energía de fuentes renovables y ese porcentaje seguirá aumentando de acuerdo con las metas que se han fijado y anunciado públicamente. Algunas empresas de la gran minería ya han alcanzado un suministro compuesto en un 100% de energías verdes y la implementación de buses 100% eléctricos en las faenas, ha reducido la huella de carbono contribuyendo a la lucha contra la desertificación.

Así, fuimos testigos del compromiso empresarial por la innovación sostenible, de este sector que juega un papel crucial en la economía del país. También se habló de la necesidad de fortalecer el marco de trabajo colaborativo que involucra a empresas mineras, comunidades locales, organizaciones ambientales, y el gobierno. Sólo un enfoque multidisciplinario permite una gestión social y ambiental que apunte al equilibrio de la extracción de recursos con una adecuada protección del medioambiente. Es destacable el rol fundamental del cobre, litio, hierro y otros minerales, en la transición energética.

Así mismo, hay un esfuerzo también de muchos otros sectores, por construir una cultura pro-innovación, donde la transformación cultural es esencial para la sostenibilidad, incentivando la participación de los colaboradores y toda la cadena de valor, alineando sus estrategias al interior de la organización. Sin duda, Chile está avanzando hacia una mayor integración de la innovación sostenible en sus procesos productivos, pero debemos acelerar la velocidad y la escala, ya que aún queda mucho camino por recorrer para que sea reconocida como una prioridad a nivel nacional, fuente para la resolución de gran parte de nuestros problemas.