Cuando hablamos de cuidados, lo primero que se viene a la mente es el esfuerzo de miles de personas que trabajan en el más absoluto anonimato para cuidar a un padre o madre, una persona mayor, un familiar, un amigo o un niño o niña con dependencia moderada o severa. Una labor extenuante, poco reconocida y la mayoría de las veces sin remuneración.

Precisamente, la puesta en marcha del Sistema Nacional de Apoyos y Cuidados Chile Cuida apunta a que cuidar sea un derecho y para ello ya hay una serie de coordinaciones con el propósito que este programa sea una piedra angular en el legado de protección social del gobierno del Presidente Gabriel Boric.

Es una apuesta potente y con una clara mirada de futuro, considerando que Chile es un país que envejece. De hecho, en 2050 un tercio de la población chilena será mayor de 60 años, lo que obviamente deja en evidencia la importancia de este tema y de cómo estamos preparándonos para esta nueva realidad, con planes, políticas y programas orientados a mejorar las condiciones de habitabilidad de las ciudades y a la consolidación de una oferta programática integrada.

De este modo, las personas cuidadoras lentamente pasan a ser visibles para el resto de la sociedad, entregándoles las herramientas necesarias para que mejoren su calidad de vida y la de quienes cuidan, porque aquí el apoyo debe venir de diferentes sectores, incluido el Estado.

Para lograr de mejor manera estos objetivos, hay toda una estrategia. Por ejemplo, las nueve comunas de la región cuentan con ventanilla única, un gran paso de los municipios para terminar con el eterno deambular de oficina en oficina, en la mayoría de los casos extendiendo los plazos de espera y poniendo a prueba la paciencia de los solicitantes.

En forma paralela, ya está en funcionamiento la Red Local de Apoyos y Cuidados en los municipios de Antofagasta, Calama, Tocopilla, Taltal, María Elena y Sierra Gorda. Sólo por este concepto, el año pasado se entregaron recursos por $292 millones y este 2024 subió a 546 millones de pesos. Todo ello para entregar una política de cuidados física y mental, tanto a quienes son cuidadores como a quienes no tienen la movilidad necesaria.

Esto último estará respaldado por la pronta construcción de los Centros de Cuidados en la región, donde Antofagasta y Mejillones liderarán este proceso, con la atención de profesionales para atender las diferentes necesidades de los asistentes y las personas que presentan algún grado de dependencia.

Así, Chile Cuida llegó para quedarse en el corazón de los chilenos y ser una luz de esperanza para quienes hacen del cuidado una vocación de vida.

Si bien, hay caídas en los niveles de consumo de drogas en los últimos años, entre los adolescentes chilenos, las cifras siguen siendo muy altas. Los expertos sostienen que los jóvenes del país son uno de los principales consumidores de estupefacientes en el continente.

Los incrementos en decomisos y consumo parecen paralelos. Así podrían explicarse estos aumentos visibles desde el año 2000. Las estadísticas muestran que el uso de drogas se realiza cada vez a más temprana edad, con compras que no sólo se efectúan en los barrios sino también en diferentes locales e incluso en establecimientos educacionales. Muchas veces, un medio familiar deteriorado y disfuncional, hace que un sector de los jóvenes opte por refugiarse en la bebida y en las sustancias ilícitas.

Las cifras de consumo de drogas en los adolescentes y niños chilenos son alarmantes. La PDI ha señalado que el 64% de los puntos interceptados por los detectives por drogas son cercanos a establecimientos educacionales.

Lamentablemente, el abuso del alcohol y las drogas conlleva en ocasiones la aparición de la violencia y el riesgo para los jóvenes de caer en alguna acción delictual con el fin de conseguir dinero y proseguir en el vicio.

En los últimos años el Ejecutivo puso en práctica, previo a la pandemia, el programa "Elige vivir sin drogas", con el fin de prevenir el consumo entre los escolares, con un plan inspirado en un exitoso modelo de prevención desarrollado en Islandia, que recoge el aporte de las sociedades científicas e incorpora la experiencia de la sociedad civil.

Este flagelo es producto de muchas disfuncionalidades y relajos sociales, pero lo que debiera generar consenso es que no se trata de nada bueno.