Secciones

  • Portada
  • Actualidad
  • Opinión
  • Espectáculos
  • Clasificados
  • Servicios
  • Deportes
  • Contraportada

R-E-S-P-E-C-T

Marcelo Trivelli , Fundación Semilla, Gerardo Castro Cortés, Profesor, doctorante en Administración Gerencial
E-mail Compartir

Las inundaciones de esta semana, provocadas por el frente de mal tiempo que afectó una gran parte del territorio nacional, tuvieron efectos devastadores en algunas comunidades dejando sus viviendas inhabitables y la infraestructura pública gravemente dañada. Los desastres no son naturales, son responsabilidad de las personas. No se trata de "desastres" naturales como los llama la gente y que los medios de comunicación se encargan de repetir majaderamente. Son fenómenos de la naturaleza que afectan gravemente a las personas y su infraestructura, por no haber sido capaces de respetar el alcance que puede llegar a tener la naturaleza. En algunos casos por necesidad, otras por ignorancia, por codicia o por la soberbia de creer que la naturaleza se puede "domar" o subyugar a la voluntad de los seres humanos. No son "desastres" naturales los socavones en la dunas de Viña del Mar, tampoco lo son las viviendas arrastradas por las aguas de los ríos de Arauco, ni el anegamiento de poblaciones en múltiples ciudades, o el daño a la infraestructura vial en muchos puntos del territorio. Los terremotos o erupciones volcánicas no causan muertes, sino que son la infraestructura mal construida en el caso de los primeros o las viviendas mal emplazadas en el segundo caso.

Según UNESCO (Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura), "se prevé que el número de desastres de mediana y gran escala aumente de 350 y 500 cada año a 560 -es decir, 1,5 por día- en 2030 (UNDRR, 2022). Esto resulta especialmente preocupante a la luz de la crisis climática. Cada año se rompen récords climáticos, y los últimos siete años (2015 a 2021) han sido los más cálidos jamás registrados (Organización Meteorológica Mundial, 2022)".

Si en el pasado desafiamos a la naturaleza creyendo ser capaces de dominarla, hoy es urgente volver a nuestros orígenes y aprender a convivir con ella. Primero hay que reconocer que la naturaleza tiene límites que no se deben traspasar, y segundo, que nuestra huella ambiental debe ser reducida drásticamente. Aprender a convivir con la naturaleza es un proceso que necesita conocimientos y conciencia. Conocimientos para comprender los ecosistemas locales y globales, y conciencia para reflexionar sobre cómo las conductas y obras humanas pueden provocar desastres.

Adquirir conocimientos y conciencia es el rol principal de los sistemas educativos. La educación no es sólo "pasar materia", ésta debe cumplir un rol de empoderar a niñas, niños y jóvenes, así como sus comunidades para que sean capaces de comprender la responsabilidad de los seres humanos en los desastres y acciones de mitigación de los mismos. Para una sociedad, es altamente ineficaz actuar sólo en la mitigación de desastres, por lo que toda inversión en educación y prevención es indispensable. En esta línea, son los marcos regulatorios los que imponen límites a la codicia, la ignorancia o la necesidad. Aprender a convivir con la naturaleza requiere de los mismos principios que la convivencia entre personas: empatía, respeto y valoración de la diversidad.

Era un día caluroso en Alabama, la mente de Otis vibraba confusa, era uno de esos días en los que cualquier persona presiente que lo que va a suceder cambiará un poco la aguja de su destino y sin embargo no sabe si ello será bueno o malo, trató de sacar de su cabeza aquellas ideas que lo frenaban y reinició su andar. En su bolsillo de músico de color quedó guardado el papel en el que escribió su queja por la vida que le tocó vivir.

Es cierto que una guerra había sucedido hace muy poco tiempo y que aún estaban frescos los horrores de una humanidad rabiosa que se enfrascó en la tarea de exterminar a sus adversarios con la fuerza de un odio que se incubó simplemente a partir del abuso. Pero eso no fue todo, lo que sucedió esta vez fue distinto, esta pérdida colectiva de la razón no surge ahora de disputas por territorios o por causas económicas - religiosas, es cierto que esta guerra, como todas las que se inscriben en la historia, se expresó también de la misma manera, ocurrió igual: Territorios se invaden, poblaciones se desplazan, ejércitos se aniquilan, la tecnología acelera su paso y se vuelve más letal y sin sentido, arruinando países y dejando a su paso penas acumuladas y traumas de niños con grandes ojos, abiertos, curiosos, inocentes, mirando sin creer que en su interior, en sus mentes, en su razón, también podía ocurrir lo mismo que les pasó a sus padres y abuelos, ya que lo nuevo surgió de la mente, de las ideas, de doctrinas y de ideologías, esta nueva forma de guerra fue ideológica, fue política.

Los totalitarismos de inicios del siglo XX, las democracias, débiles aún, y monarquías que mutan hacia Estados parlamentarios se enfrentan, defendiendo o pretendiendo solucionar asuntos raciales, asuntos de superioridad intelectual, de espacios vitales, buscando formas de dirigir los nuevos Estados. Son los símbolos de la modernidad media, se consolidan el Estado Nación y la ideología, se retira el dogma religioso, se extingue lentamente el Colonialismo y surge una nueva amenaza, la guerra fría.

Ser mujer y ser de color era un asunto delicado, eso fue una cuestión que Otis tuvo en cuenta, pero no de la manera en que lo atormentaba, lo suyo era doméstico y las mujeres a las que se refirió en ese papel, ya amarillo, también habían mutado, eran distintas, ellas fueron a las fábricas, a las universidades, ocuparon la silla del hombre blanco en el autobús, adquirieron competencias, se hicieron fuertes y necesarias, mezclando colores y resquemores, crearon nuevas narrativas acerca del Ser, acerca de los derechos de las mujeres y sobre los roles del género, fueron las sufragistas que con sus luchas conquistaron el derecho a votar, el derecho de opinar, el derecho de Ser, en un mundo donde las mujeres eran invisibles.

Ahí es donde la historia une los mitos con las realidades, desde su púlpito el Dr. Martín Luther King, el mismo que tuvo un sueño (I have a dream) y que cayó, como en un mal sueño, asesinado como mártir de sus ideas, surge un himno, un grito de armonías silenciosas de una mujer negra extendiéndose hacia todas las mujeres que buscan poner fin a la discriminación, al abuso y al maltrato masculino en todas sus dimensiones.

Para Otis no fue difícil comprender, Aretha Franklin llevó su idea a un plano superior, en adelante nada detendría la lucha de la mujer, principalmente de la mujer negra para exigir a través de la voz milagrosa de Aretha simplemente RESPETO, #meToo.


Aprendamos a convivir con la naturaleza

Protección del comercio formal

Se requiere firmeza de las autoridades para cuidar una actividad que paga impuestos y genera aproximadamente el 20% de los trabajos de la región.
E-mail Compartir

Los últimos años han sido difíciles para el comercio, especialmente para el detallista, que enfrenta la competencia de los malls, las cadenas de multitiendas, supermercados y farmacias. También deben hacer frente a la venta callejera, que por años se ha apoderado progresivamente de más espacios en las principales ciudades del país, entre ellas Antofagasta y Calama.

Hay que recordar que la actividad comercial enfrentó situaciones difíciles desde octubre de 2019, cuando durante las protestas muchos locales fueron saqueados o quemados y por meses tuvieron que cerrar sus puertas. Y cuando en el 2020 se preveía una situación más normal, se desencadenó la pandemia de coronavirus, que llevó a muchos empresarios a tener que cerrar definitivamente sus locales. Es comprensible el malestar que por mucho tiempo han expresado los comerciantes establecidos, que ven cómo ellos deben pagar patentes y permisos, mientras los vendedores ilegales no cumplen ninguna normativa.

Además, el comercio es uno de los sectores más atacados por la delincuencia, mostrando tasas de victimización del 60% en la región, lo que junto con afectar a los comerciantes en su patrimonio y seguridad, desalienta la inversión en la ampliación de establecimientos y en la iniciación de nuevos emprendimientos.

Se requiere de la actitud resuelta de las autoridades para controlar la actividad ilegal. No basta con dictar las normativas, pues hay que contar con inspectores y con policías que se encarguen de hacerlas cumplir. En caso contrario, se transforman en ordenanzas de poca aplicación y la ciudadanía pierde credibilidad en toda esta institucionalidad.