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El cerebro tarda en detectar la estructura de una frase lo que dura un parpadeo

ESTUDIO. Es capaz de aguantar el bombardeo de información rápida de las redes sociales.
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Los nuevos entornos digitales y las redes sociales nos bombardean con mensajes rápidos, pero ¿es capaz nuestro cerebro de procesarlos? Un estudio comprobó que la respuesta podría ser afirmativa, ya que el córtex temporal izquierdo tarda en detectar la estructura de una frase lo que dura un parpadeo.

Concretamente 130 milisegundos es lo que tarda el cerebro en detectar la estructura lingüística de una frase breve, similar a la velocidad de un parpadeo, según una investigación que recoge Science Advances.

Las conclusiones del estudio implican que la capacidad de procesamiento del lenguaje por parte del cerebro humano es más rápida de lo que pensaban los científicos; y tan veloz como la percepción de las escenas visuales.

Hasta ahora, esta capacidad de comprensión del lenguaje se asociaba a un proceso más lento, que los investigadores creían que tenía lugar palabra a palabra.

Los autores del estudio llevaron a cabo experimentos para medir la actividad cerebral mientras los participantes (21 mujeres y 4 hombres) leían listas de palabras que podrían ser oraciones completas tipo "Las enfermeras limpian heridas" o palabras sueltas, como por ejemplo "corazones, pulmones, hígados".

Para medir la actividad cerebral recurrieron a una técnica conocida como magnetoencefalografía, que registra la actividad funcional del cerebro mediante la captación de los campos magnéticos producidos por la actividad de las neuronas.

Los resultados mostraron que el córtex temporal izquierdo del cerebro, que es la parte responsable de la comprensión del lenguaje, tarda 130 milisegundos en distinguir frases o listas de tres palabras tras verlas.

"El cerebro detecta la estructura de una frase de tres palabras en el tiempo que se tarda en oír una sílaba, lo que indicaría que la comprensión de una frase se produce con la misma rapidez que la percepción de una escena visual", señala una de las autoras, Liina Pylkkänem, investigadora en el área de Lingüística y Psicología de la Universidad de Nueva York.

Los experimentos apuntaron también a que el córtex temporal izquierdo detecta la estructura de la frase aunque contenga errores gramaticales o de concordancia, lo cual indicaría que lo que el cerebro capta con rapidez es la estructura no la corrección con la que esté escrita.

Otra investigación complementaria dirigida por el también científico de la Universidad de Nueva York, Nigel Flowers y publicada en el Journal o Neuroscience, constató también, mediante el mismo tipo de experimento, que el cerebro tiende a corregir mentalmente los errores de una frase a los 400 milisegundos de haberla visto.

"Esto explicaría por qué los lectores pasan por alto errores menores al leer: sus cerebros ya los han corregido internamente", señala Flowers.

Las células del cáncer usan las proteínas del cuerpo para ocultarse del sistema inmunitario

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Un equipo de científicos demostró que las células del cáncer pueden utilizar los ribosomas (fábricas de proteínas del organismo) para reforzar su invisibilidad y esconderse del sistema inmunitario.

Los detalles del estudio, realizado por científicos del Instituto Oncológico de los Países Bajos, se publican en la revista Cell y, según sus autores, este hallazgo "nos hacen cambiar nuestra forma de pensar sobre los ribosomas".

Nuestro sistema inmunitario vigila constantemente nuestro organismo y, para sobrevivir, las células cancerosas necesitan eludir esta inspección. Cómo consiguen eludirla sigue siendo una pregunta del millón.

"Hacer que las células tumorales sean más visibles para el sistema inmunitario ha revolucionado el tratamiento del cáncer", asegura el investigador Liam Faller, del Instituto Holandés del Cáncer, pero todavía "muchos pacientes no responden a las inmunoterapias o se vuelven resistentes".

Sin embargo, según la nueva investigación, es posible que las células tumorales utilicen nuestras propias fábricas de proteínas para esconderse.

Cada una de nuestras células contiene un millón de minúsculas fábricas de proteínas, llamadas ribosomas.

"Fabrican todas las proteínas que necesitamos. Este trabajo es tan esencial: ¡toda la vida depende de él! Por eso siempre se ha pensado que todos los ribosomas son iguales y que se limitan a producir proteínas de forma pasiva, según les dicta el núcleo de la célula. Ahora demostramos que no es necesariamente así", explica Faller.

El estudio demuestra que las células modifican sus ribosomas cuando reciben una señal de peligro del sistema inmunitario.

"Cambian el equilibrio hacia un tipo de ribosoma que tiene un brazo flexible que sobresale, llamado tallo P. Al hacerlo, se vuelven mejores en la producción de proteínas", según Faller.

Al igual que la cara de una persona, la superficie de una célula revela mucho de lo que ocurre en su interior: "Las células se recubren de pequeños trozos de proteína, que es como nuestro sistema inmunitario puede reconocerlas y saber si algo va mal", explica Faller.

"Es una parte esencial de nuestra respuesta inmunitaria. Si una célula cancerosa puede bloquearlo, se vuelve invisible para el sistema inmunitario".

El grupo de Faller descubrió ahora una nueva forma en que las células cancerosas podrían 'poner cara de póquer' afectando a sus ribosomas: "Menos ribosomas de brazo flexible, significa menos 'emociones' en su cara".

"Todavía estamos intentando averiguar exactamente cómo lo hacen, para poder bloquear esta capacidad", detalla Anna Dopler, miembro del grupo y estrechamente implicada en el proyecto. "Esto haría que las células cancerosas fueran más visibles, lo que permitiría al sistema inmunitario detectarlas y destruirlas".

Un meteorito del tamaño de cuatro Montes Everest pudo haber favorecido la vida en la Tierra

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Hace miles de millones de años, mucho antes de que existiera nada parecido a la vida tal y como se conoce, los meteoritos azotaban con frecuencia el planeta. Una de esas rocas espaciales se estrelló hace unos 3.260 millones de años y aún hoy revela secretos sobre el pasado en la Tierra.

¿Qué ocurrió cuando un meteorito del tamaño de cuatro montes Everest impactó contra la Tierra? Un nuevo estudio concluye que los impactos de esta roca gigantesca tuvieron un lado positivo para la vida: podrían haber permitido que esta floreciera.

Publicado en la revista Proceedings of the National Academy of Sciences (PNAS), el trabajo arroja luz sobre cómo afectó el impacto del meteorito "S2", del que hoy se encuentran pruebas geológicas en el cinturón de rocas verdes de Barberton, en Sudáfrica.

Mediante el minucioso trabajo de recoger y examinar muestras de rocas separadas por centímetros y analizar la sedimentología, la geoquímica y las composiciones de isótopos de carbono que dejan tras de sí, el equipo de Nadja Drabon, de la Universidad de Harvard, esboza en su artículo "la imagen más convincente hasta la fecha" de lo que ocurrió el día en que el gigante meteorito visitó la Tierra.

El impacto

El S2, cuyo tamaño se estima hasta 200 veces mayor que el que mató a los dinosaurios, desencadenó un tsunami que mezcló el océano y arrastró los escombros de la tierra a las zonas costeras.

El calor del impacto provocó la ebullición de la capa superior del océano y el calentamiento de la atmósfera. Una espesa nube de polvo lo cubrió todo y paralizó cualquier actividad fotosintética, informa un comunicado de Harvard.

Pero las bacterias son resistentes y, según el análisis del equipo, la vida bacteriana se recuperó rápidamente tras el impacto.

Con ello se produjeron fuertes aumentos en las poblaciones de organismos unicelulares que se alimentan de los elementos fósforo y hierro.

Tsunami y bacterias

Es probable, detallan los autores, que el tsunami arrastrara el hierro desde las profundidades del océano hasta aguas poco profundas y que el fósforo llegara a la Tierra a través del propio meteorito y de un aumento de la erosión en tierra firme.

El análisis muestra que las bacterias que metabolizan el hierro florecieron inmediatamente después del impacto. Este cambio a favor de las bacterias del hierro, aunque de corta duración, es una pieza clave del rompecabezas que describe la vida primitiva en la Tierra.

Según el estudio de Drabon, los impactos de meteoritos, aunque tienen fama de matar todo lo que dejan a su paso (incluidos los dinosaurios hace 66 millones de años), tienen un lado positivo para la vida.